Teresa Urrea Santa De Cabora Obra Teatral Juegodenaipescorella

Una Obra de Teatro basada en los personajes del libro de la Santa de Cabora
View more...
   EMBED

Share

Preview only show first 6 pages with water mark for full document please download

Transcript

1 Juego de naipes Roberto Corella PERSONAJES: Teresa Urrea. La santa de Cabora. Tomás Urrea. Su padre. Lauro Aguirre. Ingeniero, periodista, revolucionario. Mariana. Amiga inseparable de Teresa. José Luis. “Doctor” de Teresa, excombatiente, minero. Juan. Excombatiente, minero. Cónsul. Representante del gobierno mexicano. Pomposo. Excombatiente, preso, traidor a la causa. Guadalupe. Traidor. Sombras, Fantasmas. Naipes. José Luis y Juan trabajan en una mina. Teresa Urrea, Mariana, Tomás Urrea, Lauro Aguirre, por un lado, y Pomposo, el cónsul y Guadalupe, por otro, deambulan. Naipes. 2 Vuela el as. Teresa: Dios está de nuestro lado. Esa es nuestra carta mayor. Que Porfirio Díaz prepare su tumba, me dijo. Debemos ir a donde esté el dinero y tomarlo. De donde sea, hay que tomarlo. La revolución es la revolución, me dijo. Que ganaríamos, me dijo… (Pausa.) Volveremos a México, padre. Volveremos a Cabora. ¿Dónde hay dinero? Necesitamos dinero. Lauro: Es un hecho, entonces, Teresa. ¿Empezamos por Nogales? Ya hablé con personas de allá y nos van a apoyar. Ya les distribuimos el Plan Restaurador de la Constitución y Reformista y están de acuerdo en luchar siguiendo sus postulados. Hay treinta mil dólares en la aduana. Tenemos gente. Sólo falta fijar la fecha. Tomás: Suficiente. Los tomamos, compramos armas y rifles y nos vamos a Sonora a armar la revolución. Lauro: Pienso que sería preferible realizar un ataque conjunto. Tomar aduanas de Sonora y Chihuahua al mismo tiempo. Tomás: Una cosa a la vez, Lauro… Lauro: No es mala idea, Tomás. Escuche: un ataque sorpresa: Nogales, Palomas y El Pegüis. El gobierno no tendría oportunidad de hacer nada contra nosotros. Se volvería loco. Tomás: Sí, pero ya no sería ataque sorpresa, Lauro. Usted se encargó de anunciarlo por todos lados. Lauro: Y fui a dar a la cárcel por ello. Lo hice para generar temor al gobierno. 3 Tomás: Mala decisión. Lauro: No, Tomás. Si la gente se entera que la santa de Cabora es la que convoca a la gente, más miedo les dará. Tiemblan con la sola mención de su nombre. Todavía recuerdan la pesadilla de Tomóchic. Teresa: Yo tiemblo al pensar en Tomóchic, Lauro. Me duelen mucho los muertos. Lauro: Por ellos es la lucha, Teresa, para vengar esas muertes atroces. Teresa: Por ellos, sí, y porque las cosas regresen al orden, pero, ¿más sangre? Tomás: Con tu protección no la habrá. Teresa: La de Dios. Tomás: Sí. Lauro: ¿Quién es responsable de la violencia? ¿El que la provoca o el que se defiende? Teresa: Tres años alimentando la venganza… Llegó la hora del asesino de tantos y tantos grandes hombres que tuvieron el valor de enfrentársele. Lauro: ¡Vamos, entonces, a la acción! Tomás: ¿Seguro que tenemos gente, Lauro? Lauro: ¿Cree que le mentiría? Tomás: Si es así, Lauro, Teresa, nuestros ojos verán el triunfo de la justicia. Teresa: Adelante. Dios me ha dicho que sí. Entonces, sí. ¿Qué opción legal tenemos? Ninguna. Mientras el hombre abuse de la fuerza y con ella suplante a la justicia, la revolución es el único medio de los débiles. Adelante, Lauro. Adelante, padre. 4 Vuela el dos. José Luis: Eran muchos hombres a caballo, saliendo de la iglesia de Tomóchic. Al frente de ellos iba Teresita, en su caballo blanco con alas. ¿Cómo no les iban a tener miedo los soldaditos? ¡Hey! ¡Juan! ¡Atiende, pues! Juan: Sí, pues… ¿Por qué tan nervioso? Habla menos y trabaja más. José Luis: Nervioso… Mataron como a ochocientos… Nervioso… Cómo te rieras… Juan: ¿Qué me importa? Allá los soldados, que se lo creyeron. José Luis: ¿Nomás los soldados? Todos lo vieron. Juan: Ja. Órale, a trabajar, huevón. José Luis: Ignorante. ¿Cómo, si no, unos cuántos le iban a ganar a más de mil? Juan: Eran buenos con el rifle. Tenían rifle, no como nosotros. Muévete. Luego me dejas a mi todo el trabajo, viejito. ¿Qué teníamos nosotros en Nogales? José Luis: Su palabra, su bendición (Gesto de desaprobación de Juan.). Te voy a leer esto, pa´ que se te abra la sesera. Lo escribió la niña: (Lee.) Acuérdate que el 11 de agosto es el día que irás a Nogales. Tomarás el pueblo y te vengarás. Acuérdate que Santa Teresa está siempre contigo y que por medio de su milagrosa influencia ningún daño os podrá ser hecho… Juan: (Deja de trabajar.) Mineros… José Luis: Fuimos… Peleamos. Juan: Ahora somos mineros… No revolucionarios ni campesinos… Mineros en otra tierra. José Luis: La revolución... La de nosotros. Juan: ¿Dónde está la tierra de nosotros, pues? ¿Dónde está la gente de nosotros? Era la revolución de Teresita, de don Lauro, de don Tomás… 5 José Luis: Y de nosotros. Juan: ¿Nosotros? ¡Ja! Huyendo a pata de perro, cambiándonos el nombre… Jum… Mineros… José Luis: Nos faltó la bala. Con bala, ¿qué nos hubieran hecho? Juan: … Acaríciame los pechos… José Luis: Con bala y con más rifles… ¿Qué? Juan: … Con tus manos. José Luis: ¿Qué? Juan: … Con tu boca, acaríciamelos. José Luis: Hazte… Juan: Así me decía la Matilde cuando nos juntamos… Acaríciame los pechos… José Luis: Ah, pos sí… Juan: Y yo le hacía caso. Y, pues, ya entrados, la acariciaba todita. José Luis: Ah, la Matilde. ¿´Onde anda? Juan: Aquí la tengo, clarita. ¡Qué pechos! José Luis: Pos, sí. Juan: ¿Eh? José Luis: Pos, no. Juan: ¿Qué se me hace? José Luis: Pos, no. Juan: ¿Y qué? José Luis: ¿Qué? Juan: Los agarraron a todos… A muchos los mataron… Faltamos nosotros, nomás… Huyendo… Escondiéndonos… José Luis: ¿Tú qué? A ti no te agarraron. 6 Juan: Pos es que yo no soy bruto… Es lo que te decía. Nos faltaron armas y parque (Pausa. Ríe). Serás pendejo. Ni te vendieron nada, tú. José Luis: Pos, no. No quisieron. ¿´Onde anda la Matilde? Juan: Y de todos modos te agarraron… José Luis: Pero no me pudieron probar nada. Acá ando, pues. Me tuvieron que soltar. Juan: Te salvaste de esa, viejo. Pero si te vuelven a agarrar… José Luis: Me salvé porque ella me ayudó. Y si me vuelven a agarrar me vuelve a ayudar. Juan: Jum. José Luis: ¿Jum qué? Juan: Pues la niña Teresita, que no fue pa´ Nogales. José Luis: ¿Pa´ qué iba a ir? Juan: Pues ella dijo. José Luis: Perdimos… Juan: Nos mandó mucho pa´… José Luis: ¡Cállate!... ¿Pa’ qué iba a ir? Corrimos. No hubo dinero, no hubo bala, no hubo más rifles Winchester. Juan: Dios no quiso la revolución. José Luis: Nos faltó la bala. Con todo y los poderes celestiales de Teresita, nos faltó la bala… Juan: Dios no quiso. José Luis: Ya no seguimos pa´ adelante, donde nos esperaban los yaquis. Nos regresamos. Juan: Muy bonitas palabritas… Nomás… No fue… ¿Y llevabas dinero, tú? José Luis: ¿Eh? 7 Juan: Pa´ comprar la bala, pues. José Luis: Pos, no. Juan: Si serás… ¿Cómo querías que te la dieran, pues? José Luis: Todos sabían que yo era el doctor de Teresita. Siempre me daban lo que les pedía. Juan: Pero ese día, después del asalto, ¿a quién se le ocurre? José Luis: Pos a mí. No teníamos, pos fui a buscar. Juan: Te digo… Hijuela… Los ejércitos de aquí y de allá correteándonos... Gringos y mexicanos. Y tú encerrado. José Luis: Se enojaron. Juan: Y a correr… A desperdigarnos… Y Teresita no vino. José Luis: ¿Pa’ qué iba a venir, pues? Si corrimos… ¡Órale! Hazte a un lado. Juan: La Matilde, pues… José Luis: ¡Hágase! Juan: (Lo ve.) Jum… Viejo apestoso… Cagado… José Luis: Órale… Juan: No te me acalambres… José Luis: Cobarde… No sé pa´ qué le entraste… Qué se me hace que ni es cierto, lo de la Matilde… Juan: Te voy a andar diciendo ónde anda… José Luis: Y luego ni crees en la niña… Juan: Rajón… Soy fuerte, valiente. Soy yaqui. Por eso le entré. José Luis: Serás yaqui, pero no pareces. Y no me busques, porque me puedes encontrar. Juan: ¿Y qué, viejo? José Luis: Nomás te digo. 8 Juan: A trabajar, viejito huevón. Vuela el tres. Ruido de pájaros volando. Se escuchan su aletear y sus trinos. Teresa entra en ese mundo. Mariana la acompaña. Vuelan. Teresa: Muerta, no… No estoy muerta… Siente… Siente el aire… Viajo… Vuelo… Hablo… ¿Escuchas, Mariana? ¿Sientes el vuelo? Me dicen: ¿qué quieres ser? Me dan a escoger… Pascola, venado, cancionera, profeta, curandera… Me dicen… Las voces… Mariana: Teresa… Teresita… Teresa: Yo los oigo… Les digo que me lleven arriba… Me llevan… Yo vuelo… Viajo… (Pausa.) Mientras me vieron inmóvil, sin respirar, estuve con Dios. Mariana: ¿Cuando parecías como muerta? Teresa: Él me dijo que regresara a la tierra a curar… Me dijo cosas… ¿Vamos a Roma, Mariana? Allá están enterradas las verdaderas escrituras que Dios dejó. Las que usan los sacerdotes y el papa son falsas. Las cambiaron para obligar a la gente a hacerles caso en sus idioteces. Yo puedo ir en una noche, desenterrarlas y traerlas. ¿Vamos? ¿Ves las iguanas? Iguanas volando… Cuidado con esas culebras, Mariana… Son traidoras, venenosas, como los curas... Pobrecitos los sacerdotes que están mal ante los ojos de Dios, porque no cumplen con sus deberes. Mariana: Siento… Veo… Yo también vuelo… Teresa: Míralas… Se mueven sigilosas, y cuando te descuidas te lanzan la mordida venenosa… Como el gobierno… Igualito… El gobierno nos ha quitado lo que 9 tenemos y quiere más… No te separes… Ya tiene nuestras tierras, ahora quiere nuestra religión, nuestra alma, gobernar en nosotros hasta después de muertos… Mariana: Yo voy contigo, Teresa, a donde tú mandes… Teresa: Vendrá… Cristo vendrá. Mariana: Tú eres gobierno, Dios. Tú eres patria, Dios. Teresa: Abre los ojos, Mariana. ¿Ves? Mariana: Veo. El paraíso, Teresa. El paraíso terrenal. Teresa: Lauro y mi padre dicen que la única manera de llegar a ese mundo es haciendo la revolución. Mariana: Sí, Teresa. Teresa: Dios me lo dijo… Me dijo… Mariana: Vamos, Teresa. Sigue los designios. Teresa: Me corrieron… Como asesina, como ladrona, como basura me corrieron de México… Culebras… Mariana: Aquí estamos muchos, niña… Siguiéndote… Teresa: Sí… Pájaros volando… Vuela el cuatro. Cónsul: Firma aquí. Pomposo: Y yo, ¿qué gano? Cónsul: Te exoneraremos. Pomposo: Pero me mandarán a México bien preso. 10 Cónsul: Por un tiempo, nada más, en lo que se calman las cosas. Recuerda que aquí estás preso. Se te puede dar cadena perpetua. Firma. Pomposo: Quiero garantías. Cónsul: Las tendrás. Firma. Pomposo: Quiero que ellos paguen. Cónsul: Pagarán. Pomposo: Teresa, más que nadie. Ella es la líder. Cónsul: ¿Ella o Lauro Aguirre? Pomposo: Los dos. Cónsul: Ya lo sabemos. Ya todo está allí. Firma. Pomposo: ¿Los expatriarán? Cónsul: Sí. Pomposo: ¿Bajo qué delito? Cónsul: Sedición. Pomposo: No les podrán probar nada. Tiene que ser un delito del orden común; si es político, no los extraditarán. Cónsul: Sólo firma. Yo me encargo de lo demás. Pomposo: Son astutos. Ellos saben cada paso que dan, usted y todos los representantes del gobierno. Identifican a cualquier espía. Es una red muy bien organizada. La única manera de acabar con ellos es matándolos. Cónsul: Pues mátalos. Pomposo: ¿Yo…? Yo no... Teresa tiene poderes… Muchos poderes… Yo no quiero verla… Si la veo, me vuelve a convencer de luchar por ella… No, yo no… Cónsul: ¿Eres un cobarde? ¿Eres un cochino cobarde? ¿Cómo huiste de la cárcel de Hermosillo, entonces, para unirte a esos miserables? ¿Cómo luchaste? 11 Pomposo: Ella me daba fuerzas… Ella convence a cualquiera… Es el diablo… No, yo no puedo… Cónsul: ¿Cómo te comunicabas con ella, si estabas preso? Pomposo: Ella y don Lauro me enviaban cartas… Cónsul: ¿Cartas? Pomposo: Cartas… Recados… Los otros presos me hablaban de ella…Muchos la habían conocido en Cabora. A unos los había curado, otros habían participado en el ataque a Navojoa… Luego, yo la soñaba… Me decía que se iba a hacer la revolución y que yo sería General… Me hablaba de Tomóchic… Decidí huir, seguir a Teresa… Fue fácil escapar. Ella me dijo luego que fue fácil porque ella me abrió las puertas y cegó por un momento a los guardias… Cónsul: ¡Firma! Pomposo: No… No puedo… Teresa es Dios… Es el diablo… Ella lo sabe todo… Puede estar aquí ahora y nosotros no verla… Es invisible… Vuela… No… Cónsul: ¡Cobarde! ¡Todos son unos cobardes! ¡Necesito un hombre que enfrente a ese engendro! ¡Un hombre, no una caricatura! ¡A un lado! ¡Hazte a un lado, miserable! ¡Poco hombre! Pomposo: Es que… (Pausa. Piensa.) Yo no puedo, pero… Cónsul: ¿Pero, qué? ¡Habla, basura! Pomposo: Déme de eso que está bebiendo… Si usted me ayuda, le consigo quién lo haga... Está bueno… Suave… Muy diferente al que bebemos en el monte. Cónsul: Que te acompañen. Vayan por ese. Pomposo: (Saliendo.) Yo no puedo, pero él sí podrá… ¿Me dejará en libertad? Cónsul: ¡Vete ya! ¡Basura! 12 Vuela el cinco. Teresa, ausente, en una mecedora, Lauro y Tomás. Tomás: ¿Y? Lauro: Las… No sé… ¡No sé qué pasó! Tomás: ¡Pasó que fallaron! ¡Fallaron! ¡Tenían todo para ganar y fallaron! Lauro: Los gringos lo echaron todo a perder… Tomás: Muchos hombres… Que tenía muchos hombres… Teresa: Dios… Tomás: Tenemos que entrar otra vez, más organizados, mejor armados… Quiero venganza, Teresa… ¡Venganza! Lauro: Yo no estuve allí, que si no… Tomás: ¡Usted! Usted no sabe de guerra, Lauro. Usted, al escrito, a la palabra, al discurso. ¿Quién sí sabe de guerra, Lauro? Necesitamos un estratega… ¿Por qué los nogalenses no acudieron al llamado? Usted dijo que era seguro su apoyo, Lauro. ¿Qué pasó? Lauro: Tendrían miedo. Tomás: O nunca se comprometieron y usted mintió. Lauro: Una vez más le digo que yo no miento… Tomás: Firmaron en contra nuestra. No sólo no nos apoyaron, sino que nos acusan… Insinúan que hay amoríos entre usted y mi hija… Lauro: ¿Va a creer eso? Tomás: Ya no sé qué creer. Teresa: Sangre… 13 Lauro: Yo puedo hacer la revolución, Tomás… Yo sé… Venganza, Teresa... Por nuestros derechos tan violentados… Porque es lo justo… (Pausa.) Ella es una santa, Tomás… ¿Cómo puede haber espacio para la duda? Tomás: (Irónico.) Venganza… Con doce rifles, dos caballos y una cuarentena de indios mal alimentados que caminaron treinta kilómetros sin parar, quiere venganza… Lauro: Es lo único que conseguimos. No tenemos dinero, Tomás. Teresa: No… Tomás: Ataque conjunto… Sólo a usted se le ocurre… Veinte aquí, treinta allá, cuarenta acullá… En lugar de juntarlos, de hacer una sola fuerza… Lauro: Eran más, Lauro. No se unieron. No sé qué pasó. Tomás: ¿Y los soldados? ¿No que los iba a convencer de que desertaran al ejército y se nos unieran? Lauro: A usted le hacen caso, Teresa; creen en usted. Si logramos que los soldados se unan, evitaremos que la sangre se derrame inútilmente. Usted puede lograrlo. Tomás: ¿Entiendes, Teresa? Hija… (Ella apenas se mueve.) Te necesitamos para que convoques a la gente… Teresa: No. Lauro: Pelear, Teresa, para regresar a México. Por el derecho a la mujer a votar y ser votada… Por los tomoches, por los mayos, por los yaquis… Por tantas y tantas víctimas del asesino. La vida mejor está por llegar. Nosotros tenderemos los puentes necesarios para lograrlo. Dios nos ayudará… Se hizo ruido, Teresa… Están muy asustados… Eso es ganancia… Es triunfo nuestro… Teresa: (Explotando.) ¡Yo no quería muertos y los hubo! ¿Cómo hablar de triunfo si en la tierra quedó la sangre de gente nuestra? Dios no los protegió. Me dijo que 14 lo iba a hacer y no lo hizo. ¡Hubo sangre! ¡Sangre inocente! (Viendo fijamente hacia adelante, como poseída.) Mis manos… Mis manos de hechicera… Mis manos teñidas… Tomás: ¡Aquí, Teresa! ¡Aquí! Teresa: ¿Cuál patria quieres? ¿Cuál patria tienes? ¿La del indio? ¿La del español? ¿La de los gringos? ¿La de Porfirio? Lucho por una patria… ¿Cuál patria? Tomás: Porfirio, Teresa… ¡Venganza! ¡La justicia! Teresa: La del norte, la del centro, la del sur. Hecha jirones, la patria sin Dios. Tomás: ¿Dios? ¿Dios? ¡No hay Dios! ¡Si no hay justicia no hay Dios! Teresa: Patria sin Dios. Tomás: ¡Teresa! Teresa: ¡Yo hablo con él! ¡Yo hablo con él! Tomás: ¿Sí? ¿Y qué te dice? Teresa: (Desesperada.) Yo he hablado con él… Me dice… me decía… ¡Dios! ¿Qué…? (Grita.) ¡Dios! Lauro: Dios, Teresa, está en usted. Usted es su único representante. Teresa: ¡Dios! ¡Que peleemos, me dice Dios! ¡Que peleemos! ¡Él nos va a proteger con su infinita misericordia! ¡Que peleemos! Tomás: ¡Si no hay justicia no hay Dios! Teresa: (Llora como una niña.) ¡Nadie me dijo que habría muertos! ¡No quiero muertos! ¡No quiero otro Tomóchic! Tomás: No habrá más muertos, Teresa. Teresa: No quiero. No quiero. Quiero servir, ayudar, curar. Sangre no. No quiero sangre… Lauro: Por la libertad, Teresa… Teresa: (A Lauro.) ¡Usted! ¡Usted me engañó! ¡Me mintió! 15 Tomás: Teresa… Teresa: ¡No quiero verlo más! ¡Váyase! ¡Váyase! Tomás: ¡Teresa! Teresa: Sangre… ¡Sangre! ¡Ríos de sangre! ¿Ves mis manos, padre? Son manos de culpa… (Llora.) Mis manos asesinas… Y las voces ya no me hablan… Dios ya no me habla… Me hablaba, ya no me habla… (Pausa.) Nunca se habló de muertos. Tomás: En una revolución hay muertos… Teresa: Muertos… No quiero muertos… Mis manos impotentes… Mis manos teñidas… Mis manos rojas… No quiero… No puedo… Mira mis manos… Tomás: Tus manos han curado a miles. Teresa: Han matado, padre. Tomás: No, Teresa, no. Teresa enmudece viendo sus manos. Las sacude violentamente. Vuelve a verlas. Grita. Vuela el seis. José Luis: (Leyendo.) “Esta mañana, a las seis en punto, la parte mexicana de Nogales fue atacada por 60 indios yaquis. La batalla entre ciudadanos e indios se prolongó por espacio de cuatro horas; resultaron muertos siete indios…” Juan: Ocho… Me duele la espalda, viejo. José Luis: “Tres oficiales y ciudadanos murieron y otro fue herido de gravedad”. Juan: Y los dos que nos chingamos cuando fueron a buscarnos, ¿no cuentan? Ya cállate. 16 José Luis: Jum… Nos chingamos… Se los chingaron los otros. Tú no matas ni una mosca… Sigo leyendo, pues: “Los indios son religiosos fanáticos, partidarios de Santa Teresa…” Juan: (Arrebatándole el periódico.) ¡Que te calles! ¿No entiendes? Mato moscas y mato traidores, huevón… También sé matar cobardes que se rajan y luego tiran pa´l viento… (Pausa. Ríe.) Antes de venirnos pa’ Nogales, a ti te pintó de prieto… José Luis: De prieto… Juan: ¿Pa’ qué, pues? José Luis: Pa’ que no me viera en la noche, pues. Juan: Y tú te quedaste pintado y luego se hizo la luz. José Luis: Pues luego se me cayó la plasta… Juan: Y ya no pudiste pelear. Viejo y pintado, ¿pa´ qué ibas a servir? Todo se te resbalaba. José Luis: Sí podía. Duro, peleé. Juan: Pero no mataste. José Luis: La niña Teresa me dijo que no matara. Por eso tiré pa’l viento: nomás pa’ asustarlos. Juan: Ja. Te acabaste la bala tirando pa’ arriba. Cuando llegaron los gringos con el cónsul ese, ya no tenías bala. Bonita manera de hacer la revolución. Tirando pa´ arriba. José Luis: Ya no tenía. Pero sí tenía el arco y las flechas. Juan: ¿Pa´ qué te sirvieron? Te entró el calambre y te agarraron. José Luis: ¡No me agarraron! Cuando se me acabaron las flechas, cogí un hacha y con el hacha peleé. Juan: Y luego corriste… José Luis: Luego corrí, como todos. Pero yo no soy traidor… 17 Juan: Porque no había bala. Se había ido pa’l viento. Dame unos golpecitos aquí, a ver si se me quita esta dolencia. José Luis: (Haciéndolo.) Se había ido… Juan: Más pa´ este lado… No tan fuerte… Y ellos sí tenían… José Luis: ¡Un chingo, tenían! Del ejército gringo. Juan: Era la revolución… Más fuerte, doctorcito… José Luis: Por eso fui a las tiendas a buscar bala, pues. Juan: Y allí sí te agarraron. Pendejo. José Luis: Pero luego me tuvieron que soltar. Juan: No hubo bala, no hubo revolución. Y los muertos, muertos están. No revivieron. José Luis: La… Pero sí sé matar… Juan: Y no conseguiste ninguna bala… ¿Sabes matar? Viendo… Qué se me hace… Pura lengua… José Luis: A las pruebas… Cuidadito… ¿Qué tanto hablabas con el Pomposo traidor? Juan: Adio… ¿Y yo cómo iba a saber que iba a ser un traidor, tú? José Luis: Yo nomás pregunto. Tu espalda ya quedó bien. Juan: Ya. Sí tienes manos de doctor. No tan buenas como las de ella, pero sí sirven. ¿Pues cómo no, si aquí no te las dañas, viejito? ¿Cuándo vas a echarle ganas al trabajo? José Luis: ¿Y tú? ¿Cuándo vas a dejar de molestar? Vuela el siete. 18 Tomás: Deberías de comer, hija. ¿Qué tanto hace, Lauro? Teresa: ¿Por qué tuve que ser diferente? Mariana: Eres la elegida, niña… Curas el cuerpo, curas el alma. No reniegues de tu gran virtud… ¿Qué eras antes de que te tocara el don de la gracia? Teresa: Era una niña como todas… Una adolescente con sueños comunes… Una muchachita a quien le gustaba el baile, el canto, la vida… Lauro: Una desconocida, Teresa… Una hija espuria, sin sueños… García Nona María Rebeca Chávez…. Nadie… Ahora usted es Teresa Urrea, la santa de Cabora, santa Teresita, la hija de Moctezuma, el enemigo más poderoso de Porfirio Díaz… Teresa: La histérica, la bruja… Lauro: Si deja de luchar, le dejará el campo libre al verdugo de los tomoches. Mariana: (A Lauro.) Está cansada… Teresa: Le dejo el campo libre a usted, Lauro. A usted y a todos los inconformes. Yo me voy, porque Dios me ha abandonado. Ustedes se quedan. Tomás: ¿Qué tiene, Lauro? ¿Por qué tan inquieto? Lauro: ¿Quiere usted más? ¿No es este suficiente motivo? Si Teresa nos abandona, ¿qué nos queda? Teresa: ¿Para qué ha servido mi nombre? Lauro: Para convocar, para unir… Teresa: ¡Falso! ¡Falso! Lauro: La necesitamos, Teresa… Teresa: ¡No me complique más este momento, Lauro! ¡No tire a la basura todo lo que hemos avanzado juntos! ¡No haga que pierda el control! Tomás: ¡Teresa! 19 Teresa: ¡Tengo que dejar de luchar! ¡Tengo que dejar de provocar muertes! Cuando gana el odio no hay lugar para el amor, y yo quiero amar. ¡Quiero amar, no odiar, y odio! Ahora odio. ¡Odio al gobierno y los odio a ustedes, porque no escucho la voz de Dios! Tomás: ¡Basta, Teresa! Teresa: ¡A ustedes no les importa el dolor! ¡No ven que Dios no quiere muertes! Quiere regresar a gobernarnos pero sin que se derrame sangre y ustedes no lo entienden. ¡No quieren entender las señales de Dios! Tomás: ¡Teresa! Teresa: ¡Me vigilan! ¡Nos vigilan! ¡Y él no me habla! (Don Tomás la toma de los hombros y la sacude.) Sí, padre. (Pausa.) Ya estoy bien. Comeré tierra y estaré bien… La tierra es buena… Es vida… Tierra… Saliva… (Su cuerpo se distorsiona. Emite sonidos incoherentes.) Mariana: (Auxiliándola.) ¿Qué ves, niña? (Don Tomás le da a aspirar de una botella.) Son pájaros, niña… No hay culebras… (Teresa se tranquiliza.) Tomás: ¿Lauro? Lauro... ¿Qué pasa? Lauro: El sueño... Nuestro sueño... Sin ella... Vuela el ocho. Hora de descanso. Juan: Tengo ganas de fiesta. José Luis: ¿’Onde andará ´ora Teresita, tú? ¿Andará otra vez volando con Dios? Juan: Tú has de saber. Tú eras su doctor, ¿qué no? Un buen trago que me rasque el gaznate y una buena música que me alegre. 20 José Luis: Era su doctor y le lavaba la ropa y le hacía la comida; lo que se le ofreciera… ¿Le seguirá diciendo que cure a la gente, tú? ¿Le seguirá hablando de la revolución? Juan: Tengo ganas de fiesta, viejito. Vamos pa´ México. José Luis: Yo la curaba cuando se quedaba lánguida, lánguida, como muerta. La frotaba bien con alcohol y ya luego volvía en sí, despacito. ¡Pero qué fuerza agarraba cuando estaba buena! Día y noche curando y curando, escupiendo, frotando, viendo a la gente a los ojos. En cuanto los veía a los ojos sabía lo que tenían… Luego, luego se curaban. Puede que nos mande una carta… Hace rato que no nos escribe… Yo de aquí no me muevo… No quiero que me agarren… Juan: Culón. ¿Tienes miedo? José Luis: ¿Pa’ qué le buscamos, pues? Juan: Te digo: eres un cobarde. (Luego de una pausa.) Estamos fregados, pues. Sin revolución, sin dinero y sin poder ir a México… Tu niña Teresita nos falló… José Luis: No digas eso. Juan: Dijo que las balas no nos iban a hacer daño porque Dios estaba con nosotros. José Luis: ¿Dijo? ¿Tú la oíste? Juan: Dicen que dijo. José Luis: Dijo: Confíen en Dios y su expedición tendrá buen éxito. Eso dijo. No digas cosas que no son. Lo otro no lo ha de haber dicho, porque no fue cierto. Bien muertos que quedaron nuestros ocho compañeros. Juan: Bien muertos… José Luis: Oye: si Teresita te vuelve a llamar, ¿irías? Juan: ¿Y tú? 21 José Luis: Pa´ donde me llame iría, cuando me llame y pa´ lo que quiera, pero ¿’onde anda? (Pausa. Recuerda.) Cuando se ponía a hablar con Dios no pesaba nada. Ah, pero cuando le daba la gana ni diez hombres podían moverla. Juan: Yo lo que quiero es que ya no hables de eso y un buen trago. A mí me gusta ganar. ¿Pa´ qué voy a entrarle a donde ya perdí? ¿A volver a perder? José Luis: ¿Quién es el miedoso? Vuela el nueve. Teresa, sola, deambula por la habitación, mostrando sus manos. Teresa: Yo creo… Creo en ti… Hablo contigo… Hablaba contigo… ¿Por qué? ¿Por qué me obligaste a enviar gente a matar gente? No me gusta la muerte. ¿Por qué me escogiste y luego me abandonaste? Preséntate, muerte, da pelea, no seas cobarde. Si quieres vidas, ven por mí. Yo no te temo… Por mí, ven… Corta para siempre estas manos asesinas… Dios… ¡Dios! ¿Me escuchas? Si tú mandas, ¿por qué me mandas a matar? No más pájaros anunciando tu presencia… No más mensajes, no más palabras… ¿Por qué callan las palabras? Culebras… Víboras serpenteantes… Mal agüero… Mal presagio… ¡Muerte! ¡Dios! Manos… mis manos… ¿Qué hago, Dios? Dime. No quiero muertes y sí quiero justicia… (Pausa.) Mandar al corazón nunca he podido yo… Mandar al corazón… Yo creo en ti… Hablo contigo… ¿Por qué la sangre? Toma una flor y piensa que es mi vida… Flor, no sangre. Flor de vida, no muerte. Sangre no, flor. Corta, muerte, mis manos asesinas… ¿Qué hice mal para que ya no me hables, Dios? La revolución es la revolución y el dinero hay que cogerlo de donde esté, me dijiste. Mandé por él y no nomás no me lo diste, sino que mataste a mucha de mi gente. 22 Yo creo en ti; necesito que me hables. Mándame señales… No quiero más culebras…En mi mente no cabe nadie si no entras tú. No tengo otro deseo que el que la ley del amor se abra paso en la humanidad y mírame… Mira mis manos asesinas… Ven por mí, muerte… Por mí… ¡Dios! ¿Qué es esto que siento ahora? ¿Qué quieres de tu sierva? ¿Ya no me quieres santa? ¿Ya no te sirvo santa? ¿Por qué metes en mí pensamientos de mujer? ¡Dios! ¡Ayúdame, Dios! ¡Háblame, Dios! Vuela el diez. Tomás: ¿Usted cree que es suficiente un artículo desligándose de la rebelión? ¿Cree que con eso dejarán de perseguirla? Mire, Lauro: Si ella no quiere pelear, así se hará. Lauro: Usted la tiene que convencer, Tomás. Es su padre. Le debe obediencia. Tomás: No insista. Ayudó mientras pudo. Lauro: Mientras quiso. Tomás: Mientras quiso o mientras pudo. Se ha fallado. Le cambió el mundo. Lauro: Esto es sólo el principio. Una revolución no se hace en un día. Tomás: Su poder de convocatoria fue insuficiente. Eso le duele. Yo apoyaré su decisión de alejarse. Lauro: Ayúdeme, Tomás. Ella siempre ha hecho su voluntad. Tomás: La de ella, no la mía. Yo soy quien me he ajustado a sus decisiones. Ella no sabe vivir a escondidas, cuidándose de lo que hable. Ella es libre, Lauro, usted lo sabe. Le afecta mucho que la vigilen. ¿Se calmaron las habladurías? Lauro: No son más que eso: habladurías de gente sin escrúpulos. 23 Tomás: Pero muchos de ellos fueron nuestros amigos. Lauro: Advenedizos, Tomás. Lo que yo sé es que la gente que lucha lo hace por ella. Los soldados que desertan lo hacen por ella. Tomás: Pocos. Lauro: Pocos, pero pronto serán más. Ahora que si Teresa no participa no habrá revolución. Tomás: Cómo quisiera acabar con este odio. Lauro: Luchemos, Tomás. Son ya muchos años de dictadura, de opresión. ¿Qué le digo a usted, que todo lo perdió? Pues así como usted hay miles, cientos de miles en todo México. Tenemos que aprovechar el momento que representa Teresa, su fuerza, su imagen. Usted puede lograr que ella se reintegre al movimiento. Tomás: Lo intentaré. Lauro: Recuérdelo: si ella no está, no lograremos nada. Tomás: Quisiera estar convencido… Lo real, lo que vivimos a diario, es que no podemos salir de casa, que cualquier extraño es un posible enemigo, que ella se ha encerrado, que casi no sale a curar… Vuela la sota. Teresa, de pie, inclinada sobre Guadalupe, arrodillado. Ella, concentrada, murmura cosas a la vez que lo toca con sus manos. Luego, lo escupe. Guadalupe se estremece. Mariana atiende a Teresa quien está exhausta. Guadalupe se incorpora. Mariana le ofrece una silla. Guadalupe: ¿Puedo hablar? Mariana: Diga usted. Guadalupe: Con la niña Teresa. 24 Mariana: Hable conmigo. Es como hablar con ella. Ella todo lo escucha, todo lo ve. Guadalupe: Vengo mandado… Mariana: ¿Sí? Guadalupe: Traigo un encarguito. Mariana: ¿De qué se trata? Guadalupe: Quieren ver a don Lauro y a la niña Teresa… Mariana: ¿Quién quiere verlos? Guadalupe: ¿Estaré curado? Me siento mejor… Ya no está la dolencia de la cabeza. Mariana: ¿Quién quiere verlos? Guadalupe: El señor Pomposo… Teresa: Entre los amigos hay enemigos… Guadalupe: …En el callejón de siempre… Mariana: La niña Teresa te curó… Es una santa… ¿Dónde está Pomposo? ¿De dónde lo conoce? Guadalupe: ¿Duerme? Mariana: No. Está… Guadalupe: Ah. Está escondido. Anda huyendo. Me dio unas cartas que debo entregar personalmente a don Lauro. Teresa balbucea. Mariana: Vuelva más tarde. Guadalupe: (Acercándose a Teresa.) Niña… (Se acerca más.) Niña Teresa… (A Mariana.) Es una enviada de Dios… Tan dulce, tan… frágil… Tan… (A Teresa.) Por tu culpa murieron mis amigos… Por tu culpa, enviada del demonio. Demonio 25 con cara de ángel… (De entre sus ropas saca un arma. Se abalanza sobre ella. Teresa, sin despertar, mueve las manos y Guadalupe se paraliza.). Mariana: ¡Cuidado, Teresa! Guadalupe: (Llorando.) No sé qué me pasó… No sé qué me pasó… perdón, niña… Perdón… Teresa hace señas para que se aleje. Mariana: ¿Quién lo envió? Guadalupe: No sé qué me pasó… Mariana recoge el arma del suelo, a donde cayó cuando Guadalupe se paralizó. Teresa tiembla. Está poseída. Es una niña de cuatro años. Regresan los pájaros y las culebras. Teresa: No puedo, no puedo… No puedo… Me han abandonado… Mariana: ¿Quién lo envió a matar a mi niña? Guadalupe: (Sin dejar de llorar.) Usted sólo hace el bien, niña… No sé qué me pasó… Estos son tiempos del demonio, Teresita… No sé qué me pasó. Mariana: Ella sabía que vendría. Rezaba por usted. Guadalupe: Pero yo venía a matarla. Mariana: Ella lo sabía. Rezaba por usted. Guadalupe: Me enviaron, niña. Me dieron hierbas malas, niña. No soy yo, no era yo… Mariana acompaña a Guadalupe hacia afuera. Teresa balbucea. Vuela el caballo. Culebras zigzagueando. Teresa sufre. 26 Yaqui: Nos matan, Teresita, nos matan… ¿Por qué no haces nada? Mujer I: Niña… Yaqui: Nos matan, Teresita… Tomás: Venganza, Teresa, venganza… Todo nos quitaron… Ranchos, sangre, vida… patria…Venganza. Mujer I: ¿Dónde andas, niña? Lauro: En toda revolución hay muertes. Mujer II: Las inundaciones te marcarán en la vida y en la muerte… El agua del gran diluvio te perseguirá. Miles de cabezas sangrantes irán tras de ti… No podrás huir… Ni viva ni muerta… Yaqui: Dime a dónde te sigo… Tomás: ¿Quieres más pruebas de la inexistencia de Dios? Mujer I: ¿Nos abandonas? ¿Te vuelves mujer, niña? Lauro: Otro ataque, más feroz… Mujer II: Ni viva ni muerta… Teresa: Mis manos… Lauro: ¡Revolución! Tomás: Tú puedes, Teresa. Tu poder es grande… Eres fuerte, Teresa… Mujer I: ¿Ves, Teresa? Se llevan la tierra de tu tumba. Al paso de los años te siguen buscando. Aún te necesitamos. Mujer II: Falsa… Falsa… Nos engañaste con tu supuesta santidad. Lauro: ¡Revolución! Teresa grita. 27 Vuela el rey. Cónsul: ¿Esa es tu gente de confianza? Basura. Porquería. Pomposo: ¡Habla! Guadalupe: (Temblando.) No pude. Es una bruja… Me hipnotizó… Nadie puede contra ella… Es… Cónsul: Basura. Guadalupe: Es Dios… Es el diablo… Está en todas partes… Pomposo: Le dije, señor, que no iba a ser fácil. Cónsul: Inútiles. Bola de inútiles. Guadalupe: Me paralizó la mano y se me cayó la daga. Todavía tiembla, mire, mi mano. Todavía no la puedo mover. Me curó, señor… Me curó. Cónsul: Saca a este inútil de aquí. Pomposo: Como usted ordene, señor. Cónsul: ¡Ya! Guadalupe: Había mucha gente esperando y a mi me pasaron primero. Sabían que iría… Cónsul: (Lo golpea.) ¡Silencio! ¡Largo! Guadalupe: Perdón, señor… Perdón… ¿Me va a dar la recompensa? Cónsul: ¡Idiota! ¡Fuera! ¡Fuera! (Sale Pomposo, con Guadalupe.) Cónsul: (Bebe.) ¡No podrás, loca! ¡No podrás contra mí, histérica! Algún día morderás el anzuelo. As terrenal. Tomás: Tú puedes. Siempre has podido. Tu voluntad es más grande que todo. Mariana: Vamos, niña. 28 Teresa: (deambulando.) No me volverán a utilizar. Tomás: ¿Quién te utiliza? Nosotros seguimos tus instrucciones, hacemos lo que nos pides. ¿Quién te utiliza? Teresa: Me engañaron. Tomás: Yo me vine contigo y Lauro te siguió. Ambos hemos luchado a tu lado. Teresa: ¿Qué decía yo contra el gobierno en Cabora? ¿Qué sabía yo de revoluciones en Cabora? Fuiste tú. Tú movilizaste a la gente, tú la organizaste, la mandaste al matadero. Era a ti a quien querían correr, no a mí. Y yo lloro, sí lloro. Porque no puedo, porque mis manos están llenas de sangre inocente. Por eso lloro. Lloro porque me mienten. Tomás: ¿Quién te miente? Teresa: Tú y Lauro. No quiero más. Tomás: Estás cansada. Teresa: ¿Desde cuándo me mienten? ¿Desde cuándo me engañan? (Grita.) ¡Dios! ¿Tú también me mentiste? ¿Tú también me utilizaste? ¿Me hablabas o no? En mi memoria no había más espacio que para tu imagen. ¿Te me aparecías o no? Tomás: Teresa… Teresa: ¿Me hablabas, Dios? Hoy no te quiero, padre. Hoy también tengo lugar para el odio. Tomás: Yo sí te quiero y con eso me basta. Teresa: Si me quieres, hazme caso. Vámonos. Lejos. Estoy cansada de estar siempre a la defensiva. Yo no soy esa. Quiero curar libremente, estar en contacto con mi gente sin miedos. Aunque los que antes venían a que los curara ahora vienen a matarme. 29 Tomás: Tenemos vigilancia alrededor de ti. Ese se nos escapó, pero no volverá a suceder. No podemos dar marcha atrás. No puedes hacer eso, Teresa. Teresa: Vámonos, padre. Tomás: ¿Dejarlo todo? Teresa: Todo no es nada. ¿Qué podemos hacer con tantos ojos sobre nosotros? Irnos es dejar el campo libre. Tomás: A un nuevo destierro. Me resisto. Teresa: Así lo quiere Dios, padre… Dios… ¡Dios! ¿Qué otra cosa he hecho, sino obedecerte? ¿Por qué tú también me abandonas? No eres justo, Dios… No eres bueno… Tomás: Ya, Teresa. Mariana: No te me pongas malita, mi niña. Teresa: La traición, padre. El más grande de los pecados. Me traicionan. Gente de mi confianza me traiciona. (Emite un largo gemido. Llora.) No soy yo quien alimenta… eso… No soy yo, padre… Me hablan… Me hablaban, pero ya no me hablan… Ahora las señales son distintas… Yo tengo que obedecer… Tomás: Sí, hija. Todos los que han tratado de hacerte daño recibirán su castigo. Teresa: Fallé… No puedo… No puedo más… No es mi vida lo que me importa… es… La sangre… El olor a sangre… Yo tengo que obedecer… Mariana: ¿Volamos, Teresa? Ven, vamos. Vamos a Roma, a París. Te hará bien. Teresa: (Recuperándose.) Hoy no. Hoy todo me da vueltas. ¿Dónde está José Luis? Mariana: En la cocina. Teresa: Necesito que me frote con alcohol. Mariana: Ponte bien, también hoy vino mucha gente para que la cures. Teresa: Obedecer… 30 Dos terrenal. Cónsul: (Bebiendo.) No podrás, loca. Tus indios y tú no podrán conmigo. Los inmundos periodistas que te lavan el cerebro no podrán conmigo… (Por Pomposo.) Las ratas inmundas no pueden destruirte, pero yo sí podré. Pomposo: ¿Me da? Cónsul: (Lo ve, alcoholizado.) Basura. Pomposo: ¿Me da? Cónsul: ¡Qué asco! Toda mi vida he luchado contra alimañas como tú, y ahora te tengo que tener de mi lado. Pomposo: (Bebiendo.) Ya ve. Me necesita. Las ratas… Cónsul: ¡Qué asco! Pomposo: Es un juego. Hay que saber jugarlo. Usted juega, yo juego. Los dos ganamos. Cónsul: Rata inmunda. También tú eres una rata inmunda. Pomposo: Yo sé lo que usted no sabe. Usted quiere atrapar a Teresa y yo lo puedo llevar a que lo logre. Cónsul: Tú eres un fracasado que no me sirves para nada. Cobarde. Traidor. Pomposo: Sé jugar, viejo. Aceptaste mi oferta porque te conviene. Cónsul: Le tengo trampas tendidas en todos lados. Tú sólo eres una de ellas, no te hagas el indispensable. ¿De qué sirven las personas como tú? La prefiero a ella; prefiero al tal Lauro. Ellos son dignos. Luchan por lo que creen, no como tú, basura, que te vendes al mejor postor. ¿Así te ofertaste con ellos? Pomposo: Así. Pero igual que ahora fue por mi libertad, no por dinero. Me ayudaron a escapar de la cárcel; ahora tú me ayudas a no regresar a ella. 31 Cónsul: Pues volverás. Pomposo: ¿Y nuestro acuerdo? ¿No es usted hombre de palabra? Cónsul: Con los traidores como tú no valen acuerdos. Vete ya. (Pausa. Bebe.) Ya caerán. De alguna manera, caerán. Empeñaré mi vida en ello. Tres terrenal. Juan: ¿No te cansas de tanto darle al pico, tú? José Luis: La tal Matilde ha de ser una putilla… ¿Cuánto te cobró? Juan: Putas con las que tú te metes… Viejo cochino… Yo sí me canso. José Luis: Pos es que hablas mucho… Juan: A este pico deberías darle. Como yo (Por el implemento de trabajo.). José Luis: Con mi dinero… Las ayudo. ¿De qué quieres que vivan las mujeres solas? ¿Qué tanto hablabas con el Pomposo traidor? Juan: ¿Se entendían o no se entendían? José Luis: En algo me tengo que entretener. El dinero es pa´ gastarlo… Sábete que la niña Teresa lanzó una maldición contra los que la traicionaron… Juan: A mí se me hace que sí. Ese don Lauro… José Luis: ¿Qué? ¡Es una santa, hereje! Juan: ¿Y a poco las santas no…? Yo ví algo… José Luis: Hereje… Los polvos santos de Teresita no te van a ayudar, verás… Juan: ¿Cuál santa? Ese don Lauro… Vivían juntos… ¿no? José Luis: Con don Tomás. Juan: Pero ese ya está viejo… Ni ve. José Luis: Puta la Matilde, tú… Eso de los pechos… ¿Cuánto te cobraba por dejárselos acariciar? 32 Juan: Don Lauro y la niña… José Luis: No eres digno de ella. Levanta falsos, poco hombre, mal amigo… El infierno te espera… Juan: Pa´ lo que me importa… Tira pedos pa´l viento… (Ríe.) José Luis: ¿Cuánto te cobraba por que le acariciaras cada chichi? Juan: Doctorcito cagado. Cuatro terrenal. Lauro: Se le acabaron las fuerzas. Lo entiendo. Teresa: No es eso… He tenido nuevos pensamientos. Me he visto mujer. He sentido cosas que no sentía desde antes de que me hablara Dios. Nada puede ser igual después de eso. ¿Quién va a creer en una santa que siente como mujer? ¿Quién la va a seguir? Lauro: Si dejó de tener contacto, nadie tiene por qué enterarse. Teresa: No habla en serio, ¿verdad? Lo sé yo, lo sabe usted, lo sabe mi padre. Lo sabe Dios. Y aunque sólo lo supiéramos Dios y yo, con eso sería suficiente. Mi nombre debe eliminarse de cualquier acción de lucha. Lauro: ¿Hay algún hombre en particular que…? Teresa: No. Aún no. Presencias sin rostro… Masculinas… Es una orden diferente, la que recibo. Debo seguirla, como las otras. Lauro: ¿Ya no importa su patria, ni su gente, ni…? Teresa: Usted seguirá con eso, Lauro. Mi padre y yo nos retiramos. Yo me dedicaré a lo mío, a curar. Para eso sí tengo licencia. Lauro: ¡Qué gran retroceso el que usted nos deje! ¿Qué va a hacer ahora? ¿Se casará? 33 Teresa: Soy juguete de Dios; él decide por mí en todas mis acciones. Él ya me tiene preparado el futuro. Vendrá. Nos gobernará aquí. Aquí, en la tierra, gozaremos del paraíso. De eso es de lo único que estoy segura. Yo sigo mi destino, usted siga el suyo… Lauro: Sin usted. Teresa: (Lo escupe.) Esa es mi fuerza… Ahora es de usted… Cinco terrenal. José Luis: (Con una pala, frente a un montoncito de tierra. A su lado un pico.) Tenía que ser; te lo buscaste, pues. Ya está. Todo te aguanté, menos que insultaras de tan fea manera a mi santa. ¿Ya ves? ¿Ahora sí ves? Tú espérate allí, no te me vayas a mover, y ella va a venir por ti. Ella sí sabe perdonar, pero ¿qué quieres? Yo no soy santo. Va a venir por ti, verás, pero no la esperes pronto. Tú aguanta, porque ella todavía tiene muchas cosas qué hacer. (Coloca una cruz sobre el montoncito de tierra.) Fíjate que te hice un bien. Si no pudiste aquí, allá sí vas a poder tener lo que siempre has querido. Cagadote de mierda. ¿Pa´ qué tenías que abrir de más el hocicote, pues? Tenías razón: no hay revolución. Unos cuántos tiros de bala por aquí y unos cuántos tiros por allá, pero mi santa no aparece. Sin ella yo no le entro. Se me perdió, tú. Ques que anda por los nueva yorkes haciendo demostraciones de su santidad… Ques que tuvo amores con un muchachito y parió dos niñas sin casarse. ¿Pos cómo va a ser eso si era santa, tú? Las santas no se casan, ni hacen esas cosas, ni paren hijas. Quién sabe qué le pasó. Le ganó lo mujer. Yo sí la entiendo pa´ que te lo sepas, pero como tú no lo ibas a entender, ahí estás mejor. ¿O sea que ya no es santa, tú? Pa´ mí, sí. Toda la vida lo será. Ya que se es santo se es pa´ siempre. Tú porque eres un incré- 34 dulo nunca le creíste. ¿Pa´ qué peleaste en su nombre, pues? Nomás porque te gustaba echar bala, ¿no? Pero es que tú no viviste junto a ella, no la viste curar, no la oíste hablar con esa voz de ángel. Pos ´ora ya estás allí, pues, y ´ora te esperas a que venga por ti. No me aclaraste lo del Pomposo traidor, pues. ¿Qué tal si sí pensaste traicionar a la niña? Digo, puede ser. Déjame decirte que la niña es tan santa que me dijo que no te hiciera nada, pero tú sabes que yo no tengo nada de santo. Ni modo, Juan. Allá nos vemos cuando me toque. Por la Matilde ni te preocupes: no ha de faltar quién le agarre las chichis… ¿Ves cómo sí podía matar? Seis, siete, ocho, nueve, diez, sota, caballo, ¿terrenales? Teresa: Usted puede lograrlo, Lauro. Pelee fuerte, que no le tiemble la mano. La fuerza que yo no pude utilizar, tómela usted. Se la estoy dando. Tómela. Cónsul: (Bebiendo.) Te sigo… Te sigo… Ni creas que me 35 Engañas con tu Jueguito de desaparecerte… Lauro: Revolución, Teresa… Revolución… Olvídese de cualquier otra cosa… Vamos a hacer la revolución… Aquí van mis manos de hechicera haciéndole la entrega de mi poder. Es el gobierno con sus acciones el que provoca las revoluciones, Teresa. A donde vayas iré. Teresa Urrea… Las revoluciones son necesarias cuando no hay manera de luchar legalmente, Lauro. Descuidaré mis obligaciones como funcionario, pero tú no te me escaparás… ¿Cómo voy a convocar sin usted Te r e s a ? ¿Quién me seguirá? ¿Cómo 36 conseguiré Usted es fuerte. recursos? Usted puede. Usted sí podrá. Pájaros… Serpientes… Mira el vuelo De las culebras, Mariana… ¡Traidora a la patria! ¡Mujer de engaño! ¡Caerás! ¡Caerás! Si Dios está en usted, está entonces, con Dios y usted no nosotros no está con nosotros, Teresa… ¿Ahora sí me hablarás, Dios? ¡Caerás, aunque en ello me vaya la vida! Dios no está con nosotros, Teresa. Sin Dios, entonces, lucharemos. Lo lograremos sin Dios, Teresa. ¿Me vas a decir que pelee? ¿Qué 37 me vas a ordenar ahora, Dios? Traidores… ¡Traidores, todos! ¿Qué quieres de tu sierva, ahora? Te sigo… Te sigo… Lo lograremos sin Dios, Teresa. ¿Lo lograremos? Ven… A la tierra, ven… A gobernar, a gobernarnos… ¿Dónde andas? No te escondas… No huyas… ¿Estás protegiendo a tu querido? Un gobierno sin Dios, ¿se puede? Un triunfo sin Dios. Se puede. Ven… Sobre las voces que se apagan y los naipes que vuelan, TELON