Tic Y Relaciones Sociales. Argumentos Para El Optimismo Cristóbal Torres

Conferencia inaugural: TIC y relaciones sociales. Argumentos para el optimismo Cristóbal Torres. Catedrático de Universidad. Departamento de Sociología. Universidad Autónoma de Madrid Más información: http://fad.es/sala_lectura/Congreso2013.htm#programa
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        Ponencia: “TIC Y RELACIONES OPTIMISMO” SOCIALES. ARGUMENTOS PARA EL -Cristóbal Torres Albero (Catedrático de Universidad. Departamento de Sociología. Universidad Autónoma de Madrid) INTRODUCCIÓN Las tecnologías de la información y las comunicaciones no han nacido en los últimos treinta años. La invención de la telefonía de hilos o de la radio ocurrió a finales del siglo XIX y otras muchas innovaciones decisivas como el transmisor o el circuito electrónico, datan de mediados del siglo XX. Pero como TIC, ese acrónimo que usamos para referirnos a las actuales Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, comenzaron a estar presentes en nuestras vidas cotidianas a lo largo de la década de los ochenta del siglo pasado. Estas TIC hasta no hace mucho también eran llamadas como “Nuevas Tecnologías”, etiqueta que para los más jóvenes forma ya parte de las expresiones de la prehistoria de la humanidad. En efecto, en menos de treinta años estas “Nuevas Tecnologías” (que le vamos a hacer uno también comienza a formar parte de la prehistoria) no solo están indisolublemente ligadas al trabajo y la economía, la educación, la sanidad, la gestión administrativa o el ocio, por citar algunos de los ámbitos más importantes de la sociedad, sino que han transformado nuestras vidas cotidianas y el conjunto de las relaciones sociales de nuestras sociedades. Con el acrónimo TIC se refieren el conjunto convergente de tecnologías desarrolladas, en lo principal, en los tres campos que suponen la microelectrónica, la informática (tanto en el hardware como en el software) y las telecomunicaciones.         Su irrupción histórica ha supuesto un tipo concreto de desarrollo económico y social, y por tanto también un modelo político de concebir las sociedades, en la que la fuente de la productividad económica y la base de la estructuración social y política radican en las tecnologías de generación y procesamiento de la información, y en las de su comunicación. Así pues, lo que hace singular a la revolución tecnológica de estos últimos treinta años es la aplicación de las innovaciones tecnocientíficas (como fusión de la ciencia y la tecnología), a estos artefactos de generación y procesamiento de la información y la comunicación que llamamos TIC, en un círculo de retroalimentación permanente entre la innovación y sus usos. Es decir, la información y la comunicación no solo son el input del proceso económico, social y político de nuestras sociedades sino que es también su output, su resultado o producto. En palabras de Manuel Castells1 (1997) lo que es específico del modo de desarrollo de la sociedad de la información es la acción de la información sobre sí misma como principal fuente de productividad y de estructuración social. De esta manera, información y comunicación, y con ellas el conocimiento, conforman un vínculo indisoluble que pauta el desarrollo de las sociedades avanzadas contemporáneas. Esto que acabo de referir es una definición académica, precisa y analítica, pero sesuda, aburrida y alejada de lo que, de forma directa, las TIC implican en las relaciones personales. Así que, una vez establecida esta sólida base, creo que lo mejor es volver la mirada sociológica a nuestra vida cotidiana. De esta manera, y como primer vistazo, puede afirmarse que durante sus primeros veinticinco años de desarrollo tres han sido las TIC que se han incorporado a todos los ámbitos de nuestra vida diaria, transformándolos profundamente: el ordenador personal, Internet y la telefonía móvil.                                                              1 Manuel Castells, La era de la Información, Alianza Editorial, 3 vols. 1997.         LA YA HISTÓRICA TRIADA BÁSICA DE LAS TIC: Ordenador, Internet y Móvil El ordenador es un artefacto que permite la recombinación de la información, expresada en caracteres alfanuméricos, a una velocidad inconmensurable con la más limitada capacidad de procesamiento de la mente humana. Esa diferencia en el ritmo de los flujos de información y conocimiento permite transformar profundamente la estructura y contenidos de dichos flujos, en un proceso con una cierta afinidad a lo que para el pensamiento y la palabra supuso la aparición en su día de la escritura, o más tarde de la imprenta. Pero la condición necesaria para que el ordenador haya alcanzado su trascendental papel en las sociedades contemporáneas fue su conversión en un aparato de uso personal. Gracias a la miniaturización de sus componentes electrónicos y al desarrollo de programas de software asequibles para usuarios sin conocimientos técnicos se ha pasado, de los ya antiquísimos “cerebros electrónicos” o mainframes ligados a la gestión administrativa y técnica, y propios de instituciones y grandes empresas, al ordenador para cualquier tarea y ciudadano con unos mínimos básicos de conocimiento, aprendizaje y pericia. No es de extrañar que, después de 65 años de la aparición del primer ordenador electrónico (en 1946, el legendario ENIAC de la Universidad de Pensilvania que ocupaba 167 metros cuadrados), se estima que existen operativos en el mundo en torno a algo más de 1.000 millones de ordenadores personales. Pero el ordenador no solo es un artefacto técnico en si mismo. Es también la base del segundo elemento de la referida triada, en tanto que Internet no es sino la concreción de la idea de la conexión de los distintos ordenadores en una red compartida por la que se puede intercambiar información proveniente de cada uno de sus usuarios. En definitiva, la actual Internet es, sobre todo, una red de ordenadores personales (y ya sus equivalentes híbridos), o más exactamente una red generalizada de artefactos (adscritos a personas y organizaciones) que son capaces de generar, transmitir, recibir y         procesar información. Dado la capacidad multiplicadora de las redes sobre sus componentes individuales, no es de extrañar que el número de usuarios de Internet haya doblado al de ordenadores, alcanzado a finales de 2011, según los datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), la cifra de 2.300 millones de personas. Cifra que contrasta con los “solo” 1.000 millones de usuarios de Internet en 2006, o los apenas 15 millones que ya existían cuando hace veinte años Internet apareció para la ciudadanía proveniente de los entramados militares, empresariales y académicos más innovadores de Estados Unidos. Hay que reseñar que esos 2.300 millones de personas suponen ya una tercera parte de los habitantes de nuestro planeta. Es más, según la propia ITU, en los países desarrollados el porcentaje de usuarios llega al 70% de la población (el dato en España es del 69,8%), es decir, ya muy cercano a tres de cada cuatro personas. Sin embargo, en los países en desarrollo, el dato (24,4%) supone que solo uno de cada cuatro personas está conectado a Internet. Pero este espectacular dato queda incluso empequeñecido cuando se tiene en cuenta la evolución del tercer eje de la triada, es decir, la telefonía sin hilos, los popularmente conocidos como móviles. No solo ha sido que, en poco más de diez años, superase en usuarios a la centenaria telefonía de hilos. Es que el último informe (2012) de la Fundación Telefónica sobre la Sociedad de la Información informa de que existen en la actualidad 6.000 millones de suscriptores de líneas móviles en todo el mundo, lo que supone 85,7 líneas por cada 100 habitantes, frente a las 78 líneas de 2010. El crecimiento de estos dos últimos años fue impulsado, sobre todo, por los países en desarrollo dado que suponen el 80% de las nuevas suscripciones de líneas. En España, a finales de 2012, las personas que declaraban usar teléfono móvil suponían el 94,3% de la ciudadanía.         EL RECIENTE “DUO DINÁMICO” DE LAS TIC A esta ya “tradicional” triada se le ha añadido, en el último quinquenio, dos artefactos híbridos que expresan las posibilidades combinatorias y convergentes que tienen las TIC para sus usuarios personales. Me refiero a los smartphones o teléfonos inteligentes, y a las tablets o tabletas. Los “teléfonos inteligentes” suponen la completa integración de Internet y la telefonía móvil (y en menor medida del ordenador personal) que han sido posible debido a la infraestructura de telecomunicaciones que supone el 3G y posteriores evoluciones. En 2009 ya existían 165 millones de usuarios de estos dispositivos móviles, y se estima (Informe Fundación Telefónica 2012) que en 2012 se han vendido 660 millones de unidades en el mundo, lo que supone un 33% más que en 2011. Se espera que para 2016 las ventas alcancen los 1.160 millones. A nivel mundial la tercera parte (34%) de los usuarios de teléfonos móviles usan ya un smartphone, pero en España este dato llega al 57%, significativamente por encima del resto de potencias de la Unión Europea. El dato es incluso más espectacular si se tiene en cuenta que hace solo tres años el porcentaje de usuarios de teléfonos inteligentes era “solo” del 20% de los usuarios de móviles. Con estos datos no es arriesgado afirmar que el smartphone no es un móvil avanzado sino que es ya el nuevo estándar, el móvil a secas. Por otro lado, las llamadas “tabletas” son el otro gran ejemplo de la plena convergencia técnica y de usos que suponen las TIC. En este caso implican la integración de la potencialidad del ordenador personal e Internet en un dispositivo móvil (que incluye también la comunicación sin hilos). Su historia es muy reciente pues el modelo que ha tenido el papel de “locomotora” (el Ipad de Apple) aparece en febrero de 2010. De las tablets se registraron un total de ventas de 60 millones de unidades en 2011, y si se consideran los datos en términos porcentuales los crecimientos interanuales son del orden del 300%. Para 2016 se estima que superen a los ordenadores portátiles en número de ventas, con unas cifras de unas 800 millones de tablets.         En España los usuarios de tablets son ya el 14% de la población, el doble de la media europea. Nuevos híbridos convergentes como las “mini tablets”, los ebooks o lectores electrónicos, o las Smart TV o televisiones conectadas a Internet, supondrán nuevos artefactos que en el futuro se sumarán a las cinco principales innovaciones hasta aquí descritas. De hecho, en 2012 existían ya en el mundo más de 200 millones de televisiones conectadas a Internet y se calcula que el dato se duplique en 2014. Es decir, en breve Internet estará entronizado en el centro de la vida en común (el salón) de los hogares, en un proceso con algún tipo de afinidad a lo que la llegada de las televisiones, en la década de los sesenta y primera mitad de los setenta, supuso para la convivencia familiar. En definitiva, tanto las innovaciones ya presentes como las que aparezcan en un futuro a medio y corto plazo, se desarrollarán sobre las bases de la plena movilidad y la conectividad permanente como ejes que pautan y estructuran ya nuestras relaciones sociales. Así, por ejemplo, el 44,1% de la población accede a Internet a través del smartphone desde fuera de su vivienda habitual o lugar de trabajo. Y el 89% de los españoles que poseen un smartphone accede diariamente a Internet través del mismo. Pero si los artefactos hasta aquí considerados constituyen lo que podemos etiquetar como el hardware de la infraestructura tecnológica, lo que podríamos llamar el software que ha permitido transformar las formas de relación social tuvo un impulso definitivo con la aparición en 2004 de la Web 2.0 (y posteriormente la 3.0). Así pues, echemos nuestra segunda mirada a lo que puede ser uno de los mejores ejemplos del gran impacto que las TIC han tenido en las relaciones sociales.         UN EJEMPLO DE IMPACTO: LAS REDES SOCIALES DIGITALES Como bien nos indica el profesor Castells2, aun cuando la aparición de Internet y de la World Wide Web ya suponía la idea de la interacción permanente y simultánea entre usuarios finales, también es cierto que el modelo mayoritario que se adoptó en los años noventa fue el de la página Web que funcionaba como una valla informativa. Fue a partir de mediados de la década pasada (2004) cuando la idea de interactividad real fue relanzada a través del desarrollo de aplicaciones que permitiesen compartir documentos (blogs, wikis), videos, fotos, música, presentaciones, trabajos educativos, etc., así como desarrollar vínculos sociales por si mismos (redes sociales). Esta conjunción de un hardware digital convergente y móvil, un software social basado en la interacción social para compartir y generar información, comunicación y conocimiento, y una amplia base demográfica de usuarios individuales de Internet, constituyó la rampa de lanzamiento de las redes sociales digitales ciudadanas desde mediados de la década pasada. Las redes sociales no son una novedad en nuestra sociedad. Han existido desde que se constituyeron las primitivas sociedades, aun cuando tuvieran un carácter más secundario. Solo que ahora con la aparición y desarrollo de la Sociedad de la Información, y en su modalidad de redes sociales digitales, están adoptando un protagonismo muy decisivo por su flexibilidad y alta capacidad de adaptación y resolución de situaciones sociales propias de la referida sociedad en las que la incertidumbre, la complejidad y la innovación y el cambio son constantes. En 2003 se crea MySpace y ya en 2004, con la renovación conceptual y técnica que suponen la idea de Web 2.0, comienza un rápido proceso de crecimiento exponencial. Así en ese mismo 2004 aparece Facebook, en 2005 Youtube y en 2006 Twitter.                                                              2 Manuel Castells, Comunicación y poder, Madrid, Alianza Editorial, 2009.           A este respecto, y dada la multimodalidad de las actividades sociales en red, es importante tener en cuenta que una definición sociológica de las redes sociales supone incluir elementos tales con Wikipedia, la Blogosfera (Twitter no es sino una forma de microblog) o Youtube. El Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (adscrito a la entidad pública Red.es) estimó, ya a principios de 2010, que el 72% de los usuarios de Internet pertenecía al menos a una red social (otros datos citados en esta misma fuente elevan este dato en la mayor parte de las regiones geopolíticas del mundo), el número medio de redes sociales utilizadas por los usuarios es de dos, y casi una tercera parte de sus usuarios acceden cada día a las mismas. El acceso a las redes sociales es ya la segunda actividad realizada a través de los smartphones después de la consulta del email, y la cuarta parte de los internautas españoles accede a las redes sociales fundamentalmente a través de sus móviles. Los datos del cuadro siguiente muestran el afianzamiento y evolución de las redes sociales más destacadas desde 2007 hasta 2011, aun cuando deben tomarse con cautela dado su carácter no oficial, y la inexistencia de estadísticas independientes y contrastadas. Así, las propias redes sociales estiman que en 2012 tienen un número más alto de usuarios activos: Facebook indica que 900 millones de personas; Twitter 500 millones y, como novedad, aparece Google + con 170 millones. Adicionalmente a estos datos, cabe indicar que Youtube también declara que en 2012 alcanzó los 800 millones de usuarios y sobrepasó los 3.000 millones de visualizaciones diarias. Por otro lado, Wikipedia afirma contar con 26 millones de colaboradores y cada mes 1,2 millones de ellos crean 11 millones de artículos. Y respecto de la blogosfera cabe apuntar que en 1997 se creaba el primer blog, diez años después había ya 73 millones, y en 2011 eran ya 152 millones.         Evolución del número de personas (en millones) inscritas en las principales Redes Sociales Red Social MySpace Friendster Facebook Linkedin Twitter 2007 110 (1ª) 43 (2ª) 30 (3ª) 10 (4ª) 0,34 (5ª) 2011 130 (3ª) 90 (5ª) 600 (1ª) 90,1 (4ª) 200 (2ª) Fuente: http://www.onlineschools.org/state-of-the-internet/ Todos estos datos han permitido vislumbrar el surgimiento de un nuevo tipo social, el “comunicador digital permanente” que, como cuestión de rutina, se encuentra siempre conectado a las redes sociales y supone la materialización social de lo que anteriormente he referido sobre la plena movilidad y la conectividad permanente. El Informe de la Fundación Telefónica 2012 indica que en España uno de cada diez usuarios (9,2%) de redes sociales está permanentemente conectado, y que una cuarta parte de los internautas han accedido mediante smartphones a Internet. Y es en el segmento poblacional de los jóvenes donde las redes sociales se han convertido en la herramienta central de relación y comunicación. No es de extrañar este hecho, si tenemos en cuenta que los jóvenes actuales han nacido, o comenzado su socialización secundaria, cuando Internet ya existía como fenómeno público. De ahí que se les etiquete como nativos digitales3, y que yo mismo haya sostenido la existencia de una afinidad electiva (en el sentido que Weber dio a este término) entre jóvenes y TIC4.                                                              Mark Prensky, “Digital Natives, Digital Immigrants. Part 1”, On the Horizon, vol. 9, n.º 5: 1-6. 2001. Y también, “Digital Natives, Digital Immigrants. Part 2. Do They Really Think Differently?”, On the Horizon, vol. 9, n.º 6: 7-9. 4 Cristóbal Torres Albero, “Jóvenes y TIC: una afinidad electiva”. En J.F. Tezanos (editor), Jóvenes y exclusión social. X Foro sobre Tendencias Sociales. Madrid, Editorial Sistema, 2009. 3           UN NUEVO TIPO SOCIETAL: LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN En definitiva, por todo esto hablamos de la sociedad de la información como un nuevo modo de desarrollo económico y estructuración social basado en la nueva matriz que constituyen las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Algo que, a mi modo de ver, forma parte de un todo más amplio que es la sociedad de la información y del conocimiento, si bien aquí se destacará lo más específico que supone la sociedad de la información y las TIC. Entre los rasgos principales de esta mutación social cabe destacar su ritmo exponencial de expansión. Algo que tiene su base en el cambio de la base material de esta revolución tecnológica que ha pasado de la realidad física (basada en los átomos) de las anteriores revoluciones tecnológicas a la realidad virtual (bits) que suponen las TIC, permitiendo una efectividad de incomparable magnitud en la posibilidad de almacenar y procesar la información. El resultado es que frente a las anteriores revoluciones económicas y sociales más lentas (pensemos el largo tempo histórico de la revolución industrial), la actual es muy dinámica. Pero el proceso no solo es rápido sino que también es universal, es decir, que afecta al menos potencialmente a todas las partes del mundo y que permite que éstas estén conectadas de forma simultánea y permanente. Esta es la base de la globalización que supone la consumación de un lejano y lento proceso de mundialización, como indicó Wallerstein5, pero que sobre todo significa que la sociedad, la política y la economía tienen la capacidad de funcionar a escala planetaria como una unidad en tiempo real (Castells, 1997). Así pues, es a nivel global donde tiene lugar la producción estratégica y las actividades comerciales, la acumulación de capital, la generación y transmisión del conocimiento, la dinámica social y política, etc.                                                              5 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial, Madrid, Siglo XXI, 3 vols. 1979-1999.         Déjenme un breve inciso para introducir una cláusula de precaución respecto de entender, y sería fácil deducirlo de todo lo dicho hasta el momento, que la ciencia y la tecnología son unas fuerzas colosales no condicionadas por el contexto social en el que surgen. En efecto, muchos analistas han estimado que los cambios sociales y las nuevas estructuras socioeconómicas responden miméticamente a las innovaciones técnicas. Y de ahí han extrapolado la reducción de la complejidad de lo social al cambio e innovación tecnológica, con lo que han acabado cayendo en la falacia del determinismo tecnológico burdo. Pero si bien la tecnología incide de manera importante en la configuración de la nueva estructura social, económica y política que caracteriza a la sociedad informacional, no es menos cierto que la tecnología no es autónoma de las mismas condiciones sociales que la han generado. Así, y tomando como ejemplo el caso de las TIC en la actual sociedad de la información, el profesor Castells (1977) recuerda que si estas tecnologías han tenido el impacto social reseñado también ha sido como efecto de un doble proceso de base social: de un lado, a partir de que las economías de las sociedades occidentales avanzadas exigían, desde las crisis de los años setenta, una completa flexibilización de sus procesos productivos y la globalización de sus actividades. Y de otro, porque estas sociedades están presididas por valores de libertad y de cultura de masas que demandan el incremento de mayores cotas de comunicación abierta. Justo algo que las TIC proporcionan a la sociedad civil. ARGUMENTOS PARA EL OPTIMISMO Hasta aquí hemos perfilado la primera parte de título de mi intervención, TIC y relaciones sociales. Con ello hemos constatado la gran innovación histórica que supuso la irrupción, de la mano de las TIC, de la sociedad de la información y del conocimiento, así como se han perfilado algunas de las grandes novedades que, tanto en artefactos como para nuestras relaciones sociales, han supuesto esta revolución tecnológica, al tiempo que alertamos sobre la importancia de contextualizar socialmente la fuerza del potentísimo vector que suponen las TIC.         Ahora voy con la segunda parte del título y, por tanto, paso a esbozar una serie de argumentos a favor de los cambios en la sociedad y en las relaciones sociales que esta revolución tecnológica ha supuesto, rompiendo algunos de los clichés, estereotipos y errores más comunes que existen al respecto. Los enumeraré en cinco puntos con la idea de conformar un argumentario optimista sobe las TIC, la sociedad y las relaciones sociales Primer argumento Las TIC, y especialmente Internet, no es solo el presente, sino que también es el futuro de las sociedades a corto, medio y largo plazo. Cualquier análisis que no parta de este supuesto está sujeto, irremediablemente, a quedar arrinconada por el inapelable juez que supone la historia. De la misma manera que el ludismo de finales del XVIII y principios del XIX fue un movimiento acotado en el tiempo, circunscrito a la primera fase en la introducción de los innovaciones industriales (los telares mecánicos) y sin ningún tipo de futuro, dada la extraordinaria fuerza de la revolución industrial, cualquier modo de activismo contra las TIC se limitará a un breve periodo de la historia. Así, algunos autores, como Emilio Lamo de Espinosa6, consideran que la sociedad se encuentra en los albores de un nuevo tipo sociedad (de la información, del conocimiento o de la ciencia) frente a las dos tipos de sociedades anteriores (sociedades agrarias y sociedades industriales) generadas por otras dos revoluciones tecnológicas precedentes, respectivamente, la neolítica y la industrial. De esta manera, pueden entenderse los motivos de protesta como resultado de las estresantes condiciones sociales y laborales en las que usan las TIC en general e Internet en particular, de la misma manera como cabe considerar al ludismo una respuesta a la precaria situación económica y social que generó la abrupta irrupción de la nueva maquinaria textil en torno a 1.800. Pero la específica tecnofobia respecto de la TIC está condenada a desaparecer, dado que la historia de las actuales sociedades                                                              6 “Información, conocimiento y sabiduría”. Discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Revista Española de Sociología 16: 117-128. 2011.         desarrolladas es ya la historia de la sociedad de la información y del conocimiento. Ya lo está haciendo de hecho, si comparamos las actitudes de la ciudadanía a día de hoy respecto de su predisposición o negativa a usar los teléfonos móviles, los ordenadores o a navegar por Internet, con lo que ocurría en la década de los noventa. Segundo argumento Las TIC no generan paro o pobreza. Más bien todo lo contrario. Sin duda, la salida a la dura crisis económica de la década de los setenta y el espectacular ciclo de crecimiento económico de los noventa y hasta la crisis financiera de 2008, tuvo mucho que ver (aunque no exclusivamente) con el potente efecto técnico que las TIC han tenido en todos los ámbitos de la producción económica y de la economía financiera. Pero la novedad es que su impacto no solo llegó, como en las pasadas revoluciones industriales, a los países occidentales que las vieron nacer, y que inicialmente las aplicaron, sino que de manera muy rápida también alcanzó a la mayor parte del planeta, si se exceptúa el agujero negro (permítaseme la expresión) del África subsahariana. En los últimos veinte años la vida de las personas que integran el conjunto del mundo llamado Tierra ha cambiado de manera muy profunda. La expansión de los llamados países emergentes y de amplias áreas geopolíticas (como por ejemplo América Latina) es una realidad incuestionable en el panorama mundial y la mejor prueba del positivo efecto global que, junto a otros factores y variables, ha supuesto la irrupción de las TIC. La sociedad de la información ha aumentado la riqueza mundial, y las clases medias y los grupos sociales más desfavorecidos han mejorado en términos de conjunto. Pero también es cierto que han crecido muy significativamente las diferencias entre el segmento social que acumula mayor riqueza y el resto de la población. Las TIC constituyen una palanca muy poderosa de generar riqueza, pero los criterios de distribución de la riqueza que genera no son achacables a cuestiones técnicas sino ideológicas o sociopolíticas. En definitiva, su fuerza permite generar una mayor riqueza en el conjunto de la sociedad mundial, a la par que hace posible, aunque no lo genera por sí misma, una mayor polarización de dicha riqueza.         Tercer argumento Las TIC no suponen la constitución de una sociedad Orwelliana, al modo de su conocida obra 1984 ni, como apuntan también otras distopías, de la generación de ese “gran hermano” que todo conoce, controla y decide. Justo todo lo contario, es decir, las tecnologías de la información y las comunicaciones, y muy especialmente Internet, lo que han provocado ha sido la explosión de la heterogeneidad y diversidad social en múltiples ámbitos de la ciudadanía. Aun cuando es verdad que las TIC pueden servir para una mayor centralización y control en la gestión de la información, lo cierto es que el resultado en el mundo no ha sido una globalización homogénea sino heterogeneizadora. Por otro lado, no es menos verdadero que las TIC permiten novedosas formas de organización y comunicación entre la ciudadanía, gracias a la posibilidad de impulsar lo que el profesor Castells (2009) ha denominado como la autocomunicación de masas. Es decir, las posibilidades técnicas que ofrecen los distintos artefactos de las TIC a los ciudadanos, y a los grupos y organizaciones que éstos impulsan, para que puedan autogenerar y difundir sus propios y específicos mensajes, conforme a los intereses y objetivos que han definido para sí mismos. De esta manera, y aun cuando esto no supone la pérdida de la centralidad que los medios de comunicación de masas y el Estado siguen teniendo en las sociedades contemporáneas, implica que en un grado no desdeñable, nuevos grupos y movimientos sociales emergentes pueden controlar el contenido y los flujos de emisión y recepción y, con ello, dejan de ser meros receptores en el proceso comunicativo de la sociedad para convertirse también en emisores. La explosión de los regímenes políticos democráticos a partir de los años noventa, y de los nuevos movimientos sociales reivindicativos ya en el presente siglo, son un claro ejemplo de lo que sostengo del que, tal vez, el más llamativo e inesperado acontecimiento ha sido la reciente primavera árabe de 2010.         Cuarto argumento Las TIC no conforman de manera exclusiva un nuevo criterio de desigualdad social. Las desigualdades sociales que generan las TIC, la llamada Brecha digital, son expresión de las viejas desigualdades sociales que ya afectaban a la sociedad industrial. En primer lugar, la Brecha digital supone diferencias que tienen que ver con la posibilidad de acceso o no a la infraestructura técnica de estas tecnologías, y especialmente Internet. Es algo que tiene que mucho que ver con la vieja divisoria territorial, especialmente lo rural versus lo urbano, o con otras de índole étnico. Este tipo de Brecha digital ha sido en la que nuestra sociedad ya ha centrado sus esfuerzos por combatirla con logros bien positivos. Pero una vez conseguida la practica universalidad en el potencial acceso, aparece la llamada segunda brecha digital que se refiere al uso o no uso de las TIC. Al respecto hemos demostrado7 que fundamentalmente las diferencias en el nivel de instrucción educativa son las que explican esta segunda brecha digital, al menos en el caso español. En todo caso, en este punto es necesario estar alerta por cuanto que, aunque pudiera pensarse que el paso del tiempo (eliminando el factor edad) y la universalización de unos mínimos educativos para el conjunto de la población vayan a reducir extremadamente la brecha digital, no es menos cierto que en una sociedad con unas tasas generalizadas de uso de Internet, se abre paso un tercer tipo de brecha digital en función de los distintos tipos de uso que se hagan de la Red. Este tipo de brecha es más relevante en tanto que supone diferentes oportunidades de optar a bienes valiosos y competitivos en un mundo online que en muchos casos carecen de equivalente, e inclusive no están disponibles, en el mundo físico offline. Pero, no obstante, es algo que también ocurría en los bienes y servicios disponibles previos a la aparición de las TIC, y que también tiene que ver con la más amplia naturaleza de las desigualdades sociales. Solo que ahora se proyectan y refuerzan en un nuevo ámbito, el digital, de la realidad social que se caracteriza por la exponencialidad de todos sus procesos, incluida la generación de desigualdades.                                                              7 José Manuel Robles, Cristóbal Torres Albero y Oscar Molina Molina, “La brecha digital. Un análisis de las desigualdades tecnológicas en España”. Sistema 218: 3-22. 2010.         De la misma manera las tecnologías de la información y las comunicaciones, y como se ha acreditado en múltiples casos8, constituyen un vehículo ideal para combatir la exclusión social en los colectivos que la padecen. Sin duda no son el remedio universal a todos los problemas sociales, puesto que como toda tecnociencia es un saber de medios y no de fines, pero si constituyen una potente herramienta a favor de la inclusión social, tanto en el eje interpersonal y relacional como en la dimensión laboral, dado que incentiva y potencia, entre otras muchas cosas, los procesos de aprender a aprender, el desarrollo de actitudes proactivas, el empoderamiento de los más débiles, la construcción de una identidad alternativa, la capacidad de adaptación a las mutaciones ocupacionales y a los cambios del entorno, etc. Quinto argumento Las TIC no suponen una vuelta atrás en el desarrollo educativo de los jóvenes, en sus formas de relación social o implican un necesario empeoramiento de las relaciones entre padres e hijos. Por el contrario, estas tecnologías permiten “navegar” en un mar de información que, si bien proceloso, también depara oportunidades únicas para descubrir (o redescubrir) nuevos espacios personales y grupales, transformando el tradicional sistema educativo pasivo en una actividad proactiva que hace posible convertir los ruidos de ese mar en señales coherentes y ordenadas, afines a los intereses y nuevas identidades propia de los adolescentes y jóvenes que, como tales, siempre han constituido en toda sociedad una cohorte demográfica emergente a la búsqueda de una identidad social diferenciada respecto de sus progenitores. Por otro lado, las redes sociales digitales expresan nítidamente la aparición de una nueva forma de sociabilidad y de refuerzo de la organización comunitaria. En efecto, frente a la idea de que las TIC impulsan el proceso de individualización, debe tenerse presente que este proceso individualizador irrumpe con la propia modernidad y que se estaba acentuando con la consumación de la sociedad industrial y postindustrial.                                                              8 Véase por ejemplo, Pedro J. Cabrera et al., Nuevas tecnologías y exclusión social. Un estudio sobre las posibilidades de las TIC en la lucha por la inclusión social en España, Madrid, Fundación Telefónica, 2005.           Es más, contra la idea de un emergente modelo solipsista de relaciones sociales impulsado por las TIC, debe destacarse que las redes sociales digitales suponen un tipo de socialización comunitaria que integra todos los elementos que permiten identificar el capital social en las sociedades, bien en la forma de lazos fuertes, bien como capital social puente. Finalmente, frente a la tradicional idea de que las TIC rompen la vida familiar en común, un clásico siempre que aparece una novedad tecnológica que se puede vincular al ocio en el hogar (como bien recordamos los que presenciamos en la niñez y adolescencia la llegada de las televisiones a nuestras casas), debe subrayarse que las TIC lejos de contribuir a la fisión familiar refuerzan su fusión. Claro está, siempre que se compartan los apriori de valores y objetivos comunes. El uso que se hace de populares programas mensajería instantánea, de imagen y voz en directo (como Skype), o el papel de los hijos como instructores en el aprendizaje de estas nuevas tecnologías para los padres, así lo atestigua. De esta manera, y aunque el uso concreto que hacen los jóvenes de las TIC en los hogares exprese la existencia de buenas, regulares o malas relaciones familiares (algo consustancial a toda institución social), también constituyen una sólida base para intensificar y estrechar la vida en común de las familias. Pero si todo esto es así, se debe que las TIC expresan, como ninguna otra tecnología de nuestras sociedades desarrolladas, la nueva identidad de los jóvenes como grupo social emergente y diferenciado de los otros grupos ya establecidos en el actual tipo de sociedad, la de la información y el conocimiento, cuyos referentes simbólicos y materiales son bien distintos de la sociedad industrial o postindustrial. Empezando por el numeroso caudal de nuevas oportunidades que deparan a quienes están autoformándose, mediante la socialización secundaria, una identidad para afrontar un futuro como adulto que se torna impredecible y lleno de incertidumbres. Solo me resta finalizar destacando que no quisiera dar la impresión de que solo considero que la sociedad de la información es el mejor de los mundos posibles, ni que las tecnologías de la información y las comunicaciones son la piedra filosofal que         resolverá todos los males e injusticias de nuestras sociedades complejas, y mucho menos que dichas TIC no suponen ningún tipo de riesgo para la infancia, la adolescencia y la juventud, como distintas mesas redondas, talleres y conferencias pondrán de relieve en estas jornadas que hoy comienzan. Pero si quiero acabar defendiendo, con todo el énfasis posible, la idea de que los árboles caídos y la maleza no nos deben impedir destacar la belleza del bosque. Este bosque se llama sociedad de la información y del conocimiento, las TIC son uno de los más relevantes elementos que lo forman, y será el que conocerán nuestros hijos, nuestros nietos y quién sabe cuántas generaciones más. Nosotros, los ahora adultos, estamos ante una oportunidad histórica, similar a la que se encontraban nuestros lejanos antepasados al inicio de la Revolución Industrial. Aprovechémosla y hagamos que las aprovechen las generaciones que un día recogerán la responsabilidad que, para el devenir de la vida en común, nosotros tenemos ahora. Por una vez, aun con la cautela de recurrir a la coletilla de que “y sin que sirva de precedente”, soy optimista acerca del futuro de la humanidad.