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San José y la caridad: un vínculo devocional e iconográfico 1 Sandra de ARRIBA CANTERO Universidad de Valladolid 1. Este trabajo forma parte de un proyecto de investigación subvencionado por una Beca FPU del Ministerio de Educación y Ciencia bajo tutoría del Catedrático Dr. D. Salvador Andrés Ordax. En 1593, Cesare Ripa describe en su Iconología la imagen alegórica de la Caridad como “una mujer vestida con traje rojo, que sostiene con su diestra un corazón ardiente, mientras con la siniestra tiene a un niño abrazado” 2. Si además observamos el grabado que en la editio princeps acompañaba al texto y que bien podría presidir hoy este congreso, apreciaremos cierto paralelismo con otra figura inmediatamente reconocible: la de San José con el Niño. Ahora bien, dicha similitud no se limita al aspecto iconográfico sino que, desde antiguo, la devoción a San José ha ido ligada a la acción caritativa y hablar de San José equivale a hablar de caridad. “Caritas” (Iconología, C. Ripa) “San José” (Carmelitas de Palencia) No vamos a detenernos ahora en las fuentes evangélicas donde queda patente cómo la vida de San José fue un continuo servicio a 2. RIPA, C., Iconología, Madrid 1987, t. I, p.161. 88 SANDRA DE ARRIBA CANTERO los demás. Tal vez por ello, a lo largo de la Historia de la Iglesia, se ha hecho en su nombre caridad. De sobra conocido y con larga tradición, es aquel sermón de San Vicente Ferrer donde se narraba el caso de un mercader valenciano que en Navidad invitaba siempre a tres pobres, una mujer con su hijo y un viejo, en recuerdo de la Sagrada Familia. Contaba el dominico que, tras la muerte del benefactor, Jesús, María y José le habían acogido diciendo: “Ya que tú nos recibiste en tu casa, nosotros te recibiremos en la nuestra”. Poco a poco, esta caridad hecha en nombre de San José se institucionalizará bajo diversas formas: cofradías, orfanatos, hospitales, congregaciones religiosas… Lo que comprobaremos al analizarlas será cómo, a través del arte, San José se hace presente en ellas encarnando su ideal caritativo como carisma esencial. Un ejemplo significativo de esta realidad lo encontramos en una de las instituciones más antiguas del mundo cristiano: las cofradías. Según cita el Código de Derecho Canónico de 1917, “las asociaciones de fieles que han sido erigidas para ejercer alguna obra de piedad o de caridad, se denominan Pías Uniones; las cuales, si están constituidas a modo de cuerpo orgánico, se llaman Hermandades y las Hermandades que han sido erigidas además para el incremento del culto público, reciben el nombre particular de Cofradías” 3. De este modo, y aunque en ocasiones se olvide, la razón de ser de una cofradía no es sólo el ejercicio devocional, sino también el caritativo y dicho carácter parece incrementarse cuando la cofradía en cuestión se intitula “de San José”. Así por ejemplo, a la Cofradía de San José de la Real Fábrica de Sedas de Talavera de la Reina (1789) se la conoció en algunos documentos como “Cofradía del Socorro” por su marcado acento benéfico4. Por su parte, la Cofradía de San José de Paredes de Nava (Palencia) se concibió para visitar enfermos en hospitales y asistir a entierros de forasteros, vagabundos5… Mientras, la Cofradía de San José de Maestros Entalladores de Valladolid consignaba junto a los deberes religiosos propios, la asistencia a hermanos cofrades visitándoles cuando se hallaran enfermos, auxilian3. Cánon 707. 4. REY, J.A., “La Real Fábrica de Sedas y la Sociedad del Patrocinio de San José de Talavera de la Reina”, en Estudios Josefinos, 51 (1972) 75-81. 5. PAJARES ANTÓN, M., “Aspectos de la religiosidad popular en la villa de Paredes de Nava en el Antiguo Régimen”, en Actas del III Congreso de Historia de Palencia, Palencia 1995. SAN JOSÉ Y LA CARIDAD: UN VÍNCULO DEVOCIONAL E ICONOGRÁFICO 89 do a sus viudas y huérfanos, acompañando su entierro… Todo ello no les impedía reservar una cierta cantidad de dinero para honrar debidamente a su patrón. Así, para la iglesia de las Angustias, contratan a Gregorio Fernández un San José “de bulto” y a Diego Díez Ferreras sendos lienzos con “El taller de Nazaret” y “La muerte de San José” 6. Este último, por cierto, ilustra perfectamente alguna de las prácticas caritativas de la cofradía arriba mencionadas, como esa obligación de acompañar entierros. Respecto a dichas prácticas, reseñábamos también la asistencia a hijos de cofrades fallecidos. Pues bien, aunque resulte tópica, lo cierto es que esta ordenanza parece cobrar especial sentido al tratarse de una cofradía eminentemente josefina. En efecto, San José es comúnmente llamado “nutritor domini” o “padre nutricio”. Al parecer, dicho término fue popularizado por San Bernardo y San Francisco de Sales tras leer una homilía atribuida a Orígenes, según la cual el ángel le dice a José “que sirva, conserve, guarde, tenga cuidado y mire por el recién nacido y por la que lo ha engendrado” 7. Tales recomendaciones resultan llamativamente similares a las reglas de una cofradía harto especial: la Cofradía de San José de los Niños Expósitos de Valladolid. Fundada en 1540 a imagen y semejanza de las existentes en Sevilla y Salamanca, se define, en palabras de Egido López, como “una aplicación de la más pura teología josefina, trasladada al orden práctico en su proyección social” 8. Pero la labor caritativa de esta cofradía no se detenía en la recogida de niños, sino que contenía varias fases: 1ª) Bautizo: De signo espiritual pero innegablemente caritativa, esta primera atención dispensada solía tener un carácter colectivo pero lleno de solemnidad. Por razones obvias, el nombre más veces impuesto es el de San José (hasta en 1773 ocasiones según el “Libro de Registros” 9) y aunque no lo llevaran directamente, todos eran apellidados “de San Joseph”, o bien “del Patrocinio”, siendo así conocidos con cierto estigma marginal como “hijos de San 6. GARCÍA CHICO, E., “La cofradía de San José de los maestros entalladores”, en Estudios Josefinos, 14 (1953) 235-257. 7. Revista de Estudios Josefinos, 12 (1952) 237. 8. EGIDO LÓPEZ, T., “La Cofradía de San José y los niños expósitos de Valladolid” (1540-1757), en Estudios Josefinos, 53-54 (1973) 84. 9. IDEM 90 SANDRA DE ARRIBA CANTERO Joseph”. Por otro lado, no hay que olvidar la tradición de llamar a un hijo “José” recogida en los apócrifos y dada a conocer por Isolano y Gracián: “Y si se diera el caso de que un pobre (…) impusiera el nombre de José a uno de sus hijos en tu honor, yo haré que en aquella casa no entre el hambre ni la peste, pues tu nombre habita allí de verdad.” 10. 2ª) Crianza: Los expósitos eran recogidos en un local conocido desde entonces como “Hospital de San José” cuya fachada, hoy desaparecida, ostentaba un elocuente relieve de la “Huida a Egipto”. Varias amas de cría se encargaban de la lactancia y una vez cumplidos los seis años, los huérfanos eran prohijados, continuaban su formación en los Doctrinos o se colocaban en las Reales Fábricas. 3ª) Entierro: Pese a todo, la tasa de mortandad era altísima y el entierro, la última caridad que se les dispensaba, tan solemne como había sido el bautizo. No hay que olvidar que los niños eran inhumados en la capilla de la cofradía, al pie de una imagen de San José, apelando tal vez a su ayuda para lograr buena muerte y alcanzar salvación. El coste de todo esto se cubría por medio de legados, limosnas, pensiones de la Corona o del Obispado y mediante la explotación en exclusiva por parte de la Cofradía de las representaciones de autos y comedias en la ciudad. Todo resultaba siempre poco pero, pese a todo, la cofradía no escatimaba en gastos a la hora de rendir culto a su patrón y así se constata en sus libros de cuentas 11: – Aceite de la lámpara de San José: 800 maravedíes – Cera para las festividades, misas y altar del glorioso San José: 6814 mvd. – Cinco festividades anuales de la Cofradía: 27423 maravedíes – Libros, taburetes, y otras cosas que se ofrecen entre año para la Capilla de San José y aderezos de ornamentos: 5211 maravedíes. Por otra parte, no sólo los niños vestían un manto pardo típico de las imágenes josefinas sino que, además, la efigie de San José presidía como hemos dicho, la fachada del hospital y la capilla, encargán10. SANTOS OTERO, A. de, Los Evangelios Apócrifos, Madrid 1963, p. 355. 11. EGIDO LÓPEZ, T., “La Cofradía de San José”, o.c. SAN JOSÉ Y LA CARIDAD: UN VÍNCULO DEVOCIONAL E ICONOGRÁFICO 91 dose todo a los mejores artistas del momento. Así ocurre con la Capilla de la Sagrada Familia en la iglesia de San Lorenzo, sede de la cofradía. Su diseño arquitectónico se debe a Melchor de Vega y Matías Machuca, mientras que el grupo escultórico titular es obra de Gregorio Fernández con policromía de Diego Valentín Díaz que, a tenor del contrato, no parece reparar en gastos: “… en cuanto al vestido de San Joseph, ha de ser la túnica verde el más subido que se pueda, hecho con todo cuidado, gastando en todo los mejores aceites y más a propósito para que los colores no mueran; el manto del Santo ha de ser amarillo, o si de aquí a que se haga pareciere mejor, otro color” 12. Además, solemnizan la fiesta de su patrón con “misa, música, sermón y procesión” donde se sacaba el grupo de Fernández “y unas andas con San José con el Niño Jesús de la mano” 13. En efecto, si el tema de la Sagrada Familia transmite con toda claridad un sentido de protección en el ámbito del hogar, otro tanto ocurre con la imagen de San José llevando al Niño de la mano. Así pues, como recoge el libro Empeños de poder 14, la iconografía de San José con el Niño en brazos, presenta al Santo en su faceta de padre que cuida y protege al desvalido; mientras que si el Niño es más mayorcito y va de la mano del padre, San José aparece en este caso como “guía”. De hecho, este tipo de San José “itinerante” con el Niño de la mano, se suele venerar muy acertadamente en México con la advocación de “San José del Buen Consejo” 15. En el contexto que nos ocupa, dicha función de “guía” bien podría referirse a la educación que, junto al techo y al alimento, había de proporcionarse también al acogido. Sin embargo, todo este despliegue de devoción sirvió de excusa a los ministros ilustrados para suprimir las cofradías, alegando que sus fondos se dilapidaban en festividades sin redundar en el bienestar de los niños. Por ello, Fernando VII trasladó todas las competencias de la cofradía a la recién creada Junta del Hospital de Niños Expósitos. 12. IDEM. 13. GARCÍA GUINEA, M. A., “San José en el arte barroco español”, en Estudios Josefinos, 4 (1948) 193. 14. BLACK, C., “Las imágenes milagrosas de San José en España y Sudamérica, las teorías del arte y el poder de la imagen en el siglo XVII”, en Estudios Josefinos, 95 (1994) 27-46. 15. CARRILLO, OJEDA, C., “La devoción a San José en la congregación de los misioneros de San José” en Estudios Josefinos, 97-98 (1995) 520 . 92 SANDRA DE ARRIBA CANTERO El golpe de gracia definitivo vendrá cuando, según Real Resolución del 17 de marzo de 1784, la cofradía quede suprimida junto a otras de similar cuño 16. Pero la experiencia vallisoletana sirvió para que, poco a poco, San José fuese considerado patrono especial de estos colectivos desfavorecidos. Ya con Felipe IV se había propuesto que todas las casas de expósitos del reino tuvieran por protector a San José “en reverencia y memoria de haberlo sido de Cristo y de la Virgen”. Finalmente, en 1729, el Padre Peralta le propone como Patrono de los Huérfanos y Necesitados, algo que en el siglo XIII ya había considerado el dominico Hugo de Saint Cher. Según este autor, existen cuatro Josés en las Escrituras: el hijo de Jacob, que prefiguró a Cristo; el esposo de la Virgen, que le cuidó; José de Arimatea que le enterró; y aquel llamado “el Justo”, que aparece en el apócrifo de las Actas de los Apóstoles y que anunció su resurrección. Por ello, el segundo José, el esposo de la Virgen, sería el encargado de proteger a los niños y a los débiles 17. De hecho, los sucesores decimonónicos de aquellas desaparecidas cofradías, los Círculos Católicos de Obreros, compartirán idénticos fines de carácter cooperativo y ayuda mutua para con los más necesitados. Además, como dichas asociaciones se dirigen a los obreros y es patrono suyo San José, una gran mayoría de ellas se pondrán bajo su advocación. Este fue el caso, en Palencia, del Círculo Católico de San José y de Socorros Mutuos, de Villamuriel de Cerrato 18; o el Sindicato de San José de Castrillo de Oruelo 19. Otra vertiente de la acción caritativa entre trabajadores fueron los “depósitos de piedad” avalados por la propia Rerum Novarum (1891). Dicho objetivo tenía, por ejemplo, el Pósito o Granero de San José en Urrea de Gaén (1903) y en el sentido estrictamente pecuniario, los Montes de Piedad. Fundados en el siglo XV por el franciscano Bernardino de Feltre, durante un tiempo se llamaron precisamente “Montes de San José” al estar bajo su patrocinio. Nacieron en Italia para conceder créditos 16. EGIDO LÓPEZ, T., “La Cofradía de San José y los niños expósitos, o.c. 17. DAVIS, J.J., “Hugh of St. Cher”, en Estudios Josefinos, 49-50 (1971) 296317. 18. REVUELTA GONZÁLEZ, M., “La Diócesis de Palencia durante el pontificado de Don Enrique Almaraz (1893-1907)”, en Actas del II Congreso de Historia de Palencia, Palencia 1990, p. 647. 19. CARASA SOTO, P., “Sindicalismo católico agrario y control social. (Palencia 1900-1921)”, en Actas del II Congreso de Historia de Palencia, Palencia 1990, p. 899. SAN JOSÉ Y LA CARIDAD: UN VÍNCULO DEVOCIONAL E ICONOGRÁFICO 93 a los pobres y, poco a poco, se extendieron llegando incluso a proyectarse en España un Montepío General que, aunque no prosperó, iba a denominarse significativamente “Real Monte de Piedad del Común de la Soledad y San José para viudas y pobres” 20. Ahora bien, dentro de lo que entendemos por necesitados habría que incluir también a los enfermos y, por tanto, otra vía a través de la cual cristaliza ese vínculo entre lo josefino y lo caritativo, será el mundo hospitalario y asistencial. Así pues, desde el siglo XVII, menudean los hospitales puestos bajo titularidad de San José, especialmente en Nueva España: “Hospital Real de San José de los Naturales” (México); “Hospital de San José de Gracia” (Querétaro); “Hospital de San José” (Aguascalientes); “Hospital de Nuestra Señora de Guadalupe y de Nuestro Señor San José” (Toluca), etc. También en la metrópoli encontramos ejemplos como los de Getafe (Madrid), Astudillo (Palencia)21 o el más moderno de Ciempozuelos (Madrid) 22. Sin embargo, respecto a la elección del nombre de San José para este tipo de lugares queremos deducir otra razón añadida: su ya aludida advocación como refugium agonizantium. En efecto, hay ocasiones en las que, por desgracia, a la enfermedad sigue la muerte y la atención al moribundo es, aunque penosa, labor obligada en un hospital. Procurar consuelo al que está próximo a morir es, sin duda, un acto más de misericordia y no en vano por ello, al fundador de la Pía Unión del Tránsito de San José dedicada a estos menesteres, se le llamó precisamente “Luis Guanella, el Garibaldi de la caridad”. Tal hipótesis explicaría, además, la presencia en el desaparecido Hospital de San José de Convalecientes (Benavente) de un insólito grupo escultórico con la muerte del Santo 23. Sea para proporcionar salud o para asistir al moribundo, lo cierto es que muchas veces este tipo de tareas eran, y son, desempeñadas por hombres y mujeres pertenecientes a congregaciones religiosas con un carisma muy específico. 20. LÓPEZ YEPES, J., Historia de los Montes de Piedad en España, Madrid 1971, t. I, p. 73. 21. CORREDERA, M. P., “La beneficencia en Palencia en el primer tercio del siglo XX. La sociedad de la pobreza”, en Actas del II Congreso de Historia de Palencia, Palencia 1990, pp. 833-848. 22. GONZÁLEZ VICARIO, M. T., Aproximación a la escultura religiosa contemporánea en Madrid, Madrid 1989. 23. VARIOS, Catálogo de la Exposición de Las Edades del Hombre en Zamora, Zamora 2001, p. 550. 94 SANDRA DE ARRIBA CANTERO En efecto, aunque alentadas por la Iglesia, todas las instituciones de las que hemos venido hablando hasta ahora (cofradías, hospitales…) son eminentemente laicas. Sin embargo, existen numerosas congregaciones religiosas donde el nombre de San José impulsa una destacada labor caritativa e incluso llama a ella. Deliciosamente ingenuo es el caso de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Huelva que, en la portería de su casa-asilo, mostraban una imagen de San José alrededor de la cual se colocaban, a modo de exvotos, recipientes con alimentos para llamar a la limosna 24. Otro ejemplo, aunque exceda los límites geográficos de nuestro trabajo, es el de los Hermanos de San José nacidos en Oullins (Francia) y destinados al consuelo de prisioneros, una forma más de entender la caridad 25. Centrándonos de nuevo en España, sabemos a través de sendas listas confeccionadas por Stramare 26 y Palomares Ibáñez 27 que existen, al menos, siete congregaciones de origen nacional intituladas “de San José”. Ambos autores, además, especifican la labor caritativa de muchas de ellas y ponen su acento sobre el hecho de que todas hayan nacido en el siglo XIX corroborando así a Llamas cuando afirma que “el siglo XIX es el siglo de San José porque le son consagrados institutos creados con el fin de proteger a la infancia, al infortunio o a la vejez” 28. Así pues, tenemos: a) Hermanas de San José (Gerona, 1870); quienes tomando de nuevo al Santo como Patrón de la Buena Muerte, mandan en sus Constituciones “poner especial dedicación a los enfermos que llegan al final de sus días, ayudándoles a lograr la muerte del justo como fue la de San José” 29. b) Josefinas de la Caridad (Vich, 1877): De entre ellas florecerá otra rama, las Carmelitas de San José, que junto a Cristo, la Virgen del Carmen, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, tienen al Santo 24. DÍAZ HERRERO, D., “Huelva Josefina”, en Estudios Josefinos, 18 (1955) 188-211. 25. STRAMARE, T., “Las congregaciones tituladas de San José”, en Estudios Josefinos, 73 (1983) 9-23. 26. IDEM. 27. PALOMARES IBÁÑEZ, J.I., “Congregaciones josefinas españolas y asistencia social en el siglo XIX”, en Estudios Josefinos, 78 (1985) 199-221. 28. LLAMAS, A., “La devoción a San José y su dimensión sociorreligiosa en el siglo XIX”, en Estudios Josefinos, 76 (1984) 170. 29. VARIOS, “Instituto de religiosas de San José de Gerona”, en Estudios Josefinos, 95 (1994) 77. SAN JOSÉ Y LA CARIDAD: UN VÍNCULO DEVOCIONAL E ICONOGRÁFICO 95 como “titular del Instituto, abogado celestial y ejemplo de vida humilde, pobre y sencilla en la casa de Nazaret” 30, mientras centran su dedicación al cuidado de enfermos y ancianos y a la educación de niños y jóvenes. c) Carmelitas Teresas de San José (Barcelona, 1878), cuyas fundadoras, Teresa Toda y Teresa Guasch, recogían a las niñas huérfanas o abandonadas. d) Madres de los Desamparados y San José de la Montaña (Málaga, 1881): Atienden ancianos y huérfanos. De hecho, desde su santuario en Barcelona, la Pía Unión de San José de la Montaña tiene establecido “cooperar en las necesidades del asilo y promoción de los niños huérfanos e imitar a San José en la pureza, humildad y caridad” 31. e) Josefinas de la Santísima Trinidad (Plasencia, 1887): Dedicadas a la beneficencia, pero también a la enseñanza. En efecto, como hemos podido observar, muchos de estos institutos incluyen dentro de sus tareas la acogida de niños y jóvenes a los que, lógicamente, se les proporciona una educación. Tal vez en este sentido, uno de los ejemplos más representativos sea el de las Misioneras Siervas de San José y su rama catalana de las Hijas de San José. Las Siervas nacieron por iniciativa de la salmantina Bonifacia Rodríguez Castro, maestra costurera que, aconsejada por los padres Lluch y Butiñá y abrumada por toda la problemática surgida al hilo de la Revolución Industrial, decide fundar en 1874 una Congregación “para fomentar la virtud en los talleres por medio de la oración y el trabajo” 32. De hecho, dictan sus Constituciones que “las casas de esta Congregación serán denominadas TALLERES DE NAZARET, siendo su modelo y ejemplar aquella pobre morada en donde Jesús, María y José ganaban el propio sustento con su trabajo y el sudor de su rostro. Por su parte, las acogidas serán las mujeres sin colocación o sin trabajo que quisieren afiliarse al Taller, cooperando al sostén del mismo con su trabajo las que fueran capaces del 30. Estudios Josefinos, 107 (2000) 124 31. TAMAYO, M.M., “Madre Petra de San José, apóstol josefino del siglo XIX. Su vida y su obra”, en Estudios Josefinos, 66 (1979) 236. 32. CÁCERES SEVILLA, A. de, “Madre Bonifacia Rodríguez y San José”, en Estudios Josefinos, 74 (1983) 217. 96 SANDRA DE ARRIBA CANTERO mismo y a las inválidas se las asistirá con toda caridad como a las que trabajaren” 33. Su lema “FE, TRABAJO Y AMOR” compartía protagonismo, en toda una declaración de intenciones, con la imagen de la Sagrada Familia que presidía cada uno de los talleres fundados por las Madres. Por si esto fuera poco, el escudo de la orden muestra los clásicos lirios asociados a San José, dejando así claro quién las inspira. Pero las Siervas, al igual que otras congregaciones, también ampliaron su radio de acción a las niñas huérfanas o abandonadas y a las hijas de padres trabajadores. Éste será el origen de sus colegios, uno de ellos con sede en Palencia. Es lógico que, si buscaban vivir como San José vivía, tomaran al Santo como modelo de maestro y “educaran a las jóvenes desamparadas como si se tratase de educar al mismo Jesús”. Como consecuencia, en las capillas de los colegios de Madrid, Salamanca, Cuenca y Palencia prolifera un curioso tipo iconográfico: “San José enseñando a leer al Niño”. Símbolo de su condición de maestro y pedagogo de Cristo, hablamos de obras realizadas entre los siglos XIX y XX; pero, paradójicamente, se trata de una iconografía que en España no había gozado de gran aceptación y fue incluso objeto de discusión teológica durante el Barroco. Así se pone de manifiesto en El pintor cristiano y erudito cuyo autor, Interián de Ayala, relata como “un hombre digno de toda fe me contó haber visto él mismo con sus propios ojos, que no ya la Virgen sino San José, enseñaba a leer en un libro al Niño Jesús: lo cual, no es como quiera una invención, sino una invención errónea; y tal pintura, a juicio de todo hombre prudente, debería quitarse, por contener un error manifiesto y verdaderamente intolerable. Porque Cristo Señor Nuestro ni en cuanto Dios ni en cuanto Hombre, fue enseñado ni pudo serlo por criatura alguna, de cualquier dignidad o santidad que fuese” 34. Pero en el siglo XIX, lejos ya el peligro de herejía, es posible que las nuevas teorías educativas promovieran un cambio de mentalidad donde la educación como herramienta de desarrollo ya no se consi- 33. Estudios Josefinos, 3 (1948) 125-131. 34. INTERIÁN DE AYALA, fray Juan, El pintor cristiano y erudito, Madrid 1782, p. 215. SAN JOSÉ Y LA CARIDAD: UN VÍNCULO DEVOCIONAL E ICONOGRÁFICO 97 deró un privilegio, sino un derecho. Proporcionarla es, por tanto, un acto de caridad y la presencia de San José en su faceta de padre y maestro adquiere ahora más significado que nunca. Como resultado, la iconografía de “San José enseñando al Niño”, quedó recuperada para la Historia del Arte. “San José enseñando a leer al Niño” (Colegio Siervas de San José, Palencia) En definitiva y para terminar, muchos han sido los Santos que con su ejemplo de vida han fomentado el ejercicio de la caridad, pero tal vez ninguno tan pionero como San José. Lo que hemos pretendido con este trabajo ha sido enumerar aquellos casos en los que, a lo largo de la Historia de la Iglesia, se ha dado esa simbiosis entre lo josefino y lo caritativo, indicando además cómo el Arte se encargó de reflejarlo a través de una serie de iconografías muy particulares. De esta manera, siempre le quedó claro al devoto hasta qué punto San José se identificaba con todas las formas de hacer caridad y así lo atestiguan estos versos de Valdivielso, autor en 1604 de un largo poema titulado Vida, excelencias y muerte del gloriosísimo patriarca San José, esposo de Nuestra Señora. Que ellos sirvan, pues, de conclusión: 98 SANDRA DE ARRIBA CANTERO “Pasa sus verdes y floridos años en oración y abstinencia; cual Abraham hospeda a los extraños, hartando a los hambrientos su clemencia y remediando los secretos daños con dinero, consejos y prudencia; es padre del pupilo y viuda triste; cura al enfermo y al desnudo asiste. Ya visita los pobres hospitales, puerto seguro para entrar al Cielo y, haciendo propios los ajenos males, de todos es universal consuelo; las cárceles con manos liberales gozoso alegra en tanto desconsuelo, y en las misericordias de Tobías, contento pasa sus lozanos días.” (José de Valdivielso)