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José Argüelles
El factor Maya (Parte 1
El Factor Maya
Un Camino Más Allá De La Tecnología
José Argüelles
El factor Maya (Parte 1)
José Argüelles, Ph.D.
Dedicado a mi profesor, el incomparable C.T. Mukpo.
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El factor Maya (Parte 1)
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ÍNDICE del CONTENIDO
AGRADECIMIENTOS
PROLOGO POR BRIAN SWIMME
INTRODUCCIÓN
El MISTERIO DE LOS MAYAS: LA CIENCIA TRASCENDIDA
1. Mi BÚSQUEDA DE LOS MAYAS DURANTE 33 AÑOS
2. LOS MAYAS: ADIVINOS DE LA ARMONÍA
3. LOS MAESTROS GALÁCTICOS Y LOS NÚMEROS del DESTINO
4. EL TELAR MAYA: EL MÓDULO ARMÓNICO REVELADO
5. HISTORIA Y SISTEMA SOLAR: LA VISIÓN GALÁCTICA
6. EL FINAL del CICLO:
SINCRONIZACIÓN CON EL MAS ALLÁ
7. TECNOLOGÍA Y TRANSFORMACIÓN
8. LA ERA SOLAR QUE SE APROXIMA
UN EJEMPLO RESONANTE QUE SIRVE COMO GUÍA:
GLOSARIO DE TÉRMINOS Y CONCEPTOS CLAVES DE LOS MAYAS
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El ARMÓNICO SISTEMA NUMÉRICO DE LOS MAYAS
SUPLEMENTO A.: NÚMEROS DIRECCIONALES
Y NÚMEROS RADIALES
SUPLEMENTO B.: FACTORES Y FRACTALES MAYAS
SUPLEMENTO C.: ARMÓNICOS del CALENDARIO
SUPLEMENTO D.: NÚMEROS ARMÓNICOS
SUPLEMENTO E.: EL CICLO DE 52 AÑOS Y
EL CALENDARIO CIRCULAR DIARIO
BIBLIOGRAFÍA
SOBRE EL AUTOR
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AGRADECIMIENTOS
La escritura y producción del Factor Maya no habría sido posible sin el
cariño qué tan intensamente se le infundió.
La primera persona digna de ser mencionada es mi suegra, Maya, quien
leyó el manuscrito tal y como salió a la luz pública, capitulo por capítulo,
animándome en un momento en que pocos lo hacían. Naturalmente se debe
honrar a la hija de Maya, o sea a mi esposa Lloydine, por ser la fuente que
continuamente me conecta a la tierra, como la tierra está conectada a las
estrellas. Igualmente a los hijos de mi vida, Josh, Tara, Heidi, Paul, e Ivonne,
y a los círculos que ellos hacen con todos sus amigos, y también deben ser
mencionados por el verdadero amor que ellos ofrecen incondicionalmente.
Finalmente, carecería de honradez si no hiciese mención de aquellos nodos
psíquicos de fervor inter-dimensional, al perro Genji, y a los gatos Sponsor y
Onyx, quienes constituyen la prueba de que no estamos solos.
Además de las personas mencionadas en el primer capítulo, quienes me
suministraron indicaciones, información y conocimientos profundos para
compilar el Factor Maya, se destacan algunas pocas personas, quienes
sirvieron de faros luminosos durante los procesos de preparación y
producción. Su fe en mí y en la obra fue un alimento muy sustentador. Estas
personas son: Stan Padilla, vidente sereno cuyas artes y oraciones son círculos
de protección que purifican el canal de la visión. El instituto Brooke Medicine
Eagle, cuya hermandad femenina es la esencia resplandeciente de la
regeneración humana; don Eduardo Calderón, el hombre que engaña al sueño
corporal, y quien ayudó a abrir los conductos de la memoria terrestre; Su
eminencia Tai Situ Rimpoche, por construir puentes entre los mundos. Rupert
Sheldrake, por los atractivos del campo; Y Ted y J.J., quienes practican la
lealtad cosmonogámica.
De hecho, el Factor Maya no seria sino otro manuscrito colocado entre
un legajo de papeles, si no fuese por el talento de Bárbara Clow de Bear &
Company, quien, al recibir este texto, prontamente vió la necesidad de darlo al
mundo. Su esposo, Gerry, también merece mención por su constancia y buen
humor durante todo este proceso, como también Ángela Werneke por el
cuidado que ha tenido en la presentación visual.
Y por último, están los seres del mundo espiritual, guías de
inquebrantable compasión que sembraron con éxtasis mi asombro-de-lasabiduría.
A todos estos, y a muchos más, desde un corazón cuya gran alegría es
la simplicidad del momento, ofrezco incondicionalmente la gratitud del
infinito ser.
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Evan maya e maho! (¡Salve a la armonía de la mente y la naturaleza!).
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PROLOGO
POR BRIAN SWIMME
Entre los sinólogos hay una leyenda popular sobre los primeros
occidentales -un grupo de jesuitas eruditos- que estudiaron el I Ching en el
siglo XVII. La empresa comenzó con gran alegría y esperanza, el idioma
había sido aprendido, y los 0significados al fin habían sido descifrados y
examinados con madurez. Entonces vino la tragedia. Algunos de los jóvenes
inteligentes estaban locos. Sencillamente, la dificultad para entender la
sabiduría del I Ching dentro de las categorías de la mente occidental, abrumó
a estos hombres consagrados. Finalmente, la Compañía de Jesús se vió
obligada a abandonar el proyecto, y aún a prohibir cualquier estudio posterior
de esta extraña escritura China.
Este relato, si bien apócrifo, arroja luz en la obra del Dr. José Argüelles,
porque él también se ha sumergido de todo corazón, en aquello que para la
mente occidental es igualmente un engañoso sistema de conocimiento, o sea
el Tzolkin Maya. Después de gastar una parte de su vida dando vueltas
alrededor de este enigma, el Dr. Argüelles ha aparecido con su relato de lo que
él significa, y realmente es un relato descabellado. Se nos pide que
examinemos los siguientes puntos, entre otros igualmente insólitos:
Primero, que la historia humana está formada en gran parte por un rayo
galáctico a través del cual la Tierra y el Sol han estado pasando durante los
últimos 5.000 años, y que nos espera un gran momento de transformación, a
medida que lleguemos al final del rayo en el año 2012.
Segundo, que las perspectivas y actividades culturales del mundo
siguen la naturaleza de las “estaciones galáctica?, cuyo código fue captado
matemática y simbólicamente por los mayas.
Tercero, que cada persona tiene el poder para conectarse directamente,
ya sea sensoria, sensitiva, o electromagnéticamente con la energía/
información de este rayo que emana del corazón galáctico, y de este modo se
puede despertar la verdadera mente de uno, es decir, al mente superior, la
mente profunda.
Indudablemente muchos pensarán que el Dr. Argüelles ha seguido el
mismo camino de los jesuitas, quienes se extraviaron en el I Ching, y se
volvieron dementes y maniáticos, quedando aislados en sus propias fantasías
engañosas. Ciertamente, el mismo Dr. Argüelles es consciente de que sus
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conclusiones son de naturaleza inquietante. Él nos advierte honestamente
desde el comienzo: “Para mí la situación significaba dar un salto, sumergir
bruscamente la punta, como si la tuviese, en un territorio mental que los
patrones de la cultura dominante habían declarado inexistentes o como un
tabú”. Y en verdad, su obra tiene la extravagancia y la confusión de las ideas
propias de toda nueva visión de la realidad, y esto sólo hace que leer su libro
sea un desafío, aún aparte de la magnitud cósmica que tienen sus
declaraciones.
Habiendo dicho todo eso permítaseme indicar por qué pienso que la
visión del Dr. Argüelles es de un valor profundo. Estoy convencido de que
cualquier visión del universo que no logre estremecernos, es porque carece de
valor para nosotros. Debemos tener en cuenta que, nosotros, occidentales
racionales, nosotros ciudadanos mundanos y demócratas judeo-cristianos, con
nuestras armas nucleares hemos convertido la Tierra en un rehén. Nosotros los
industriales modernos, somos los que practicamos el ecocidio que ha cubierto
la superficie de todos los continentes.
Decir que una visión del universo es “racional”, quiere decir que ella se
ajusta a esta visión del mundo moderno, el cual ha iniciado y sostiene el terror
global.
No necesitamos visiones racionales; necesitamos las más descabelladas
e inquietantes visiones que podamos encontrar respecto al universo. La visión
del Dr. Argüelles es idónea.
Pero su visión no es totalmente descabellada. Con la exactitud infalible
de todo genio, el Dr. Argüelles conoce la ciencia occidental y sabe que la
única esperanza de un equilibrio para la sociedad occidental, consiste en
asimilar plenamente la cosmología de los pueblos primitivos, Ven particular la
cosmología Maya. ¿Porqué deben ser estudiadas por aparte las cosmologías
primitivas?. Porque los pueblos primitivos empiezan con la misma
convicción: la Tierra, el Sol, la galaxia, el universo, todas las cosas en todas
partes, están vivas y son inteligentes.
Todo lo que necesitamos es humildad. Nosotros, quienes fuimos
educados en esta moderna visión del mundo, que es la que dirige y sostiene
nuestro militarismo, con su mismo patriarcado y antropocentrismo,
necesitamos comprender nuestro error fatal: la suposición de que el universo
está muerto, y carece de sensibilidad, inteligencia, y propósito. ¿Podremos
encontrar el valor para librarnos de este engaño fatal?. ¿Encontraremos la
sabiduría para volvernos hacia los mayas y su ciencia, y para aprender la
verdad del universo?.
En lo que resta de esta introducción, me gustaría comentar
extensamente algunas cosas respecto a los tres puntos “descabellados” del Dr.
Argüelles. Ya que mi propia educación la constituyó la física matemática, mi
línea de pensamiento refleja necesariamente los contornos de la ciencia
contemporánea. Pero necesito hacer énfasis aquí, en que no estoy intentando
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ubicar la visión de los mayas dentro de las categorías modernas y científicas.
La cosmología Maya no puede ser ubicada dentro de las categorías modernas
y científicas. Pero ahí es donde surge en nuestra época una ciencia postmoderna, una orientación científica que asimila la visión del mundo de los
pueblos primitivos, con la visión del mundo de la ciencia moderna. Estoy
hablando desde el contexto de esta ciencia integral, pan-humana, y postmoderna.
Primero, el rayo galáctico a través del cual estamos pasando, según
lo afirman los mayas. Para empezar, permítanme decir que la ciencia
moderna nunca ha hablado de tal rayo, en la forma en que lo hacen los mayas.
Pero recientemente, los físicos se han hecho conscientes de la manera en que
estamos siendo influenciados por los rayos que pasan a través de la galaxia, y
esto en sí mismo, es algo nuevo. La astrofísica comente describe estos rayos
como unas ondas densas que irrumpen a través de la galaxia, influenciando
así su evolución. Por ejemplo, el nacimiento de nuestro Sol fue una
consecuencia de estas ondas. Las ondas densas pasaron a través de una
estrella gigante y la incendiaron, esta explotó y provocó la existencia de
nuestro propio sol.
En efecto, la formación de toda estrella se debe principalmente a que
estos rayos irrumpen a través de nuestra galaxia. Podemos comenzar a
formular la noción de que la galaxia es un organismo, el cual está
comprometido en su propia evolución. Hablamos de la “dinámica autoorganizadora” de la galaxia. O con una perspectiva más orgánica, hablamos
de que la galaxia está desplegándose. El nacimiento de las estrellas se
describe como parte de la epigénesis galáctica. Entonces se ve que el Sol es
activado por la dinámica dirigida desde el centro galáctico; el ojo de una rana
se ve exactamente así, activado por la dinámica dirigida desde su propio
centro orgánico.
La pregunta obvia es esta: ¿Exactamente hasta qué punto está el
dinamismo galáctico relacionado con el desarrollo del sol y de sus planetas en
evolución?. Es decir, ¿Si la dinámica galáctica tiene que ver solamente con la
ignición inicial del Sol, después de ella el Sol y la Tierra quedan fuera de esta
influencia?. O ¿está comprometido el rayo galáctico en la evolución de la
vida?.
Aquí son necesarios dos explicaciones. Primera, puede decirse con
bastante simplicidad que la galaxia está continuamente comprometida con la
evolución de la Tierra y su vida. Los rayos que tienen densidad galáctica, han
atravesado con fuerza a través de la galaxia, durante la totalidad de los 4.55
billones de años que tiene de existencia el Sol, y en cualquier época en que
estos rayos pasen a través del Sol, alteran su dinámica, y así alteran la energía
radiante que baña a la tierra. No tengo ninguna duda de que, a medida que los
biólogos evolucionistas comiencen a reflexionar sobre esto, ellos articularán
las maneras como esta dinámica ha dado forma al desarrollo de la vida en la
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tierra. Nos volveremos más conscientes de que la forma que tienen las hojas
del olmo, no ha sido moldeada únicamente por la selección natural de la
Tierra, sino por la acción de la galaxia como un todo.
Y segundo, hemos de reconocer que para la ciencia moderna ha
resultado sencillamente imposible observar la existencia de un rayo galáctico,
tal y como lo describen los mayas. La ciencia moderna se concentró sobre lo
material y sobre su cambio de posición. Todas las cualidades, colores, olores,
emociones, sentimientos percepciones interiores fueron clasificadas como
secundarias y descartadas. Es decir, nos comprometimos desde el comienzo
con un modo de conciencia que nunca reconocerá el rayo galáctico Maya.
Lo que debe evaluarse al mismo tiempo, es precisamente cuán difícil
fue hacer lo que la ciencia moderna ha hecho. Por ejemplo, el descubrir
empíricamente que el Sol tuvo un comienzo, este es un conocimiento que
requiere un grado muy elevado de conciencia. Pensemos solamente qué tan
exótica tuvo que volverse la conciencia para ver el movimiento de los
continentes; ¡O realmente escuchar el eco del primer globo de fuego, hace 20
billones de años en los comienzos del tiempo!. Al reconocer el desarrollo
particular de la conciencia de la ciencia moderna, podemos empezar a
perdonar sus equivocaciones, y a evaluar otros grados de conciencia que se
han desarrollado alrededor de diferentes proyectos culturales.
Los mayas fueron un pueblo embriagado por un objetivo cultural que
requería un desarrollo de conciencia bastante diferente. Donde los científicos
modernos han sido capaces de detectar experimentalmente los efectos físicos
de los rayos densos pasando con fuerza a través de la galaxia, los mayas
fueron capaces de detectar experimentalmente rayos de diferentes efectos,
rayos que no sólo influenciaron el nacimiento y el funcionamiento de las
estrellas, sino también el nacimiento y el funcionamiento de las ideas,
visiones, y convicciones. O más bien, yo pienso que el caso es que tanto los
científicos modernos como los mayas responden a los mismos rayos. Los
científicos modernos desarrollaron un grado de conciencia que los capacita
para articular los efectos Físicos de estos rayos; Y los mayas desarrollaron una
conciencia que los capacitó para articular los efectos psíquicos de estos rayos.
Segundo, las estaciones galácticas. Los mayas, en la presentación del
Dr. Argüelles, enseñaron que cada era tiene una cualidad particular de sí
misma, una cualidad que favorece un tipo especial de actividad, y todo esto se
encuentra registrado en el código del Tzolkin. Al conocer los códigos
galácticos para las estaciones, se puede prever la llegada de éstas, y así se
puede actuar de acuerdo a ellas, y con gran efecto. Tal orientación hacia el
universo era común para la mayoría de los pueblos primitivos, aunque quizás
ninguno tuvo la exquisita sutileza de los mayas. Además de esto, la tradición
religiosa occidental primitiva y medieval tenía una concepción similar del
tiempo, según la cual cada momento o era, tenia su cualidad especial,
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otorgada por el corazón de la Divinidad; al conocer la cualidad del momento,
uno se capacitaba para entrar profundamente en una actividad divina.
Mi propia manera de aproximarme a esta idea de una “estación
galáctica”, se basa en los 20 billones de años que lleva la historia cósmica. Si
examinamos nuestra relación de lo que realmente ha sucedido, vemos que
cada era tiene una cualidad especial su momento singular su, creatividad
particular.
Por ejemplo, hace medio millón de años en la epopeya cósmica, llegó el
tiempo para crear los átomos de hidrógeno. Necesitamos recalcar aquí, que
esta creatividad está ligada intrínsecamente a la macrofase natural del cosmos
en ese momento. Hasta entonces, los átomos de hidrógeno, no habían sido
creados; Pero en el momento en que los átomos de hidrógeno pudieron,
saltaron a la existencia por millares. Hay docenas de tales ejemplos a través
de todas las eras de la epopeya cósmica, pero quizás podemos quedarnos con
la aparición de los átomos de hidrógeno, para aclara el punto referente a la
actividad inherente a una estación cósmica.
Antes de que apareciera el hidrógeno, en verdad fue posible que se
formase un átomo individual de hidrógeno. Pero el hacerlo requirió un
formidable gasto de energía, y el átomo se fundió rápidamente en el horno
primordial. La creación de átomos de hidrógeno en otras épocas, habría sido ir
contra la comente del universo. Una fluida y abundante creatividad, depende
por una parte de la necesidad natural que se tenga del hidrógeno, y por otra de
la cualidad de la época del universo. La creatividad efectiva sólo apareció,
dice el Dr. Argüelles, “cuando la momentánea necesidad se unió con el
propósito universal. Cuando la cualidad del universo determinó invitar a la
existencia a los átomos de hidrógeno, estos salieron en gran abundancia”. La
existencia de las estaciones cósmicas y galácticas se encuentra siempre a
través de los 20 billones de años de existencia.
En la mente occidental, la pregunta que inmediatamente sale a la
superficie es: “Puede haber estaciones para el nacimiento de átomos, de
galaxias, o de células primitivas, pero, ¿qué hay respecto a mis propios
pensamientos?. ¿Qué hay respecto a la cultura humana?. ¿Lo uno y lo otro
son afectados por las eras galácticas?”. Esto nos lleva a nuestro debate sobre:
Tercero, la interacción personal con la mente galáctica. Realmente,
¿qué podemos decir respecto a la noción de inteligencia y propósitos
galácticos?.
Dejé este punto de último, porque aquí trataremos de los profundos
alcances de la represión psíquica en occidente. Los mayas sintieron que ellos
estaban unidos con la mente del Sol, la cual manifestaba para ellos la mente y
el corazón de al galaxia. Los mayas captaron que la galaxia tenia deseos.
Cuando los científicos modernos escucharon esto, colocaron a los mayas en el
cuarto destinado a los “cuentos de hadas”. Pero nuestro rechazo a su
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conocimiento, revela únicamente lo desequilibrado y peligroso de nuestra
condición psíquica.
Considere lo siguiente. Nuestros antepasados intelectuales de la Europa
del siglo XVII, podían estar ante un animal que profería alaridos, y sin
embargo estaban convencidos de que el animal no sentía. Cuando se les
preguntaba cómo podían tener un corazón tan frío, ellos explicaban que los
animales eran sólo máquinas que habían sido dañadas, y que emitían sonidos
lastimeros igual que lo hacía cualquier máquina cuando estaba descompuesta.
Por ser descendientes de ellos, nosotros tenemos la misma sensibilidad
distorsionada. De otro modo, ¿cómo podemos permanecer apáticos cuando en
la actualidad el mundo viviente da alaridos de angustia a través de todo el
planeta?. Esto lo menciono, con la esperanza de que una vez sospechemos la
verdad que nuestra moderna sensibilidad es la más deformada en todos los
50.000 años de existencia de( Homo Sapiens, comencemos con la tarea de
despertar todas las gamas de la sensibilidad psíquica en los seres humanos.
Sólo entonces así detendremos nuestro ataque violento contra la vida. Sólo así
viviremos una existencia en un éxtasis similar al de los mayas.
Nuestra dificultad surge desde nuestro error cultural de creer que los
átomos de las estrellas de hidrógeno, y todo lo demás, son “sólo cosas
materiales”, y que nosotros y nuestra vida psíquica son trascendentes,
completamente desconectados del universo.
El relato de la creación cósmica que presenta la ciencia post-moderna,
ofrece un punto de partida diferente: es decir el universo como un solo,
multiforme evento energético. Y de este modo, la conciencia humana y el
cuerpo humano, y la conciencia del búho, y el cuerpo del búho, todos son el
florecimiento de un numinoso proceso cósmico. En esta orientación integral,
podemos comenzar a apreciar la forma en que nuestros pensamientos, huesos,
e intuiciones (y los pensamientos, huesos, intuiciones del búho), todos son los
tejidos de la misma dinámica sagrada y fundamental.
En esta perspectiva, las sensaciones no son elaboradas en la mente
humana trascendente sino que son transmitidas, del mismo modo en que se
transmiten los fotones. Esta es en verdad la experiencia más común. Una
persona que esté ante una gran roca de granito, es bañada con toda clase de
sensaciones, estas son las sensaciones que la montaña ha comunicado al ser
humano.
Piense entonces en un Maya de pie que está siendo bañado por la luz
del Sol. ¿Qué podemos decir respecto a lo que está sucediendo?. Qué este
evento, como cualquier otro, es al mismo tiempo físico y psíquico. Podemos
hablar de la acción recíproca quanto-electrodinámica de los fotones solares
con los electrones humanos; O podemos hablar de las sensaciones y los
acontecimientos íntimos que se experimentan “interiormente”. La totalidad
del acontecimiento exige que ambos polos sean tenidos en cuenta. El Sol
calienta la piel y enciende la mente. El Sol comparte su calor y expresa su
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sentimiento interior; el Sol transmite su energía termonuclear y proyecta sus
ideas y peticiones.
Es difícil dejar de reflexionar en las ideas fascinantes que se encuentran
en el libro del Dr. Argüelles. Amesgue y véalas por usted mismo. ¡Que regrese
con el nuevo poder para activar la salud y la creatividad de la Comunidad
Terrestre!.
Brian Swimme. Instituto para la cultura y la creatividad espiritual. Holy
Names College, OkIand.
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INTRODUCCIÓN
EL MISTERIO DE LOS MAYAS:
LA CIENCIA TRASCENDIDA
Desde el triunfo del racionalismo y de la revolución industrial del siglo
XVIII, siempre ha sido una verdad institucionalizada, el que la ciencia
moderna representa el pináculo de los logros humanos. Esta creencia es la
piedra angular de la doctrina del progreso material y tecnológico.
Virtualmente es inconcebible la noción de que pudo haber existido una
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ciencia más avanzada que la predominante. Y que de todos modos subyace en
cada aspecto de la civilización industrial global. Sin embargo, ha llegado el
momento en que lo racionalmente inconcebible pude ser la única solución que
queda, o que ofrezca seguridad en el paso más allá del pérfido ataque violento
del militarismo nuclear, y del envenenamiento del medio ambiente que ahora
amenaza la existencia de este planeta.
Atrincheradas y siempre vigilantes en sus propias bases, las fuerzas del
materialismo científico custodian celosamente los portales de sus dominios,
con un solo objetivo en mente: mantener el mito de una superioridad
tecnológica que siempre continuará progresando. Así pues, los objetos
voladores no identificados, la variedad de experiencias paranormales, y el
descubrimiento en 1976, de fenómenos “racionalmente” inexplicables en la
superficie de Marte, rápidamente se convirtieron en documentos clasificados,
que le fueron ocultados al público. Sin embargo, en la mañana del 28 de enero
de 1986, exactamente cuatro días después de que el triunfante Voyager 2
pasara cerca a Urano, suministrando una asombrosa cantidad de información,
el vehículo espacial Challenger explotó a plena vista del público y la
televisión. En aquel asombroso momento de fuego, el mito de la superioridad
tecnológica sufrió un duro golpe.
Es desde la ventana de la duda y de la vulnerabilidad suscitadas por la
fatal misión del Challenger que las personas inteligentes pueden cuestionar
como nunca antes, el propósito de la tecnología y la “infalibilidad” de la
ciencia moderna. A través de esta grieta soplan ahora vientos extraños en el
mito de la superioridad tecnológica. A la luz lunar de lo que trasciende al
racionalismo científico, podemos formular las siguientes preguntas: ¿Y si la
manera como estamos haciendo las cosas no es la mejor o la más sabia?. ¿Y si
no somos la civilización más inteligente que la Tierra ha conocido?. ¿Pudo
haber existido un pueblo más inteligente, más sabio, y más avanzado que
nosotros, al que hemos menospreciado por causa de nuestra autosatisfacción?.
¿ Pudo haber existido una ciencia superior a la nuestra que haya sido
practicada en este planeta y en otras partes?. ¿Qué es lo que nos hace estar tan
seguros de que el materialismo científico es la mejor técnica para arrancar
respuestas de un cosmos infinitamente más vasto y misterioso que lo que la
mente racional puede comprender?. En otras palabras, lo que el espectro de la
crisis tecnológica invoca es un cambio paradigmático de naturaleza
genuinamente radical. Dicho cambio ha estado en el aire durante largo
tiempo, gracias a la pionera investigación de la física cuántica, pero ha
necesitado una sacudida experimental para lograr cimentarse.
Durante todo el siglo XX, las mentes científicas sensitivas han estado
tratando de informarse y de alertar al público, respecto al comportamiento
irracional en el mundo, que la ciencia racional trata de implantar. Aunque su
mensaje ha escapado a los señores de la guerra y a los tecnócratas, cuyo poder
decisorio da forma al orden social, los difusores de la “nueva ciencia”, como
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Frijof Capra, Isaac Bentov, y Gary Zukov, han hecho esfuerzos admirables
para darle a conocer la similitud que hay entre la física cuántica y el
misticismo oriental, por lo menos a una minoría de pensadores críticos. En
realidad, la parte final de los Maestro danzante de Wu Li (1979), se aproxima
a lo inconcebible al afirmar que nos estamos acercando al “fin de la ciencia”.
Sin embargo aún él es incapaz de rehuir la noción del “esfuerzo sin tregua”, y
del desarrollo en continuo progreso de más y más teorías físicas que soncomprensibles y útiles.
El “fin real” de la ciencia, el cambio paradigmático y radical, previsto
hace mucho tiempo, significa renunciar al concepto mismo del progreso
incesante. 0 al menos renunciar a él, el tiempo suficiente para ver si no
pueden existir ciencias no físicas y no materiales, que trasciendan totalmente
el concepto del progreso y del no progreso. De hecho el mito del progreso
científico y de la superioridad tecnológica no podría recibir un golpe más duro
que el de descubrir que una ciencia más avanzada existió antes de que
surgiera el mito del progreso, y esta fue practicada por un pueblo que aún
estaba en la edad de piedra, según la opinión moderna. Me estoy refiriendo,
más específicamente, a un sistema de pensamiento que virtualmente fue
pasado por alto por todos los impulsores de la “nueva ciencia”. Este sistema
de pensamiento es la ciencia que fue conocida y practicada por un pueblo
antiguo llamado los mayas.
El ejemplo más cercano al sistema de la ciencia Maya, y que es
conocido por los defensores de la nueva ciencia, es el legado chino del I
Ching. Sin embargo, el I Ching aún no ha sido plenamente comprendido por
los “nuevos científicos”, quienes, todavía sumergidos en la doctrina del
progreso, no han sido capaces de ver lo que es: la forma codificada de una
ciencia basada en la resonancia holonómica, y no en la física atómica.
Martín Schönberger en El I Ching y el Código Genético, La Clave
Oculta de la Vida (1973), Robert Anton Wilson en Los Documentos
Iluminados (1980), y mi propia La Tierra en Ascenso (1984), son algunos de
los pocos esfuerzos que postulan al I Ching como el ejemplo de un sistema
que es más comprensivo que la ciencia de la actualidad. Como Schönberger lo
expone, el I Ching representa “... una fórmula universal con la estatura de un
orden de la realidad... ; la respuesta a la búsqueda de Heisenberg de aquellas
“formas anónimas básicas y simetrías polares de naturaleza uniforme”.
Igual que el sistema de orden universal del I Ching, el sistema de la
ciencia Maya es de resonancia holonómica, tanto del futuro como del pasado.
Y es que, desde la perspectiva de la ciencia Maya, los términos futuro y
pasado son de poco valor como medios para medir la superioridad del
progreso. Para los mayas el tiempo no existe en modo alguno, este es un
circuito desde cuya fuente común proceden igualmente el futuro y el pasado,
siempre encontrándose y uniéndose en el momento actual. la ciencia Maya, al
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igual que el I Ching, puede ser considerada como pre-científica y postcientífica.
¿Cómo es entonces, que en este momento de crisis tecnológica y de
cambio paradigmático los mayas invitan a entrar en nuestra conciencia?.
¿Quiénes fueron, o quiénes son los mayas?. ¿De dónde vienen?. ¿Cuáles
fueron sus logros?. ¿Por qué hicieron lo que hicieron?. ¿Por qué abandonaron
su civilización cuando esta estaba en su apogeo?. ¿Adónde fueron, y por qué?.
Mientras que las formas del pensamiento oriental y las prácticas
actuales como la yoga, la meditación, los arreglos florales, las artes marciales,
y otras cosas, lentamente se convirtieron en un fenómeno sobresaliente que
viene en aumento durante la última mitad del siglo, revolucionando
inexorablemente nuestra cultura e impactando en nuestro pensamiento
científico, los mayas han quedado como algo enigmático y extraño.
Sin embargo, evocar a los mayas de América Central, es evocar una
curiosa resonancia del oriente, de la India. Después de todo, Maya es un
término filosófico clave hindú que significa “el origen del mundo”, y “el
mundo de la ilusión”. Además de eso, la palabra Maya en sánscrito, está
asociada a conceptos que significan “grande”, “medida”, “mente”, “magia”, y
“madre”. No nos sorprende encontrar que Maya es el nombre de la madre del
Buddha. Y en el clásico de los Vedas, el Mahabharata, leemos que Maya era
el nombre de un eminente astrólogo, astrónomo, mago, y arquitecto, como
también era el nombre de una gran tribu de navegantes erráticos.
No solamente en la antigua India, hogar de alta metafísica y aventura
espiritual, encontramos el nombre Maya, sino que la encontramos aún más al
occidente: El tesorero del célebre Tutankhamen, el rey niño de Egipto, se
llamaba Maya, mientras que en la filosofía egipcia encontramos el término
Mayet, que significa el orden universal del mundo. En la mitología griega, las
siete Pléyades, hijas de Atlas y Pleione, y hermanas de Hyades, enumeran
entre ellas a una llamada Maia, también conocida como la estrella más
brillante de la constelación de las Pléyades. Y finalmente, sabemos que
nuestro mes de mayo se deriva de la diosa romana Maia, “1a grande”, la diosa
de la primavera, hija de Fauno y esposa de Vulcano.
Volviendo a los mayas de América Central, encontramos que su nombre
se deriva de la palabra Mayab, término que describe a la península del
Yucatán, área clave de la base y hogar bio-regional de los mayas. Así pues,
queda la pregunta; ¿quiénes fueron los mayas?. ¿Por qué el nombre asociado
con esta civilización de América Central, aparece en muchas otras
civilizaciones del mundo?. ¿Es tan sólo una coincidencia?. ¿De dónde
vinieron los mayas?.
El dogma antropológico en boga, afirma que los mayas fueron parte de
un numeroso grupo de amerindios que atravesaron el estrecho de Behring
durante la última edad del hielo, hace 12.000 años, y eventualmente se
establecieron en lo que hoy es América Central. Al leerlos recientes textos
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mayas como el Popol Vuh, El Libro de Chilam Balam, y Los Anales de los
Cakchiqueles, tenemos la clara impresión de que en verdad, los mayas
llegaron de muy lejos, “del otro lado del mar llegamos al lugar llamado Tulan,
donde fuimos engendrados y nacimos de nuestras madres y padres...”
(Cakchiqueles).
A fin de que uno no crea que el asunto es simple, leemos en cualquier
otra parte del mismo libro un texto algo adulterado según el cual hubo cuatro
Tulanes:
“La gente llegó a Tulan de cuatro lugares”. En el oriente hay un Tulan.
Otro en Xibalbay (el mundo inferior); otro en el occidente desde donde
vinimos nosotros mismos, desde el oeste, y hay otro donde está Dios (arriba,
en los cielos). Por eso hubo cuatro Tulanes”.
Al examinar el pasaje anterior, encontramos que el lugar de los
orígenes, o el proceso de los orígenes descrito por los mayas en este último
texto, es de naturaleza mandálica, celestial, y cósmica. Los cuatro Tulanes
representan el paso del Sol, de oriente a occidente, como también un mundo
superior y uno inferior. Además, una lectura de la antigua historia y mitología,
Maya mejicana en general, demuestra que Tulan o Tollan es un nombre
arquetípico, clave, tanto como un lugar real. ¿Que sucederla si Tulan no
describiese necesariamente un lugar geográfico, sino un proceso de
transformación y un punto de entrada de un reino o mundo a otro?. A este
respecto, el recuerdo que los mayas tenían de sus orígenes, se parece al de los
Hopi, que describe una travesía desde mundos diferentes, de los cuales el
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El factor Maya (Parte 1)
actual es el cuarto. Pero, ¿Qué son estos mundos?. ¿Representan las anteriores
etapas de la vida en este planeta?. ¿O describen acontecimientos cósmicos que
suceden simultáneamente en este planeta o en cualquier otra parte?.
Dejando a un lado por el momento la cuestión sobre los orígenes, nos
encontramos en terreno más firme contemplando los logros de los mayas
indudablemente, los mayas representan una de las civilizaciones más grandes
que haya florecido en el planeta Tierra. Esparcidas a través de las selvas de
Yucatán, y de las tierras montañosas de la actual Guatemala, hay un número
increíble de ciudades antiguas y templos. Pirámides escalonadas, plazas
elegantemente dispuestas, y centros ceremoniales exquisitamente adornados
con piedras esculpidas y cubiertas por todas partes con inscripciones
jeroglíficas.
Respecto a las espléndidas ruinas de los mayas, hay varias cosas que
nos sorprenden, siendo la principal entre ellas, su aislamiento. Aún si se
compara con la cercana civilización de las tierras montañosas mejicanas, el
estilo artístico de los mayas es único. Aislados en las junglas de América
Central, los mayas se nos presentan tan elevados como remotos. Al considerar
sus pirámides que como torres se elevan sobre los contornos de la jungla, y
sus intrincados jeroglíficos, también nos sorprende lo tarde que los mayas
aparecen en la historia universal. Casi tres mil años después de que culminara
la construcción de las pirámides en Egipto, con cuya civilización son
justamente comparables, los mayas aparecieron súbitamente en escena.
Pero aún más dramático que el ascenso relativamente tardío de la
civilización Maya, lo es su repentina desaparición. En el año 830 D.C.
después de unos 500 a 600 años de intensa actividad, los principales centros
fueron dejados a merced del tiempo y de la selva. De todos los enigmas
dejados por los mayas, este parece ser el más grande. Aunque se han hecho
esfuerzos para dar la hipótesis de una revolución interna, una sequía, o una
peste, como causa del desalojo de los grandes centros, no existe ninguna
prueba convincente que confirme alguna de estas teorías. Aún queda la
posibilidad, tan conmocionante como puede ser para nuestra manera de
pensar, de que los mayas abandonaron conscientemente su civilización
cuando ella estaba en su apogeo. Si este es el caso, debemos preguntar ¿por
qué?.
Íntimamente relacionado con el misterio del desalojo de los centros
claves alrededor del año 830 D.C. está el enigma no sólo del significado de
los jeroglíficos, sino de los datos calendáricos, matemáticos, y astronómicos
dejados por los mayas. Si los mayas sólo hubieran dejado su arquitectura y su
trabajo artístico, su civilización estaría en línea con lo más alto que la
humanidad ha logrado, es decir, con los egipcios y los griegos, la dinastía
Gupta de la India, los templos de Java, la dinastía T”ang de la China y la
clásica dinastía Heian del Japón. Pero son además sus alcances científicos los
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El factor Maya (Parte 1)
que sobresalen tanto o más que las alturas armónicas de su trabajo artístico,
los que continúan asombrándonos.
Comúnmente se habla de los alcances científicos de los mayas en
términos de sus adelantos en el calendario. Los mayas calcularon la longitud
de la revolución terrestre alrededor del Sol, con una precisión de cerca de una
milésima de un punto decimal de acuerdo a los cálculos de la ciencia
moderna. Esto, se nos dice incesantemente, lo hicieron sin nuestros
instrumentos de precisión. No sólo eso, sino que elaboraron calendarios sobre
los ciclos de las lunaciones y de los eclipses; Y aún más, tenían calendarios
que registran las revoluciones sinódicas y las sincronizaciones de los ciclos
pertenecientes a Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, y Saturno. Y, en algunos de
sus monumentos encontrados los registros de fechas y acontecimientos que
sucedieron hacen 400.000.000 de años. Ellos hicieron todo esto con un
sistema numérico único e increíblemente sencillo y flexible, en el que
contaban por veintenas (en lugar de hacerlo por decenas), y únicamente
utilizaron tres símbolos de numeración escrita. ¿Por qué, y con qué fin?.
¿De qué manera el conocimiento del calendario Maya se refiere al
misterio de sus orígenes, y al enigma del desalojo de sus ciudades principales
en el año 830 D.C.?. Y ¿a dónde se fueron los mayas después del año 830?.
Ciertamente, hubo quienes se quedaron, y sin embargo, hay una brecha tan
clara, anterior al nuevo comienzo de la civilización Maya en la postrimerías
del siglo X, que parece como si hubiera sido hecha de manera consciente y
deliberada. No sólo existe una brecha entre el llamado Nuevo Imperio Maya,
y el Gran Imperio Maya anterior al año 830 D.C., sino que también en la
época en que llegaron los españoles, es como si se hubiera olvidado todo el
conocimiento del pasado. Y sin embargo, quedó el calendario. Una pista.
¿Para quién?.
De hecho, los arque6logos ven el sistema del calendario tan sólo como
eso, es decir, como una manera de registrar el tiempo. Pero queda sin
respuesta la pregunta de por qué se gastó tanto tiempo registrando el tiempo,
surge entonces la sospecha de que el calendario es más que un calendario. ¿Es
también el sistema numérico, - tan delicadamente proporcionado- un medio
para registrar las señales armónicas que no sólo se refiere a las posiciones del
espacio-tiempo, sino a las cualidades resonantes del ser y de la experiencia,
cuya naturaleza nos la oculta nuestra predisposición materialista?.
No hay ninguna duda de que en los volúmenes de literatura que se han
escrito sobre los mayas y sus sorprendentemente precisos logros intelectuales,
pocos son los escritores para quienes la civilización Maya no haya
representado una “cosa del pasado”, y una civilización no tan avanzada como
la nuestra. La visión que informa de casi todo lo que se ha dicho respecto a
los mayas, es la visión atrincherada y progresiva de que los mayas
representaron una de las diversas comentes de civilización que lucharon
contra todas las dificultades ambientales para alcanzar nuestro nivel de
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El factor Maya (Parte 1)
materialismo y ciencia. Y por esta razón, la mayor parte de todo lo que se ha
dicho respecto a los mayas puede estar completamente equivocado.
Después de muchos años de estudio y meditación sobre el misterio de
los mayas, he llegado a la inevitable conclusión de que los mayas no pueden
ser comprendidos con la vara que hemos usado para medirlos y juzgarlos.
Habiendo captado intuitivamente que el objetivo de la vida de acuerdo a los
mayas, en gran parte pudo haber sido muy diferente de lo que nuestra
imaginación materialista puede reconocer, muy recientemente he llegado a la
conclusión de que los mayas, al menos los mayas cuya civilización llegó a
una parada repentina en su pináculo, durante el año 830 D.C., no sólo fueron
más inteligentes que nosotros, sino que su ciencia estaba mucho más
adelantada que la nuestra. Por esta razón poco importa el que ellos no
hubieran utilizado herramientas metálicas, o inventos que ahorrasen trabajo,
tales como la rueda (tampoco utilizaron bestias de carga).
Debido a que ellos pudieron realizar tantas cosas con tan pocos medios,
los mayas tienen algo muy importante que enseñarnos en nuestro tiempo de
crisis tecnológica y cambio paradigmático. En realidad, los mayas no sólo
pueden poseer ya el “nuevo modelo”, sino también el conocimiento científico
por el cual puede aplicarse éste modelo. Siendo esto así, no pudo haber sido
meramente una casualidad, el que los mayas fueran la última de las antiguas
comentes civilizadoras que florecieron en este planeta. Ni tampoco puede ser
una casualidad, el que los mayas representen la última tradición antigua, a
examinarse y entenderse a la Iuz” del pensamiento moderno. Parece que ya a
llegado el momento para un “redescubrimiento de los maya”.
Al reflexionar en todo esto, he llegado a percibir la presencia espiritual
de los mayas. Hábiles sabios de lo que nosotros llamamos tiempo, Maestros
de la sincronización, los espíritus de los mayas se sonríen y hacen muecas.
Por supuesto, la época es precisa. Todo esto ha sido diseñado, dispuesto, e
impreso. Las pistas fueron dejadas deliberadamente.
Todo lo que se ha estado esperando es llegar a un estado mental que sea
conveniente para interpretar las pistas. La depresión del actual estado mental,
permite la posibilidad de interpretar las pistas, y sacar de ellas las
conclusiones correctas. Conclusiones que pueden tener mucho que ver con
timonear los asuntos planetarios no con rumbo a la extinción sino rumbo a
una transformación.
Al preparar la presentación de este texto, hay dos cosas que me sirven
de guía: el estudio de un fenómeno que he llegado a interpretar como un
código maestro galáctico, y el presentimiento de que es absolutamente
necesaria una ruptura dramática con el modelo científico ordinario, si hemos
no sólo de sobrevivir sino de transformarnos de la manera más positiva y
benigna posible. Después de haber sido menospreciado durante tanto tiempo,
el Factor Maya debe ser examinado ahora.
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José Argüelles
El factor Maya (Parte 1)
La intención de escribir este libro me vino muy repentinamente. Sin
embargo, mientras reflexionaba en ello, comprendí que había estado
trabajando con el material por más de 30 años. En esta etapa de mi vida, y de
la vida de este planeta, es necesario presentar clara, coherente, y
honestamente aquello que es verdadero. Los medios para llegar a la verdad
son múltiples. La intravisión, la intuición directa, la experiencia y la
revelación, son complementados por el estudio, la investigación, la
experimentación, y el examen. Todos estos elementos han sido puestos en
juego al tratar con el Factor Maya, y al presentarlo. Pero más que cualquier
otra cosa, siento que es mi deber presentar el Código Maya, o sea el Código
Armónico, tan sencillo y directamente como sea posible.
Más que un calendario, el Módulo Armónico Maya presentado en esta
época, evoca la imagen del I Ching en el Hexagrama 49:
Revolución (mutación).
Fuego en el lago.
La imagen de la REVOLUCIÓN.
De este modo, el hombre superior coloca en orden el
calendario,
Y hace que las épocas sean claras.
Se ha dado a conocer este libro con miras a poner en orden el
calendario -el calendario que conocieron los viajeros mayas del cosmos- y
para destacar que estamos implicados en las estaciones galácticas. Armados y
reasegurados con dicho conocimiento, podemos ponernos a tono con la Tierra,
y abandonar nuestro infantil y ahora muy peligroso encaprichamiento con el
mito del progreso y la superioridad tecnológica. En esto radica la importancia
de El Factor Maya: Un Camino Más Allá de la Tecnología.
GRAN RUEDA,
MANDALA DE
PACAL VOTAN
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El factor Maya (Parte 1)
EL FACTOR MAYA:
UN CAMINO MÁS ALLÁ
DE LA TECNOLOGÍA
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.
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El factor Maya (Parte 1)
EL CALENDARIO AZTECA
EN PIEDRA, SIGLO XV D.C.
.
MI BÚSQUEDA
DE LOS MAYAS
DURANTE 33 ANOS
1
Aunque en este libro escribí cosas que pueden parecer culturalmente
remotas, o trascendentalmente cósmicas, sería una equivocación pensar que
los mayas son inasequibles. Como lo he conocido a través de mi vida, la
experiencia maya con su riqueza de sabiduría artística y científica, no es tan
ajena o diferente como extrañamente familiar, igual que las numerosas
coincidencias de la palabra Maya y los términos análogos a ella, que se
encuentran esparcidos a través del mundo civilizado. Y sin embargo, al mismo
tiempo, la experiencia Maya o el Factor Maya como lo he llamado, es vasto,
indudablemente vasto, y con implicaciones que se extienden en gran parte
más allá de los dominios de nuestra imaginación.
Ahora tengo 47 años, y me ha tomado 33 años el comprender
plenamente que aún en su inmensidad, el Factor Maya es amigable, accesible,
y comunicable. Con el objeto de permitir que otros entren a este mundo, me
gustaría relatar de manera abreviada, mi propia llegada al Factor Maya. Para
empezar por el principio, fui concebido en Méjico, y aunque nacido en los
Estados Unidos, viví en Méjico mis primeros cinco años. El hecho de que el
apartamento de mis padres estuviese localizado en el número 100 de la calle
Tula, Ciudad de Méjico, me conmovió más tarde como una curiosa
sincronicidad, ya que el nombre Tula es la forma tolteca de Tulan o Tollan,
nombre del centro o lugar donde los mayas tuvieron su origen.
Fue, en 1953, año determinado por el destino para el descubrimiento
del código genético, y los cinturones de radiación Van Allen, campo
magnético de la tierra, cuando encontré, por primera vez a los mayas. En
aquel verano, mi padre nos llevó a Méjico a mí y a mi hermano gemelo. Esta
fue la ocasión perfecta para un chico de catorce años. Yo no había estado en
Méjico desde que lo abandoné a los cinco años de edad, pero la Ciudad de
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El factor Maya (Parte 1)
Méjico aún era como mi recuerdo infantil de una capital colonial. Aunque no
fuimos más allá de Cuernavaca, muy cerca aún de la Ciudad de Méjico, en el
Museo Nacional de Antropología recibí una impresión lo suficientemente
fuerte como para agitar sentimientos profundos y antiguos. Pero el museo,
con su fantástica ostentación de objetos artísticos, incluyendo el gran
Calendario en Piedra de los Aztecas, no fue, nada comparado a mi experiencia
en la ciudad de la gran pirámide de Teotihuacan, “Lugar Donde los Dioses
Tocan la Tierra”.
Mientras subía a la pirámide del Sol, y miraba hacia las montañas
abigarradas y ensombrecidas debajo del cielo azul claro de aquellos tiempos,
surgió en mí un sentimiento profundo, un deseo vehemente de saber. Yo sabía
que no era solamente un conocimiento de las cosas que yo anhelaba tan fuerte
y seriamente, sino un conocimiento que viene desde el interior de las cosas.
Mientras descendí las escalas, dominado por el respeto y lleno de admiración
hacia la monumentalidad armónica de la ciudad de Teotihuacán, me hice una
promesa. Y la promesa fue esta: que sea lo que fuere lo que hubiese ocurrido
aquí, yo habría de saberlo, no precisamente como un observador exterior o
como un arqueólogo, sino como un verdadero conocedor, como un vidente.
Y fue en ese otoño de 1953, mientras estaba trabajando en la biblioteca
pública de Rochester, Minnesota, cuando apareció el siguiente eslabón. Yo
archivaba libros, empleo que disfrutaba grandemente por la oportunidad que
me brindaba para encontrar ideas nuevas y diferentes. Y entre todos los libros
que me atraían, y que llevaban mi mente más allá de ella misma, había dos en
particular: el Tertium Organum de P.D. Ouspensky, y Los Antiguos Mayas de
SyIvanus Griswold Morley.
El primer libro, con vertiginosas descripciones de las posibilidades de
un infinito número de mundos paralelos, fue suficiente para enviar mí
imaginación hasta una condición de apacible transcendencia, ¿o era un
recuerdo?. Realmente no podría decirlo. Por una u otra razón, el libro de
Morley, que trataba sobre los mayas, me produjo el mismo efecto. O más
bien, mientras me abría perspectivas hacia una experiencia cultural de
dimensiones superiores, el libro de Morley me proporcionó una descripción
sobre las probabilidades terrestres para cimentar las experiencias cósmicas
que Ouspensky relató en el Tertium Organum.
En todo caso, el libro de Morley me causó una impresión imborrable.
Las fotografías de los mayas vivientes, las singulares descripciones
antropológicas de los mayas en relación con los demás miembros de la raza
mongólica, los diagramas de los lugares donde están los antiguos templos, y
las reproducciones de la escultura en piedra, la cual posee un misterio, una
armonía, y una delicadeza extraordinarias, todo eso me había cautivado por
completo.
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El factor Maya (Parte 1)
=1
Pero nada me fascinó más que el sistema
numérico
=5
y matemático de los mayas. Rápidamente lo
aprendí:
Un punto es igual a uno o a una unidad de un
múltiplo
=0
de veinte; una barra es cinco o un múltiplo
de cinco
veces veinte; y una concha es cero o la
conclusión.
Todo era tan fantásticamente simple y fluido.
Y luego estaban los nombres de los valores: kin, las unidades; vinal, los 20;
tun, los 400; katún, los 8.000; y baktún, los 160.000. Durante largas horas, me
maravillé de la maestría que dicho sistema representaba, y del misterio que
pudo haber sido su verdadero propósito. Evidentemente, Morley no lo supo.
Tan grande como era su aprecio por los remanentes que aún quedan de los
mayas, él, como casi la totalidad de los arqueólogos (como lo descubrí más
adelante), juzgó a los mayas según los parámetros de la tecnología
materialista. Además Morley consideró que los mayas estaban en la edad de
piedra. No conocieron la metalurgia ni usaron la rueda. Y sin embargo, en la
opinión de Morley, y en gran manera para su asombro, sin estos artefactos
materiales, se las ingeniaron para crear una ciencia y una arquitectura de una
belleza armónica, proporcionalmente igual a las más grandes civilizaciones
del mundo antiguo. Para Morley, que escribió en 1947, los mayas constituían
una “excepción intratable”... Pocas son las culturas, si es que las hay, con
rasgos primitivos comparables... que se han centrado en un grado tal de
adelanto intelectual.
Mi descontento con las limitaciones de Morley se aumentaba con mi
propia falta, de experiencia y conocimiento, que a su vez serían necesarios
para formular el motivo” real de ese descontento. A medida que me introducía
en la tradición matemática, astron6mica y calendárica, tal como había sido
descifrada por arqueólogos iguales a Morley y sus colegas, encontraba un
velo más allá del cual mi experiencia no podía penetrar. Aquí, yo me
refugiaría en los ensueños o en la fantasía. Y una fantasía siempre volvería a
presentarse: la de un viaje a la jungla, a las tierras cálidas de Mesoamérica en
donde, por medio de alguna experiencia catártica y transfigurativa, yo saldría
pero no como yo había sido, sino como portador de conocimiento, como
vidente. Este ensueño, esta comunicación tan frecuente, me guió en mi
búsqueda de los mayas.
Los mayas fueron para mi sólo un pasatiempo en mis años de colegio, y
especialmente en la escuela de grado. Me gradué en historia del arte, pero la
Universidad de Chicago no ofrecía en ese entonces ningún curso de arte precolombino. Sin embargo me valí de todos los recursos en la biblioteca de la
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José Argüelles
El factor Maya (Parte 1)
universidad, como también en el Instituto de Arte de Chicago, y en el Field
Museum. Al aplicar los conocimientos prácticos y la disciplina que estaba
aprendiendo en el estudio formal de la historia del arte, avancé rápidamente
en mi propio estudio del arte Maya y pre-colombino en general, En su mayor
parte, este fue un curso satisfactorio. Yo tenía libertad para sumergirme en lo
que realmente era mi área favorita en la historia del arte. Y sin embargo, a
medida que lela, estudiaba, y observaba, se hizo claro que había algo erróneo.
Nadie parecía llegar al grano. Todos los arqueólogos trataban a la civilización
Maya como si fuera una feliz aberración de la edad de piedra. Sospeché que la
razón por la cual los arqueólogos estudiaron a los mayas, fue precisamente
porque sus mentes autocomplacientes nunca lograrían llegar a ella, y en
cambio, pensarían que los mayas tenían la culpa de que ellos no lo hubieran
logrado.
Aparte de Morley, quizás el más sobresaliente arqueólogo-escritor e
intérprete de los mayas, es un hombre llamado J.E.S. Thompson. Admirable
compilador de dos tomos monumentales, La Escritura Jeroglífica de los
Mayas y Un Catálogo de Jeroglíficos Mayas, lo mismo que de otros textos
más generales como El Ascenso y la Caída de la Civilización Maya,
Thompson, más que otro cualquiera, escribió sobre los mayas como si ellos
hubieran sido sabios idiotas; expertos, sabrá Dios porqué motivo, en una
incomprensible matemática astronómica, que va hasta el extremo de la
obsesión diabólica, pero no hacia ningún fin racional. Aún más que Morley,
Thompson juzgó a los mayas según la medida y los valores de la civilización
europea del renacimiento. Las discusiones de Thompson sobre el arte Maya
revelan una intolerancia condescendiente. Debido a que los arqueólogos como
Thompson ni sospechan lo que fueron los mayas, generalmente imputan lo
peor, proyectándose penosamente con sus hábitos modernos en un sistema
extraño y fatalista. Así pues, cuando afronta lo que realmente es el rasgo más
enigmático de la civilización Maya, es decir, su repentina decadencia en el
siglo IX, Thompson prefiere ver en ello una revuelta de esclavos contra
gobernantes despóticos. Sin embargo como lo explica Morley, “es difícil creer
que una civilización tan sólidamente establecida, pudiese haber sido
trastornada repentinamente.... si los descontentos se hubiesen acumulado
lentamente a través de los siglos, hubieran dejado alguna señal por la cual
pudieran ser identificado”.
Durante, el verano de 1964, como estos rumores poco satisfactorios
atravesaban mi cabeza de parte a parte, preparé mi próximo viaje a Méjico. la
fascinación romántica ,”del luga” era siempre muy fuerte en todo tiempo. El
viajar en carro, como lo había hecho con mi padre diez años antes, me, di6 el
tiempo suficiente par contemplar los paisajes infinitos de las montañas y el
cielo. Para mí, aquella región era mística, viviente, y poseía grandes secretos.
Mí actitud de apertura al misterio del lugar y de la geografía, fue
complementada por el descubrimiento de otros puntos de vista, puntos de
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vista más amplios que los de los arqueólogos materialmente obcecados. El
principal entre ellos era el de la escritora Laurette Sejourné.
Yo ya estaba familiarizado con su libro, Pensamiento y Religión en el
Méjico Antiguo el cual era como aire fresco en contraste con los escritos de
los arqueólogos, porque Sejourné tomó en serio las aptitudes mentales y
espirituales de los antiguos. En Ciudad de Méjico leí su obra, El Universo de
Quetzalcoatl. En la introducción a este libro, el eminente historiador de la
religión Mircea Eliade escribió sobre el
QUETZALCOATL, LA SERPIENTE EMPLUMADA, XOCHICALCO,
SIGLO X D.C.
acercamiento de Sejourné, que para ella, “la cultura forma una unidad
orgánica.... y siendo así, ella debe estudiarse desde su centro, y no desde sus
aspectos periféricos”. Esta perspectiva vibró profundamente, acorde con mis
propios sentimientos. Comencé a percibir que el problema para llegar a un
acuerdo con los mayas y con la antigua civilización mejicana en general, era
realmente el problema de nuestra propia civilización. Sea lo que fuere lo que
yo había empezado a sentir en 1953, ahora se me introdujo aún más
profundamente.
Además de Teotihuacán, visité ahora los antiguos emplazamientos de
Tula y Xochicalco, en las tierras montañosas mejicanas. Armado con algo de
conocimiento, mi intuición penetró más en las piedras mudas. Fue
particularmente en Xochicalco donde se me juntaron con intensidad
inquietante las sensaciones de premonición o de recuerdos. Xochicalco está
elevado y distante en el enclave montañoso del estado de Guerrero.
Su apacible exhibición de estructuras arquitectónicas armoniosas se
encuentra dominada por una presencia singular: Quetzalcoatl, la serpiente
emplumada. Fechada hacia los siglos IX y X, Xochicalco, “el lugar de la casa
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de las flores”, representa una fusión del estilo de Teotihuacán propio de las
tierras montañosas mejicanas, con el modelo clásico de los mayas. Fue aquí
en Xochicalco donde se refugió y se reunió lo más selecto de los mayas y de
Teotihuacán, luego de la “repentina” decadencia del periodo clásico de las
civilizaciones Maya y Mejicana. Y fue aquí donde el Quetzalcóatl “histórico”,
del periodo 1 Caña, nació en el año 947 D.C. El misterio se intensificaba para
mí: y simultáneamente había comenzado una nueva etapa de aclaraciones.
El misterio era el de Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada, llamada
por los mayas Kukulkán, que quiere decir, “el lugar donde habita la
serpiente”. Con la lectura de la obra sintetizada de Sejourné, sobre
Quetzalcóatl, estaba claro que Quetzalcóatl no fue solamente un dios, sino un
dios múltiple; no sólo un hombre, sino muchos hombres, no sólo una religión,
sino un complejo mítico, y una estructura mental. Y también estaba claro que
este conjunto de rasgos, esta presencia múltiple, informó a casi cada aspecto
del antiguo Méjico y aun de la civilización Maya. No solamente las artes, sino
también la astronomía y el calendario fueron afectados por Quetzalcóatl,
quien estaba estrechamente relacionado con el planeta Venus, la estrella
matutina y vespertina.
Asociaciones astron6micas y celestes, tanto como su papel de una
figura religiosa de la talla de un Moisés o de un Cristo, llevaron a
Quetzalcóatl a la importancia profética. Y así, en el siglo X del periodo 1
Caña, Quetzalcóatl, supuesto fundador de la ciudad de Tula y revitalizador de
Chichen ltza en Yucatán, habiendo profetizado su regreso en el día 1 Caña, y
en el año 1 caña; fue reivindicado por la llegada de Cortés aquel mismo día,
Viernes Santo año 15 19 del calendario cristiano. Este solo hecho parece
haber sido suficiente para trastornar al ya nervioso Montezuma II, emperador
del infortunado imperio Azteca.
Aunque en nuestra cultura muy pocos han oído hablar de Quetzalcóatl,
aparte de aquellos que conocen la novela de D.H. Lawrence, La Serpiente
Emplumada, los acontecimientos proféticos me dieron la convicción de que
Quetzalcóatl no fue solamente una cuestión local. Más bien, yo vi en
Quetzalcóatl una fuerza invisible e inmanente que sostiene y trasciende el
tejido mítico de la mecanización. Fortalecido con esta intuición, una vez más
regresé de Méjico con un sentido creciente de mi misión personal.
Por la época en que yo había terminado mis estudios básicos de historia
del arte en 1965, había llegado a una posición más intuitiva respecto a los
mayas y a las antiguas civilizaciones de Anahuac, que quiere decir “Lugar
Entre las Aguas”, nombre indígena Nahuatl dado a Méjico y América Central.
Los arqueólogos pudieron exhumar las piedras y catalogar, dando a sus
hallazgos nombres como “dios D”, u “objeto ritual”, pero esto no dice nada
respecto al aspecto vivificante de las antiguas civilizaciones. Para mí era
obvio que uno tiene que desarrollar una forma mental, intuitiva, como
también entrar en los estados mentales que produjeron los objetos. Y además,
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los objetos no son sino residuos. La realidad estaba en la cualidad mental y
emotiva que iba dentro de los objetos.
Además, si los estados místicos de la mente que trasciende el tiempo
eran provocados por medio de cualquier tipo de prácticas y actos de
contemplación efectuados por los seguidores de Quetzalcóatl-Kukulkan,
entonces, ¿qué me impedía a mí, o a quienes lo intentaran entrar en aquellos
estados de la mente?. ¿R.del. Bucke, William James, y Aldous Huxley, no
habían presentado argumentos lo suficientemente convincentes respecto a la
unidad de los estados místicos de la mente en cualquier época y lugar?. Y, ¿no
era el objetivo de las prácticas místicas el colocarlo a uno en tal condición de
unidad?. De acuerdo a Sejourné, la religión de Quetzalcóatl, como tono
fundamental de toda la antigua civilización mejicana, era esencialmente un
proceso que conducía a la unificación mística. Ante una contemplación de los
objetos más armoniosos pertenecientes a estas civilizaciones antiguas, en mi
mente no había ninguna duda de que el caso era algo parecido a esto.
A finales de 1966 me embarqué en un experimento provocado en gran
parte por dichas reflexiones, como también por la convicción de que si el arte
había proporcionado la expresión más creativa para las experiencias místicas,
entonces quizás, a través del arte, uno podía entrar en el ámbito mental que
había producido las antiguas civilizaciones de los mayas y de Teotihuacán.
Con seguridad, entre mis inspiraciones en el ciclo de pintura en el que yo
mismo me sumergí, estaban los murales de Teotihuacán, las obras de
cerámica, y los jeroglíficos de los mayas. El brillo del color, la capacidad para
informar a través de estructuras simbólicas densificadas, el diseño total que
reunía muchos rasgos y formas en una exposición geométrica simple, y sin
embargo vibrante en ondulaciones, fueron aspectos del antiguo arte maya y
mejicano que me inspiraron.
El resultado de este experimento fue una serie de grandes tableros, a los
que Humphry Osmond, quien acuñó el término “psicodélico”, los vio en
1968, los llamó las “puertas de la percepción”. Para mí, lo más significativo
fue el proceso de hacer estas pinturas; porque en verdad, ellas me habían
proporcionado una oportunidad para entrar en aquellos lugares donde
conversé con Tlacuilo, el antiguo pintor y creador de los arquetipos. Mi
corazón se abrió, y los recuerdos inundaron mi ser. No puedo decir si ellos
eran o no recuerdos de una vida pasada, sino que ellos eran recuerdos
colectivos de la comente mental de los antiguos. Empecé a conocer desde
adentro.
El buen pintor es sabio, dios está en su corazón.
Él conversa con su propio corazón.
Infunde en las cosas la divinidad.
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-Proverbio Nahuatl.
Si bien la visión de los antiguos pintores mayas y mejicanos fue la que
me guió durante la pintura de estas puertas de percepción, fue el estudio del I
Ching el que me dio una percepción de la estructura original del cambio, que
fue también la estructura básica de cada uno de los seis bastidores. Los
bastidores estaban divididos en tres partes. Mientras que el tercio superior y el
inferior eran estructuralmente espejos el uno del otro, la zona media
representaba la zona de cambio o transformación. Esta estructura
transformadora también poseía una completa simetría bilateral. Muchos años
más tarde, descubrí que la estructura básica de estas puertas de percepción,
era la misma de la triple configuración binaria, la imagen clave que estaba
insertada en el sagrado calendario matriz de los mayas, código clave de mi
libro La Tierra en Ascenso.
Habiéndome embarcado por un camino visionario, en aquella época
visité de nuevo a Méjico en 1968, y además estaba mejor preparado para lo
que iba a ver. Aparte de la visita al nuevo museo de antropología, el punto
importante de este paso era el viaje por tierra a Monte Albán, la ciudadela
Zapoteca o Pueblo Nube en lo alto de las montañas de Oaxaca. Monte Albán,
que data por lo menos del año 600 A.C., representa una fusión de las
influencias Maya y mejicana en su propio y único estilo cultural. Aquí están
las esculturas de los Danzantes, sacerdotes-chamanes danzarines en estado de
arrobamiento, y con cabezas de animales, y cuyos cuerpos están marcados en
su interior con jeroglíficos. Además, al lado de ellos encontramos los
caracteres del sistema matemático de los mayas, es decir, los signos del
Calendario Sagrado. También aquí, en la gran plaza del centro ceremonial en
la cima de la montaña, se encuentran el Observatorio de peculiar angulación.
Al ascender por los alrededores, y al examinar la identidad de los danzantes y
el significado de los signos del calendario recibí avises indirectos de una
presencia, de seres estelares o guardianes. ¿Quiénes eran ellos? .
No lejos de Monte Albán, en la pequeña villa de Teotitlan del Valle, aún
se celebran antiguas ceremonias y se tejen tapices de exquisita finura
geométrica y simbólica. Cuando estaba comprando en una pequeña tienda, el
propietario, que hablaba inglés, (su hermano, el tejedor, sólo hablaba
zapoteca) me dejó asombrado.
.
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José Argüelles
El factor Maya (Parte 1)
.
Como su carta de triunfo, él sacó dos tejidos del mismo diseño, uno en rojo y
negro, y otro en azul y anaranjado. El diseño de estos tejidos era digno de
atención porque estaba constituido por una sola línea; sin embargo, la línea
era una espiral y se proyectaba de tal manera que al dividir el paño en dos
partes iguales, creaba la imagen de un mandala óctuplo. Como yo mirara
asombrado, el propietario me hizo un guiño y dijo: “mire, los antiguos
mejicanos también conocieron el Ying y el Yang”. A causa de la cintilación de
los colores complementarios, azul y anaranjado, compré la manta, y al tomar
una cerveza ceremonial con el propietario, sentí que había pasado a otra
intersección de las zonas del tiempo.
Pero era 1968, una época de desasosiego y violencia en todas partes.
Mientras salía de Ciudad de Méjico, escuché por la radio las noticias sobre los
motines de Tlaltelolco, en los cuales murieron cerca de 400 estudiantes. Mis
pensamientos se dirigían más no sólo hacia las injusticias del mundo, sino a la
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El factor Maya (Parte 1)
visión distorsionada que prevalecía en
HUNAB KU
todas partes respecto al mundo no
Occidental, o Tercer Mundo. Esta
ocupación comenzó a informar a mi
enseñanza de historia del arte, y en Davis,
donde yo enseñaba en la Universidad de
California, me involucré en los esfuerzos
iniciales para la fundación de una
universidad nativa americana - la
Universidad Deganawicla - Quetzalcóatl.
Fue a través de estos esfuerzos como
me encontré con dos nativos americanos
que eran desertores, Tony Shearer y Sun
Bear. Tony estaba muy concentrado en las
profecías de Quetzalcóatl y en el
Calendario Sagrado, sobre los cuales
escribió muy hermosamente en un libro
llamado El Señor de la Aurora. Un libro
posterior suyo, Sobre la Luna y Debajo del
Sol, también describe al Calendario Sagrado, e incluye la imagen a la cual yo
llamo la triple configuración binaria, el diseño mágico de las 52 unidades,
dentro del Calendario Sagrado matriz de 260 unidades. Por inspiración de
Tony me interesé más en los estudios del Calendario Sagrado, o sea el
Tzolkin, como lo han llamado. Además, fue Tony quien me enseñó lo tocante
al significado de la fecha 1987 en relación con las profecías concernientes al
regreso de Quetzalcóatl.
Los esfuerzos de Bear para fundar la Tribu Bear, y su evidente llamado
para un regreso a la naturaleza y al modo de vida tradicional, me inspiraron
grandemente en aquella época, cuando yo estaba ocupado en llevar a cabo en
Davis el Primer Festival de Toda la Tierra. Y fue en 1970, en el Día de la
Tierra, cuando se lanzó el movimiento ecológico. Estas actividades y
ocupaciones continuaron mientras yo enseñaba en el Evergreen State College.
Fue allí, y en el invierno de 1972, cuando también me encontré con el
tradicional vocero Hopi, Thomas Banyaca, quien comunicó las profecías
Hopi. Siempre recordé que Thomas decia: “sólo aquellos que sean
espiritualmente fuertes, sobrevivirán la terminación del Cuarto Mundo y la
llegada del Quinto”. Entiendo entonces que esa época está estrechamente
relacionada con la fecha 1987, que Tony había compartido conmigo.
Los estudios sobre el pensamiento de los mayas y de los antiguos
mejicanos me influenciaron mucho para que escribiera mi libro La Visión
Transformadora (1975). Este libro es en esencia una critica a la civilización
occidental, empleando la metáfora de los hemisferios derecho e izquierdo del
cerebro, y utilicé “el Gran Ciclo Maya” de 5.125 años, el cual empezó en el
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El factor Maya (Parte 1)
año 3113 A.C., y finalizará en el año 2012, junto con el concepto hindú de las
cuatro eras o Yugas y el concepto de Yeats sobre los conos y tinturas, como
encuadre para observar la moderna “tiranía del
.
EL TZOLKIN, CALENDARIO SAGRADO DE LOS
MAYAS
hemisferio izquierdo”. Sin embargo, el único comentario de La Visión
transformadora que apareció en un conocido
periódico artístico, invalidó mis esfuerzos, porque yo había tenido la audacia
de evaluar el Renacimiento y la moderna civilización Occidental, desde la
perspectiva de cosmologías “extrañas” como la Hindú y la Maya.
En el verano de 1974, mientras estaba dando una clase sobre el arte
nativo americano y precolombino, en el instituto Naropa, completé una
amplia versión del Calendario Sagrado, utilizando el sistema de notación
Maya. Una versión similar de este calendario aparece como el mapa número 9
en La Tierra en Ascenso. lo que me impresionó con respecto a esta versión del
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El factor Maya (Parte 1)
Calendario Sagrado, fue el efecto rítmico de las veinte repeticiones de los
signos que van del uno al trece. Este fue el primer aviso oculto de que el
calendario podía ser algo más que eso. ¿Era una especie de Código?.
Durante aquella época, en la mitad de la década de los 70, mientras
vivía en Berkeley, me comprometí en un proyecto educativo de corta duración
llamado la Fundación Shambhala Tollan. Mientras Shambhala se refería al
reino mítico y místico del Asia central, tan fundamental para las enseñanzas y
la ciencia profética del budismo tibetano, Tollan (Tulan) representaba la
ciudad mítica, y la fuente de las sabias enseñanzas de los mayas y antiguos
mejicanos. Según mi intuición, entre los dos reinos legendarios existió alguna
conexión aún desconocida, una conexión no tanto en el plano terrestre, sino
en el cuerpo etérico del planeta. ¿Hubo aquí, en alguna época antigua, una
congruencia y una sincronización de tradiciones proféticas entre las de
Shambhala y Tollan?. ¿Estaban conectados de alguna manera el regreso de los
“guerreros de Shambhala”, y el regreso de Quetzacoatl?.
Mientras la visión de la fundación Shambhala-Tollan sobrepasó mi
capacidad para hacer algo práctico con ella, encontré en las enseñanzas del
budismo tibetano una base para mi mente. Al arrojarme intensamente en las
prácticas meditativas que me ofreció mi profesor, Chogyam Trungpa
Rinpoche, encontré en las enseñanzas Vajrayana un vasto contexto para
continuar mis investigaciones sobre las cosas de los mayas. En particular, las
enseñanzas exclusivamente mentales fueron más útiles para posteriores
consideraciones sobre el calendario maya, sus orígenes y, especialmente, sus
bases filosóficas o científicas. Al igual que las cosmologías budista e Hindú,
los mayas describen un universo con ciclos infinitos de tiempo y de
existencia. Si hay alguna diferencia, ésta consiste en que los mayas son aún
más exactos en sus cómputos de estos ciclos. En cualquier caso, la
contemplación de los ciclos más distantes, y que todo lo abarcan, condujo
inevitablemente a una reflexión sobre el hecho de que no estamos solos, y de
que existen infinitos otros sistemas de mundos que están más evolucionados
que nuestro propio sistema. Y, si hemos de establecer gran conocimiento y
comunicación, ¿cómo podría ser sí no a través del desarrollo de la mente, de
la claridad y expansión de la conciencia?. Durante la mitad de la década de
los 70, fueron publicados otros dos libros que estimularon mis pensamientos
cosmológicos sobre los mayas y su calendario, El Tiempo y la Realidad en el
Pensamiento de los Mayas, escrito por el filósofo mejicano Miguel León
Portilla, y Méjico Místico, de Frank Waters. Al tiempo que expresa simpatía
por la poesía de la imaginación Maya, y se amplía a una comparación del
pensamiento Maya con el taoísmo chino; el estudio de León Portilla no es
capaz de penetrar en la ciencia que hay detrás del calendario y la “obsesión”
de los mayas por el tiempo. Por otra parte, el estudio de Frank Waters, tiene la
virtud de presentar las tradiciones proféticas de los mayas y antiguos
mejicanos, en un contexto algo contemporáneo. En particular, él se centra en
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El factor Maya (Parte 1)
la fecha final del gran ciclo, que él ubica el 24 de Diciembre del año 2011,
como el momento para un gran cambio en la conciencia planetaria: “La
Llegada de la Sexta Era de la Conciencia”.
Y en 1976 viajé a Méjico otra vez. En esta ocasión me aventuré
finalmente en el territorio Maya, y visité la antigua localidad de Palenque.
Cuando mi familia y yo llegamos a Palenque, una tormenta tropical cayó
desde los cielos. Al trepar los nueve niveles de la Pirámide de las
Inscripciones, encontramos refugio en el templo que estaba en la cima.
Mirando desde el templo hacia afuera, fuimos saludados por un doble arco iris
que parecía brotar del Templo de los Vientos, no lejos de nosotros.
No hay duda de la magia de Palenque, con arco iris o sin él. Aquí es
donde fue descubierta la tumba del líder Pacal Votan en 1947 - y se trata de la
única pirámide sepulcral de estilo egipcio que hay en Méjico. En Palenque no
hay nada que no sea armonioso. Las esculturas en bajorrelieve de la Cruz en
Forma de Hojas, y de la Cruz del Sol, están más allá de toda comparación,
como lo es la tapa del sarcófago de la tumba de Pacal Votan. Sin embargo, lo
que más me atrajo fueron los remanentes de las pinturas al fresco en el
Templo del Viento. Sí, yo las había visto antes. Ellas habían llenado el canal
de mi mente, cuando me dediqué a pintar las Puertas de la Percepción diez
años antes.
Y es por la pirámide mortuoria de Pacal Votan, cuya cámara fúnebre
está decorada con el simbolismo de los Nueve Señores de la Noche, o sea los
Nueve Señores del Tiempo: por lo que el misterio de Palenque se vuelve
especialmente más intenso. La sensación de soledad y de silencio humano
está por todas partes. Al mismo tiempo, la sinfonía de la jungla baña a los
insectos en olas y crescendos de éxtasis continuo. Como una edificación de
los grandes centros clásicos de los mayas, que fueron desocupados en su
punto de apogeo, Palenque merece una pregunta: ¿Por qué fue abandonado
Palenque?. ¿Adónde fueron los sacerdotes, los astrónomos y los artesanos?.
¿Qué conocimientos se llevaron con ellos, y por qué?.
No más que a cien millas de Palenque, pero en lo alto de la sierra de
Chiapas, cerca a la frontera guatemalteca, está la villa de San Cristóbal. San
Cristóbal, que una vez fuera un importante centro colonial, ahora parece estar
levemente desolado y distante. Sin embargo, en las calles uno ve a los mayas
Lacandones de vez en cuando. Su larga cabellera negra que baja hasta más
allá de sus rodillas, vestidos con simples túnicas blancas, los Lacandones han
decidido quedarse con su propia gente, llevando una vida sencilla y sedentaria
en las tierras bajas de la jungla, donde ellos conservan el calendario, y viven
una vida rica en sueños. Entregando muy pocos secretos, ellos vienen a San
Cristóbal para hacer comercio menor, y luego marchar de nuevo hacia sus
parajes.
Al verlos me impresioné. ¿Los Lacandones de la actualidad,
descendientes de los antiguos astrónomos, qué papel juegan en el gran drama
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José Argüelles
El factor Maya (Parte 1)
del mundo?. ¿Es como lo sugiere la película “Chac” simplemente para
conservar la visión, ese tono aborigen sin el cual el mundo se desplomaría aún
más pronto de lo que podría parecer ahora?. ¿Cuántas cosas suceden en el
nivel de la psiquis nativa, que nunca vemos o conocemos, y que mantiene un
equilibrio necesario con la tierra?.
Un domingo, al tomar un coche fuera de San Cristóbal, visitamos una
aldea lejana. En la vieja iglesia, la cual era una iglesia solo en apariencia, los
indios dirigían su culto. El olor del incienso hecho con goma de copal, era
rico y denso. Las voces que cantaban alcanzaron periódicamente un armónico
extraño, y luego regresaron a una suave cacofonía. Afuera, los jefes, los
líderes locales se pasaban el uno al otro una vara montada en plata,
resolviendo las decisiones concebidas por sus electores. Observando todo
esto, yo me preguntaba -¿Quién habla por esta gente?. - o ¿es qué ellos hablan
de la tierra y por la tierra, y es eso todo lo que cuenta?.
El abismo aparente que existe entre los mayas de la actualidad y los
constructores de las antiguas ciudades, es de tal naturaleza, que no puede ser
juzgado por nuestro criterio de progreso material. Reflexionando sobre este
asunto, me acordé del mito Hopi respecto a Palat-Kwapi, la misteriosa Ciudad
Roja del Sur. En esta leyenda referente a las migraciones hacia las tierras
cálidas del Sur, se construye la ciudad del cuádruple templo de Palat-Kwapi,
siendo el objetivo de la construcción el de adquirir y consolidar un sistema de
conocimiento. El mandato consiste en que después de su construcción, los
constructores han de abandonar la ciudad, dejándola como un monumento al
conocimiento. Por olvidar este mandato, los habitantes empiezan a caer en
decadencia, pero una tribu rival los despierta. Al recordar su misión, la gente
abandona finalmente a Palat-Kwapi, la misteriosa Ciudad Roja del Sur.
Este mito se ajusta perfectamente al de los mayas. Su propósito era
codificar y establecer un sistema de conocimiento, una ciencia, y habiéndola
codificado en piedra y en un texto, habrían de marcharse luego. La
civilización como la conocemos, una fábrica para la producción de armas
destructivas, una formación comercial de comodidades para las criaturas, de
ninguna manera se adaptaría a este propósito ni a este sistema de
conocimiento. Un factor posterior entra en escena: Puesto que el sistema de
conocimiento y la ciencia de los mayas estaban tan relacionados con los
ciclos de tiempo, entendiendo que el tiempo es un conductor cualitativo de las
condiciones propias de las estaciones cósmicas o galácticas, ellos vieron un
período en el que se acumularían las tinieblas en el horizonte, y por esta razón
supieron también que era el momento de retirarse. Dada la condición del
mundo hoy, ¿quién dice que ellos no estaban en lo correcto?.
Al menos esos eran mis razonamientos hacia el final de la década de los
70, cuando entré a mi propio reino infernal de crisis personal, y de caída en el
alcoholismo. En 1981, cuando salí de esta dislocación del yo, y miré en
derredor, parecía que la crisis global de la década de los 60, ahora se había
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El factor Maya (Parte 1)
vuelto endémica, tanto así que esto fue dado por cierto. Mis propias
investigaciones me habían llevado a un lugar de síntesis, a ver la tierra como
un organismo completo. Sin embargo, mi sensación interior era la de que el
empuje repentino de la civilización moderna estaba llevando las cosas a un
punto en el que, o interviene lo divino, o la extinción será nuestro legado.
Para mí, la situación significaba dar un salto, hundirse en el abismo, en el
territorio mental que ha sido declarado inexistente, o como un tabú, por las
normas culturales prevalentes.
Por primera vez, en cerca de una década, opté por una forma de
expresión visual, como una salida principal para lo que yo necesitaba
aprender. A través de una serie de pinturas en collage y en tinta sumi,
realizadas sobre un gran tablero de oro o plata, la serie de Arte planetario, me
encontré entrando en una fase de armonización superior con la tierra. Había
llegado el momento de aceptar seriamente el concepto de la mente planetaria,
o conciencia planetaria.
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Por mis estudios de historia del arte, y por mis propias investigaciones,
había surgido en mí la convicción de que no solamente la tierra era un ser
viviente, sino la de que el modelo de su vida realmente informa, desde el todo
a la parte, sobre todos los aspectos de su evolución, inclusive del proceso que
llamamos civilización. El “arte planetario” describe la totalidad de la
interacción entre la gran vida de la tierra y la respuesta individual y grupal a
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esa más vasta vida. En este gran proceso, percibí vagamente a los mayas
como navegantes o cartógrafos de las aguas de la sincronización galáctica.
Por otro lado, unos 3000 años antes, al valerse de la gran pirámide, los
egipcios fueron los responsables de haber anclado y ubicado el rumbo de la
tierra en el océano de la vida galáctica.
El hecho de pensar, percibir, y sentir de esta manera amplia, condujo a
una extraña serie de exploraciones, encuentros, y coincidencias. En el otoño
de 1981 después de encontrarme con Lloydine Bums bailarina compañera de
visiones y de hacer amistad escribí un documento de “ciencia-ficción”
nominado Las Crónicas del Arte Planetario – La Elaboración del Quinto
Anillo. La perspectiva real de este cuento imaginativo del “arte planetario”,
ubicada en el futuro, pertenecía al sistema estelar de Arcturus. Cualesquiera
que sean los méritos de esta historia inédita, parecía imperativo desarrollar
una conciencia que mirase nuestros asuntos planetarios desde lejos, de modo
que de la confusión ocasionada por los periódicos de cada día y por el
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terrorismo nuclear, pudiese surgir algo coherente. Yo estaba por descubrir que
esta actitud también era esencial para penetrar por completo el misterio de los
mayas. ¿Podría ser el sistema de los mayas un código matriz, que,
sincronizado con un conocimiento básico y evolucionado galácticamente,
sería adoptado por las idiosincrasias de este planeta?.
Esta línea de pensamiento llevó inevitablemente al resumen de los
códigos matrices que constituyen La Tierra en Ascenso. Inicialmente empezó
como un texto sobre geomancia o “adivinación por medio de la tierra”, y el
principal punto de partida de este libro fue la coincidencia descubierta, o al
menos ampliada hasta la investigación científica y filosófica por Martín
Schönberger, sobre la identidad del I Ching y los 64 codones, que son las
palabras claves del ADN, es decir, del código genético. Para mí, el
descubrimiento relacionado, sincrónicamente, de que cada una de las
columnas, tanto horizontales como verticales del cuadrado mágico de 8 de
Ben Franklin, que consta de 8 unidades, suma 260; me llevó a considerar la
relación que existe entre el Tzolkin de 260 unidades del Calendario Sagrado
matriz de los mayas; y el I Ching. Lo que siguió fue el flujo espontáneo de
“mapas” o matrices que constituyen la Tierra en Ascenso, siendo la figura del
código clave, la “triple configuración binaria”, cuya base es el Calendario
Sagrado de los mayas.
Soy plenamente consciente de que, a muchas personas, los mapas de la
“Tierra en Ascenso” se les parecen a un lenguaje desconocido. Eso no es una
sorpresa, como no lo fue para mí mismo el hecho que el entendimiento real de
los mapas, no vino hasta después de la publicación del libro en 1984. Lo que
yo empecé a comprender lentamente, fue que los mapas, al igual que el
mismo sistema de los mayas, procedían de muy lejos. Ahora, hasta un poco
avanzada la década de los 80, verdaderamente yo no había considerado la
naturaleza de los ovnis o inteligencias extraterrestres. Pero con el fenómeno
de haber canalizado el material en La Tierra en Ascenso, yo había llegado a
un nuevo nivel de posibilidad. La obra de ciencia-ficción que había precedido
a La Tierra en Ascenso, con su perspectiva arcturiana, ¿fue una pista tanto
para el origen de la información como para el misterio de los mayas?. De ser
así, también estaba claro para mí que la transmisión de información desde
diferentes lugares de la galaxia no dependía de las variantes tiempo-espacio,
sino que, en vez de ello, señalaba hacia una principio de difusión resonante.
La consideración de vida e inteligencia en otros mundos, recibió un
ímpetu mayor al final de 1983, cuando me encontré con Paul Shay del
Stanford Research Institute, y con Richard Hoagland, un escritor científico
que anteriormente había trabajado con la NASA. Hoagland había estado
comprometido en las pruebas de las naves Viking en Marte, que se efectuaron
en 1976. El no había quedado satisfecho con la forma como la NASA había
manejado el descubrimiento de ciertos fenómenos en Marte, incluyendo un
“rostro” grande que parecía esculpido, y que estaba en la cima de una meseta.
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Y quedé anonadado al mirar las fotos ampliadas por el ordenador, con las que
Hoagland estaba trabajando. Algo parecido a un recuerdo se estaba agitando
en mí, pero esto era más grandioso, más profundo, e infinitamente más
acechante que cualquier otro recuerdo que yo hubiera conocido. Mi impresión
inicial fue de que una civilización -o vida evolucionada- se había desarrollado
en Marte, y que esta civilización había terminado en un final trágico y
funesto. Con el reconocimiento instantáneo de este acontecimiento como
consecuencia de haber mirado las fotos, también comprendí que el registro de
este acontecimiento de alguna manera aún estaba presente y activo en el
campo de la conciencia terrestre.
La mañana de la navidad de 1983 hice un descubrimiento conmovedor.
Deseando compartir con mi familia las “novedades de Marte”, para mi
regocijo encontré una foto del rostro marciano en un libro titulado El Nuevo
Sistema Solar, que yo poseía desde hacía varios años, pero al que nunca había
mirado cuidadosamente. Entonces, debido a que las cubiertas eran similares,
tomé una copia de la portada hecha por Lucy Lippard, que describía La
Influencia del Arte Primitivo Sobre el Arte Contemporáneo, el cual adquirí en
Los Ángeles, como obsequio, el día anterior a mi encuentro con Hoagland.
Abriendo al azar el texto de Lucy Lippard en la página 144, me conmoví por
causa de la foto que aparecía en al esquina izquierda superior: Era un rostro
demasiado familiar, un modelo de una escultura hecha por lsamu Noguchi,
realizada en 1947, 29 años antes de la misión Viking, y cuyo título era: La
Escultura que ha de Ser Vista Desde Marte.
Si la información de la NASA había evocado la realidad de la vida en
otros mundos, el descubrimiento de la obra de Noguchi, que habría tenido el
mismo tamaño del rostro marciano, de haber sido terminada me recordó con
asombrosa precisión, la transmisión de información con base en la difusión
resonante, un proceso que describí entonces como radiogénesis, que quiere
decir, la transmisión universal de información a través de, o como luz o
energía radiante. Y por supuesto, surgieron nuevas preguntas. ¿Cuál es la
relación que existe entre conocimiento y recuerdo?. ¿Puede también el futuro
ser nuestro pasado?. Lo que está sucediendo ahora sobre nuestro planeta,
¿puede ser, de alguna manera, la nueva presentación de un drama que ya ha
ocurrido en otros mundos?, y suponiendo que así sea. ¿Cómo podemos evitar
el peligro latente de la extinción?.
En una obra poética titulada Tierra Chaman, escrita a finales de 1984,
intenté tratar con estos interrogantes, y al mismo tiempo describir la historia
de la Tierra como un organismo consciente, usando como receptor mítico, la
descripción Hopi del paso entre los tres mundos anteriores hasta el mundo
actual, y el paso inminente a un quinto mundo. “La Tierra de Cristal”, que es
la imagen de la tierra presentada en Tierra Chaman, se debe en gran parte a mi
encuentro con la portadora del linaje de los indios Cherokee, la extraordinaria
Dhyani Ywahoo, a quien encontré en la primavera de 1984. Fue ella quien,
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dirigiéndonos una mirada a Lloydine y a mí, declaró: “vuestras mentes están
muy cerradas; debéis trabajar con los cristales”.. Inmediatamente
comenzamos a hacerlo así, y encontramos en los cristales una herramienta
muy singular para la armonización personal y para reunir información.
Intuyendo que la misma Tierra es de naturaleza cristalina, encontré
investigaciones que confirman esta posibilidad, tanto en la Unión Soviética,
como en los cartógrafos Elizabeth Hagens y William Becker. De algún modo,
la imagen de la Tierra como un cristal parecía proseguir junto con la noción
de la transmisión galáctica, de información a través del principio de la
difusión galáctica siendo ésta una clave para una aproximación al origen y a
la naturaleza de la matriz Maya.
A comienzos de 1985, fuí contactado por un Maya cuyo nombre es
Humbatz Men. Mi nombre le fue dado a Humbatz por Toby Campion,
miembro de una organización llamada la Gran Fraternidad Universal, cuya
actividad está ampliamente centrada en Méjico y en América del Sur. A través
de una serie de alegres llamadas telefónicas nocturnas, sostenidas en un
español chapurrado, supe que Humbatz estaba trabajando con 17 de los
“calendarios” mayas. La mayoría de los arqueólogos consideran la posibilidad
de que existe sólo una medía docena de dichos calendarios. Humbatz también
había escrito un pequeño texto cuyo título era Tzol”Ek, Astrología Maya. Por
medio de la perseverancia y la magia, Humbatz apareció finalmente en
Boulder en marzo de 1985, cuando dió una presentación titulada 1a Astrología
Maya”.
La clave de todo lo que Humbatz presentó, y que él mismo había
recibido mediante transmisión oral, estuvo en un aparte final que él hizo
durante su presentación. “Nuestro sistema solar, declaró Humbatz, es el
séptimo de los sistemas que los mayas describieron en su cartografía”. No hay
duda de que mi encuentro con Humbatz fue el evento más crucial en mi larga
historia de trabajo con el material maya. Discusiones posteriores con Dhyani
Ywahoo, como también un encuentro con Harley Swiftdeer, me confirmaron
que Humbatz me había dejado la pista más importante hasta ahora para
comprender la naturaleza del sistema de pensamiento maya. Realmente, la
información de los mayas fue transmitida desde muy lejos. Pero ¿exactamente
cómo y con qué fin?
Fue después de una reunión en el vagón del pensamiento neochamanístico, en la Fundación Ojai, que celebrada en abril de 1985, llamado
el Consejo de Quetzalcóatl, cuando la presencia del fenómeno que yo llamo
ahora el Factor Maya, finalmente se afianzó dentro de mí. Para expresarlo en
un sentido simple, el Factor Maya es el factor que fue subestimado en las
consideraciones sobre la historia humana, y en particular, en consideración
del conocimiento científico. Cuando lo miramos de nuevo, puede verse que el
Factor Maya es la presencia de una medida galáctica, un medio exacto para
ubicarnos en relación con la comunidad de inteligencia galáctica. Al mirarlo
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aún más íntimamente, aún microscópicamente, el Factor Maya es la
consideración de que estamos en un punto en el cual nos faltan sólo 26 años
para una sincronización galáctica mayor. O cambiamos los engranajes ahora,
o perdemos la oportunidad.
Mi encuentro con Terence Mckenna, autor de la intrincada obra “El país
invisible”, contribuyó grandemente a este entendimiento del Factor Maya,
porque también él, al trabajar con el I Ching, había sido arrastrado hacía las
cosas de los mayas. En particular, los fractales calendáricos de su I Ching, lo
habían llevado a la conclusión de que estamos implicados en un ciclo de
tiempo “final”, cuyo lapso de 67 años desde Hiroshima, en 1945, hasta la
fecha de sincronización maya en el año 2012 D.C., terminación del llamado
Gran Ciclo que comenzó en el año 3113 A.C.. En el verano de 1985, yo estaba
seguro de que el código que se encontraba detrás del Gran Ciclo, era una
clave para revelar el significado de nuestra propia historia, y un dilema
común. Así fue como me arrojé con renovada entrega dentro del Factor Maya.
Cuando preparaba mi más reciente viaje a Méjico, comencé a trabajar
intensamente con los jeroglíficos mayas. En particular, me involucré con los
veinte Signos Sagrados, que son los glifos claves del Calendario Sagrado. La
exposición de los estudios analógicos de R. A. Schewaller de Lubicz, sobre la
antigua simbología egipcia, me había dado un punto de partida para renovar
mis estudios sobre los glifos mayas. Fue algo profundamente revelador el
haberme sumergido en los glifos, y el haber hecho dibujos y varios arreglos
de ellos. Me encontré que por medio de los glifos realmente yo estaba
teniendo acceso a información. Esto me demostró que el Factor Maya no era
una cosa muerta o del pasado, sino que es un sistema viviente.
En diciembre de 1985, Lloydine y yo nos encontramos en Yucatán, en
la aún muy inexcavada e inmensa localidad, de Coba. El más septentrional de
los centros clásicos de la civilización Maya, anteriores al año 830 D.C., y uno
de los más grandes entre todos los centros, con 6.500 construcciones que no
han sido excavadas, Coba tiene un aspecto que es el resumen del enigma
Maya. Aún cubiertas por la jungla, las pirámides que se elevan hacia lo alto y
las plazas ceremoniales, proporcionan las áncoras para el punto céntrico de un
vasto sistema de carreteras rectas y planas, llamadas sacbeob, que están
marcadas y definidas por grandes esculturas jeroglíficas, algunas de las cuales
contienen fechas, o, ¿son estas fechas números armónicos?, que se refieren a
eventos de momentos críticos en el pasado distante, o en algún otro sistema.
Coba proporcionó los puntos de inicio y terminación del peregrinaje
que duró un mes, y que finalizó el 10 de enero del año 1986. En ese lapso
visitamos temporalmente a Ciudad de Méjico, dañada por un terremoto,
visitamos también a Teotihuacán, las tierras montañosas y volcánicas del lago
Patzcuaro y el lago Chapala. Una vez que regresamos a Yucatán, salimos con
nuestros amigos del grupo Cristaux, Francis Huxley, Adele Getty, Colleen
Kelly, y Robert Ott, a un viaje por Yucatán que incluía visitas prolongadas a
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Uxmal y Chichen ltza, como también a los fantásticos lugares donde están las
cuevas de Llotun y Balankanche, para volver finalmente a la costa del Caribe
y a Coba.
Las visitas a Uxmal y a Chichen ltza fueron útiles para ubicar en un
sitio lo que he venido a llamar la última o segunda legislación religiosa de
Kukulkan-Quetzalcóatl. Al llegar a Yucatán alrededor del año 987 D.C., a la
edad de 40 años, Kukulkan revitalizó los centros de Uxmal y Chichen ltza, y
fundó la ciudad de Mayapan antes de marcharse en el año 999 D.C. Un año
antes, o un poco menos tuve la oportunidad de escuchar al curandero Lakota,
Gerald Red Elk, hablar de la relación y en verdad identificación entre Cristo y
Quetzalcóatl. Examinando con madurez el antiguo emplazamiento de Chichen
Itza, el templo de Kukulkan, exquisitamente ordenado, y las numerosas
representaciones simbólicas relacionadas con Kukulkan, se me ocurrió que
Kukulkan-Quetzalcóatl quien, en el año 999 D.C. profetizó la llegada de
Cortés y la venida del cristianismo a Méjico, era, él mismo, una encarnación
del Cristo.
A la luz de mi naciente entendimiento sobre los mayas como
navegantes planetarios, y como cartógrafos del vasto campo psíquico de la
Tierra, del sistema solar, y de la galaxia aún más allá, dichos pensamientos y
ocurrencias, como la de la identidad de Kukulkan y Cristo, me iban
pareciendo menos y menos desaforados. Mi descubrimiento del filósofo de
los mayas, Domingo Paredez, cuyo libro síntesis, La Parapsicología Maya,
leí con ávido interés, estimuló mi ulterior percepción de los mayas como seres
dotados con aptitudes psíquicas, como también intelectuales y espirituales
altamente evolucionadas. A pesar de eso quedaba la pregunta, ¿de dónde
vinieron?. O al menos, ¿de dónde provenía su información?, y, ¿exactamente
cómo fue transmitida aquí?.
Mientras nuestra excursión siguió su camino descendiendo al Caribe, se
manifestaron otros conocimientos íntimos con respecto al Factor Maya. De
nuevo fue en Coba, mientras estaba de pie en la cima de la gran pirámide
llamada el Nohoch Mul, cuando el significado del “culto solar” de los mayas,
(como también el de los egipcios e incas), comenzó a hacerse más inteligible
para mi. En verdad, el sol no sólo es literalmente la fuente y sustentación de la
vida, sino que también es el mediador de la información transmitida hacia y a
través de él, desde otros sistemas estelares.
La llamada adoración al Sol, tal como se les atribuye a los antiguos
mayas, es en realidad el recuerdo y el reconocimiento de que la sabiduría
suprema literalmente está siendo transmitida a través del Sol o más
exactamente, a través de los ciclos correspondientes a los movimientos de las
manchas solares binarias. El Tzolkin, o sea el Calendario Sagrado, es un
medio para rastrear la información mediante el conocimiento de los ciclos
correspondientes a las manchas solares. El Tzolkin es también la matriz de
información que es transmitida al menos por dos sistemas estelares, creando
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José Argüelles
El factor Maya (Parte 1)
un campo binario de comunicación a través de las manchas solares. En cuanto
a las fuentes de información, parece claro que Las Pléyades es una fuente; y
muy probablemente Arcturus es la otra.
La última tarde en Yucatán la pasamos en uno de estos albergues de
techo de paja y hamaca, cuyo nombre era Chac Mool. Las olas del Caribe se
rompen y cabecean incesantemente sobre la playa invencible. De noche, las
estrellas despliegan su pabellón de recuerdos infinitos a través del cielo
obscurecido. Mirando detenidamente hacia los infinitos modelos geométricos
de las estrellas, los cuales se interpenetran, sentí que una increíble satisfacción
se vertía por todo mi ser. En el sonido del viento, en el sonido del oleaje,
viendo la deslumbrante magnificencia de las estrellas, un conocimiento
profundo y maravilloso se extendió tocando cada célula de mi cuerpo. Los
mayas estaban regresando, pero no en la forma que podríamos pensar de ellos.
Finalmente su ser, al igual que el nuestro, trasciende la forma corpórea. Y
precisamente por esa razón, su regreso puede suceder ahora dentro de
nosotros, y a través de nosotros.
Nos despertamos para saludar la aurora en Chac Mool. Nadando
desnudo en el alegre oleaje, miré hacia arriba. El cielo, iluminado con nubes
rosa y naranja, anunciaba la llegada del día. Diciendo adiós a los amigos y
conocidos subimos la costa para ir hacia Cancún, luego hacia el aeropuerto, y
hacia el decadente mundo industrial. Esta vez regresé más como yo mismo
que en otras ocasiones, y al mismo tiempo como si fuera otro. El Factor Maya
había sido recuperado. Quizás el ciclo mundial se pondría en concordancia
con el destino galáctico.
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José Argüelles
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