Transcript
EL DERRUMBE
EXISTENCIAL DE
SAN FRANCISCO
Autor:
Dani García
@danigarciausa
danigarcia.contently.com
Diseño:
Glorium Organicus
gloriumorganicusthestudio.com
1ª edición
AGOSTO 2014
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“Es la época más triste de la historia de
esta ciudad”. La marihuana zarandea
a Marc, esta tarde ha fumado más de
lo normal. “Esta es una ciudad román-
tica que está siendo arrasada por todo
este rollo de la tecnología”, vocaliza sor-
prendentemente bien. En su silueta
perenne con el porro y viendo a los
Giants, este cuarentón profesor de
escritura en UCSF tambalea su esta-
tura anti-americana lamentándose de
que está demasiado colocado, pero
no le falta razón: San Francisco es una
ciudad que está perdiendo su alma.
La ciudad del norte de California se ha
construido siempre sobre pioneros.
Pocas horas después del devastador
terremoto de 1906
(1)
, los sanfrancis-
cans ya estaban construyendo sus
nuevas casas. Pero las explosiones
económicas siempre han sido por
oleadas: la febre del oro, los sesenta
y los hippies, el boom del puntocom
y, ahora, las startups. “Yo viví el punto-
com y la gente de ahora es como más
uniforme, más sosa. Por entonces había
festas en todos lados, porque los jóve-
nes ganaban dinero y lo celebraban. Pe-
ro..¿ahora? Solo están preocupados en
crear proyectos, no tienen tiempo para
vivir”. Irene, natural de Chicago y de
padres latinos, trabaja en una ONG
que asiste por la noche a los sin techo
de la ciudad, cerca de 6.500 según re-
portes de las autoridades locales. Mu-
chos de ellos duermen en SoMa
(South of Market), la zona por exce-
lencia de los techies desde que el go-
bierno de la ciudad respaldara hace
tres años un programa para traer
Silicon Valley al corazón de San Fran-
cisco. Charlamos bajo el penetran-
te y permanente frío de la bahía, en
Market Street, donde presenciamos
cómo son “desalojados” de las calles
a las cuatro y media de la madrugada
por trabajadores del Ayuntamiento,
un par de horas antes de que jóvenes
millennials, la mayoría llegados a Ca-
lifornia de otras partes del país y del
mundo, recorran estas calles para se-
guir codiciando una porción de éxito.
6
El movimiento anti-tecnología empieza a generalizarse,
especialmente en los habitantes nativos de San Francisco
cabreados por los alquileres desorbitantes que han traído
las startups. Pero sobre todo porque creen que todo ese
dinero está destripando la personalidad, estética y carácter
original y único por los que siempre se ha conocido a San
Francisco, gente agradable, cálida y con una vida laid-back
(relajada).
7
—¿Ves a la gente de este bar? –me dice mi amigo Isaac, prototipo de californiano
del área con predisposición innata al buen rollo–.
Estamos en un bar estándar de Mission District, solapada al oeste de SoMa, un
hervidero y referente hipster internacional.
—Esta no es mi gente, no me siento identifcado. Programadores, fnancieros…
no son de aquí. Los que somos de San Francisco ya no podemos permitirnos
vivir aquí por esta gente.
No tardamos en movernos de bar en este comienzo de la noche. De camino nos
asalta a la vista un complejo de apartamentos de lujo que, arquitectónicamente,
asesina el paisaje.
—Esta es la mierda de la que te hablo –sube la voz– una macarrada de Miami
Beach en medio de “La Misión”.
Llegamos al típico dive (cutre) bar americano. Pedimos turno para el billar y be-
bemos unas “Tecates” que sirven directamente en lata, cerveza mexicana y la
más barata en cualquier bar entre las varias opciones que suele haber. En San
Francisco hay una pasión desatada y buen paladar por la variedad de cervezas.
Llega Tyler, amigo de Isaac, clásica silueta surfera y cálido de palabra como cual-
quier nativo del norte de California.
—Me crié cerca de aquí, en una familia de clase media –me dice Tyler–, ahora
no puedo. Tengo 26 años, si quisiera formar una familia aún menos. No es solo
el alquiler, es las escuelas, ir a un restaurante…las cosas básicas. Como otros
amigos de familia trabajadora, me he tenido que mudar a Oakland.
“EL DINERO DE LA TECNOLOGÍA
ESTÁ DESTRIPANDO LA
PERSONALDAD, ESTÉTICA Y
CARÁCTER ORIGINAL Y ÚNICO”
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San Francisco es el nuevo epicentro mediático
de la innovación, el consumo desatado y los al-
quileres desproporcionados. Una ciudad que era
el campo de cultivo de la contracultura es ahora
inhabitable para la mayoría de la gente normal,
está siendo estrangulada. ¿Qué ha ocurrido con
el espíritu iconoclasta de San Francisco? La razón
originaria que, posteriormente, ramifca en otras
muchas: las startups
(2)
.
Las startups ya no se crean por ex directivos de
Microsoft de polo y pantalones chinos. Cualquie-
ra puede crear una startup, esta generación ha
sido criada en la creencia de que podemos hacer
lo que queramos porque tenemos habilidades y
talento para ello. Ya no tenemos que trabajar para
un jefe. Todos somos CEO, CMO, CCO, UGT, SS.
Un vagón de metro puede ser un sitio para ha-
cer coworking. Se dice treinta veces al día “social”
y veinte “startup”. Se pivota, se pivota y después
se pivota; si un modelo de negocio era antes el
motor del coche, ahora se ha extraído el motor del
coche para conducir con rondas de fnanciación e
inyecciones puntuales como si fuera un accesorio
de automóvil cualquiera añadido a posteriori de
comprarlo.
¿QUÉ HA OCURRIDO CON EL
ESPÍRITU ICONOCLASTA DE
SAN FRANCISCO?
No se concibe una oficina sin mesa de ping-pong,
videoconsola de los noventa, piscina de bolas,
sillones en forma de huevo y pufs. A veces hay
más becarios que empleados, por supuesto sin
pagar, incluso existe la figura del meta-becario,
el becario sin salario que aspira a un puesto de
becario con salario.
10
Un estereotipo general retratado con comicidad objetiva en la reciente serie de
la HBO Silicon Valley
(3)
, y que se ha propagado con éxito para seguir engrasan-
do el sistema económico. Mientras, la realidad es que muchas startups que ni
siquiera han hecho un dólar en ventas han sido vendidas por millones, se pro-
ducen fascos de 25 millones de dólares
(4)
o niños-bien adiestrados por ese men-
saje de avariciar “tu trozo de éxito en este mundo” vocean públicamente que les
parece “grotesco”
(5)
que haya vagabundos en la calle de su ofcina. Es el molde
del tech bro en San Francisco. En Nueva York, la gente de Wall Street saben que
son unos capullos, les gusta. En Los Ángeles, viven a gusto en su superfcialidad,
la reconocen y disfrutan. En San Francisco, los techies creen que están salvando
el mundo con sus startups.
—La gran mentira de las startups –dice Marc encuadrando la frase sobre el aire
con sus manos–.
Estoy en el despacho de Marc en UCSF. Ahora no está fumado por razones ob-
vias y me pide consejo sobre cómo encarar una clase de escritura con alumnos
de habla no inglesa mientras entremezcla titulares propios de una persona que
conoce esta ciudad desde hace 43 años.
—Viene a ser lo mismo que los carroñeros avariciosos de Wall Street de la Ge-
neración X. Ha cambiado la forma de trabajar, sí, pero no la fría ambición por el
dinero y el deshumanizante concepto del éxito. Son cínicos, buscan una porción
de éxito a costa de todo, y no tienen una vida normal con tiempo libre, pillarse
un pedo, echar un polvo. Viven por y para la necesidad de éxito.
11
Propaganda, “postureo”…, se podrían
llamar “startups” como “joseluises”
porque, detrás del telón, los engrana-
jes funcionan igual que siempre. De
hecho, entre el 80% y 90% de star-
tups fracasan en sus primeros años
de vida en Estados Unidos, mientras
que el 44% los pequeños y medianos
negocios, las que se han llamado “mi
negocio” de toda la vida, sobreviven
en los primeros cinco años de vida
según datos gubernamentales. Las
startups no son más que otro ali-
mento para la imparable rueda del
capitalismo. Es el mismo cuento que
nos ha demostrado la historia con
otro envoltorio, pero un envoltorio
muy bonito porque recluta sin tregua
a una generación como combustible
humano de un sistema anti-humano,
generando las consecuentes injusti-
cias, empezando por la gentrifcación.
ENTRE EL 80-90%
DE LAS STARTUPS
FRACASAN,
MIENTRAS QUE
EL 44% DE LAS
PYMES SALEN
ADELANTE
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Un barrio de toda la vida con alquileres bajos atrae a los ar-
tistas, porque los artistas siempre queremos ser diferentes, y
vivir en un barrio poco usual nos diferencia. Los artistas arre-
glan el barrio, abren galerías, tiendas de té, peluquerías… Eso
atrae a los jóvenes universitarios de la ciudad. Lo que atrae a
bares de gintonic, restaurantes de sushi y tiendas de ropa de
segunda mano. El barrio se convierte en “cool”. Y seguro. Ame-
rican Apparel y Urban Outftters abren una tienda. Eso también
atrae a la gente que llega de fuera. Llegan las startups. Los al-
quileres suben. Los antiguos habitantes del barrio, los de toda
la vida, se van porque no se lo pueden permitir.
Nueva York es el arquetipo histórico, pasado y presente de
gentrifcación, una ciudad que devora y marca los ciclos econó-
micos, sociales y culturales. Ha ocurrido siempre, en SoHo, Tri-
beca y Greenwich Village en los setenta y ochenta. Todos eran
el epicentro de los bohemios y ahora son pasto de franquicias,
boutiques de lujo y una lista interminable de apartamentos de
famosos.
Ha ocurrido recientemente en Brooklyn; el monstruo se quedó
sin alimento en Manhattan y cruzó el East River. En poco más
de diez años, Williamsburg ha sido transformado de un área
residencial pobre y adormilada de judíos, europeos del este e
hispanos de clase trabajadora, en habitantes con barba, tatua-
jes, que pertenecen al menos a una banda, escriben al menos
en un blog y pasan las noches desarrollando proyectos. Pero
Nueva York no tiene límites, el tsunami gentrifcador se extien-
de a las viejas fábricas reconvertidas en lofts de Greenpoint
(norte), los barrios residenciales y de clase trabajadora de East
Williamsburg y Bushwick (este, sureste) y la emergente Fort
Greene (sur) donde se erige el nuevo Barclays Center de los
Brooklyn Nets, del que ahora todos son fans de toda la vida. Es,
como lo llama Spike Lee en este brillante discurso
(6)
, el jodido
síndrome de Cristóbal Colón. Incluso en Harlem, siempre pin-
tado como un nido de peligrosidad, el 90% de sus habitantes
de la zona este sufren el mismo destino.
COMO DICE SPIKE LEE: “LA GENTRIFICACIÓN ES EL
JODIDO SÍNDROME DE CRISTOBAL COLÓN”
15
A día de hoy, Nueva York afronta una crisis de vagabundos peor que la época
de la Gran Depresión. Los alquileres se disparan y las ayudas para desarrollo
de inmuebles de lujo son las mayores en toda la historia de la ciudad mientras
hay recortes en los servicios para los sin techo y la vivienda asequible ya no
es asequible. Se tiran abajo aparcamientos de residentes, parques infantiles y
centros comunitarios para construir casas de lujo en ese terreno. En Boss, bajo
esa dura y real caricatura de la política, y con el telón de Chicago de fondo, se
plasma perfectamente la absorción por el sistema de la gestión de la ciudad de
nuestros días como un producto. Los ayuntamientos permiten que empresas
privadas (bajo corruptelas asentadas) inviertan grandes sumas dinero de las
que, por supuesto, salen benefciados.
Es una tesitura mundial. El Madrid
(7)
del que nos cuestionamos los usos y cos-
tumbres del ciudadano medio que describe Juan Aparicio Belmonte en la novela
Un amigo en la ciudad; el East London (Hackney, Brick Lane) “extirpado quirúr-
gicamente” que vocean The Libertines en canciones como Time For Heroes y
Campaign of Hate; el Berlín donde el movimiento anti-gentrifcación se organiza
para congelar los precios y evitar desahucios; el Portland de moda incapaz de
ofrecer un váter para sus vagabundos en el céntrico barrio de Old Chinatown,
pero que al mismo tiempo da carta blanca a inmobiliarias para construir apar-
tamentos de lujo.
El hecho es que la gentrifcación puede afectar a cualquiera, y casi siempre ne-
gativamente. Si tienes varias propiedades, te ha tocado la lotería, los alquileres
serán en doble y el triple en unos años. Sin embargo, si eres un pequeño propie-
tario, los impuestos renovados por la subida de los arrendamientos te acabarán
por echar del barrio; si estás rentando, la subida de los alquileres te acabará por
echar del barrio; y si eres un pequeño negocio en una ciudad sin regulación en
el alquiler comercial, la subida de los precios te acabará por echar del barrio.
La gentrifcación no soluciona problemas, simplemente los mueve hacia fue-
ra, incluso es un problema público de salud tal como reconoce
(8)
el Centro de
Control y Prevención de Enfermedades estadounidense (más niveles de estrés,
violencia, crimen y enfermedades mentales).
“¿Es San Francisco Nueva York?”
(9)
, se pregunta New York Mag. La avalancha gen-
trifcadora hace que la ciudad californiana ya ha sobrepasado en cifras a la Gran
Manzana en la categoría de “desorbitantes alquileres”. ¿Dónde se están yendo
los sanfranciscans? A East Bay, Oakland, ciudad de innata clase trabajadora al
otro lado del Bay Bridge, donde los arrendamientos son más baratos.
Aunque esa situación empieza a cambiar paulatinamente, hasta el punto que
el BART (el tren metropolitano), símbolo del transporte público del área, sufre
continuas subidas de tarifas, lo que empieza a hacer cada vez menos sostenible
vivir y trabajar en toda la zona norte de la bahía de San Francisco. Incluso Ten-
derloin, tradicionalmente el barrio más peligroso y pobre de San Francisco, ve la
llegada de jóvenes ilusionados por “ese deshumanizador éxito” ya que es lo que
se pueden permitir hasta el momento.
LA CIUDAD DE NUESTROS
DÍAS SE GESTIONA COMO
UN PRODUCTO
17
“Hasta en Santa Cruz están notando la
subida de precios”. Santa Cruz, la mis-
ma de Surfn’ U.S.A. de los Beach Boys,
una preciosa localidad costera a una
hora y poco de San Francisco, sufre el
terremoto de los alquileres. Davy es
un espíritu californiano con pasapor-
te británico adherido ya a la perso-
nalidad del Pacífco desde hace diez
años, pero no ha perdido el gaznate
de las islas. Parece el hermano geme-
lo perdido de Russell Brand. “Vivir en
San Francisco es una locura, y esto es
una burbuja que en algún momento va
a estallar por algún lado”.
Y es que la regulación inmobiliaria y
de los arrendamientos en la ciudad
californiana es prácticamente nula,
favorece por completo a los propie-
tarios especuladores que, amparán-
dose el laberinto legal de la llamada
Ellis Act
(10)
del estado de California,
pueden desahuciar a sus inquilinos
sin que estos tengan prácticamente
derechos y ellos ser gravados por al-
gún impuesto.
18
En San Francisco, los desahucios bajo la Ellis Act han
subido un 170% desde febrero de 2010 a febrero de
2013 según informes del Ayuntamiento. Ello desem-
boca, junto al hecho de que construir en la ciudad
es casi imposible por cuestión de espacio (y con un
impuesto de propiedad anual que puede llegar a los
4.000 dólares a diferencia de los 400 en el estado de
Alabama), en una oferta escasa a la hora de buscar
apartamento, “un escenario propio de Los Juegos del
Hambre”, como cita New York Mag. El símil no es exage-
rado: se puede escribir un libro de las técnicas y trucos
que emplea el cazador de casa entre 20 y 35 años,
desde ponerse la alarma a determinadas horas del día
(incluso de madrugada) porque los primeros que con-
testan a los anuncios de Craiglist tienen más posibili-
dades, a herramientas web para crear y medir e-mails
automatizados, pasando por el uso de determinadas
palabras en la descripción de tu perfl.
19
LA REGULACIÓN INMOBILIARIA DE SAN
FRANCISCO FAVORECE POR COMPLETO A
LOS PROPIETARIOS ESPECULADORES
Pero no es solo el alud de no saber qué hacer con la riqueza lo que hace a San
Francisco ser Nueva York, sino el extravío de su natural identidad. Gotham es
Gotham desde hace años, “incluso la contaminante criminalidad que había en la
ciudad en los ’80 era un signo de personalidad. ¿En qué momento empezó Nueva
York a desalmarse?”
(11)
, pero San Francisco era hasta hace poco esa ciudad a la
que te mudabas porque eras demasiado raro para Los Ángeles y demasiado
vago para Nueva York. El sitio perfecto donde encajaba tu personalidad estrafa-
laria y loca, sin fronteras y sin pose. Ahora, donde había una tienda de porno hay
una cafetería donde tomarse un café sin ordenador o tablet te hace sentir mal,
una escena inequívoca de la Gran Manzana.
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Igual que las startups se podían haber bautizado como “joseluises”, el sistema
recuperó un viejo concepto para asesinar su esencia psicópata y flosófca, y dis-
frazarse con su cuerpo: hipster. “Los hipsters actuales son un tipo de subcultura ge-
nerada por el neoliberalismo, cuyos valores exaltan la reacción política enmascarada
de rebelión bajo una fachada de vicio”, es decir, el “postureo” de toda la vida, como
analiza el sonado libro de Mark Greif, Qué fue de lo hipster
(12)
. La imagen que se
vende del hipster es aquel que combate el comercialismo y la estandarización
que nos defne día a día, cuando es precisamente lo contrario, otro zombie del
ciclo del dinero.
El hipster ha aprendido a simular la revolución mientras decora su habitación
con muebles de IKEA, viste de Urban Outftters y se arma de dispositivos Apple
para salir de casa. Un credo que no se toma nada demasiado en serio, excepto
sí mismos. Es el narcisismo de nuestra generación inmunizado con la comodi-
dad de conciencia y guillotinado el sentido real de rebelión.
1999 es el año 0 de esta era. Los artistas empiezan a llegar a Williamsburg, son
los primeros “rehipsters”, de alguna manera algo anarquistas como sitúan algu-
nos ensayos
(13)
porque pervive el espíritu de las protestas de Seattle ese mismo
año: no aceptan la América del producto. Pero todo reducto diferenciador es
una oportunidad comercial, la saciedad del sistema lo encontró para producirlo
en serie porque necesitaba una imagen para el motor del desarrollo urbano
y comercial de las ciudades, una tendencia de identidad y gustos que poder
vender.
22
23
El concepto se exportó de Nueva York a Londres, San Francisco, Ma-
drid... Unos pocos años después, explosionada ya la burbuja del pun-
tocom, el capitalismo necesitaba una nuevo ciclo para engrasar sus en-
granajes del futuro: las startups. Entonces, inevitablemente, el mundo
de los hipsters
(14)
y las startups colisionan. Se necesitan el uno al otro,
los hipsters encajan en la organización del trabajo que proponen las
startups, ese anarquismo capitalista; las startups, como producto del
sistema, se fltran a la perfección en el rodillo gentrifcador y los produc-
tos culturales estandarizados. ¿El resultado? Nace un nuevo cuento: los
millennials.
“Los millennials
(15)
son un grupo de 80 millones de personas (en Estados
Unidos) nacidos entre 1980 y 1996 que tiene valores comunes como la
falta de autoridad, alta tolerancia, cercanía con su familia, deseo de com-
promiso y un gran nivel de optimismo. Se cuestionan el funcionamiento del
sistema”. Cuestionar la propaganda de este mensaje sobre los millen-
nials o “generación Y” no es solo porque exista un molde prefabricado
en el concepto distribuido por los medios de masas (aquí
(16)
o aquí
(17))
,
entre otros muchos), sino porque vende una defnición de éxito y de
sueños que el capitalismo necesita renovar para que siga funcionando
la máquina.
NOS VENDEN UNA DEFINICIÓN DE ÉXITO
Y DE SUEÑOS NECESARIA PARA QUE SIGA
FUNCIONANDO EL SISTEMA
24
SOMOS UNA
GENERACIÓN
NARCISISTA,
CÓMODA DE
CONCIENCIA Y
CARENTE DEL
SENTIDO REAL
DE REBELIÓN
25
Citando a Ignasi Miró
(18)
sobre la ola de optimismo: “por lo
general, nuestros sueños, tienden a ser dibujos esbozados por
egos sobrealimentados, destinados a disfrazar carencias en lu-
gar de activar virtudes…Más, si basas tu felicidad en alcanzar
cumbres, en lugar de disfrutar del camino recorrido hasta lle-
gar a ellas”. Es decir, el narcisismo hipster y la búsqueda del
éxito (de las startups) porque la sociedad espera algo de ti,
se retroalimentan.
Nuestra generación es ese producto que cree cuestionar
el sistema pero trabaja para él, amorfnado principalmente
por las industrias culturales. Se canibalizan las subculturas,
lo hippie, lo grunge, lo punk, lo burlesco, lo vaudeville, etc,
se estandarizan hasta que se agotan y quedamos depen-
dientes del siguiente ciclo, porque estamos innatamente di-
señados para necesitar algo. En San Francisco, hasta hace
unos años podías encontrarte de repente tanto una librería
anarquista como un tío recubierto de purpurina, no había
un motivo o necesidad para que existieran ambos, por
eso la crisis existencial y muerte de espíritu de esta ciudad
se debe “lo auténtico, sí, lo auténtico”, como decía Lester
Bangs en Casi Famosos.
—Falta la gente auténtica, me dice Tyler mientras nos fuma-
mos un cigarro a la salida de un bar en Clarion Alley
(19)
, un
emblema artístico de la ciudad y el refejo de esa identidad
autentica de los 150 años de San Francisco.
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Los Beatles son más populares que nunca. La furgoneta de Volkswagen ha vuel-
to. Los hippies son ahora hipsters. Los derechos de los negros se han converti-
do en los derechos de los gays. Vietnam es Irak. El LSD es el MDMA. Carol King es
Lana del Rey. Amy Winehouse es la Janis Joplin de hoy. Woodstock es Coachella,
Burning Man y Bonnaroo. Los vinilos vuelven a ser vinilos. Las tiendas de discos
son Urban Outftters. Y JFK es Obama. La historia es eminentemente cíclica.
Todo lo que vivimos ya ha existido, tiene otro nombre porque el sistema lo re-
nueva para que lo volvamos a necesitar, pero el problema es que “los ciclos del
capitalismo se van agotando cada vez más rápido” me dice Irene. “El sistema está
viciado, todo se consume más rápido, en ciclos más cortos y masivos, cine, moda,
música, arte…bajo esquemas prefabricados. Hace cuatro años la tendencia era la
moda e infuencias en música de los sesenta, hace dos la de los ochenta, ahora se
lleva lo grunge. Cuándo la moda y la música alcancen el presente, ¿qué pasará?
¿volverá a girar el refrito?”.
TODO SE PRODUCE
Y CONSUME CADA
VEZ MÁS EN CICLOS
MÁS CORTOS.
La espiral es obvia en todas las esfe-
ras. Al otro lado del teléfono, en Wi-
lliamsburg, está una vieja amiga, Maja,
ha escrito algún que otro guión de
cortometrajes pero su vida es traba-
jar en una tienda de ropa de segun-
da mano y una granja de productos
orgánicos.
—Este barrio es veneno para los ar-
tistas –suspira–. Los alquileres…en fn,
todo ha perdido su alma. Y la razón
de la locura de los alquileres es preci-
samente los artistas. Estamos jodidos
porque esto es una vieja historia.
No es una vieja historia, es la historia.
El artista llega a un barrio pobre. Lo
pone de moda. Van más artistas. Abre
un comercio “cool”. Es nuevo y dife-
rente: original
(20)
. Llega el estudiante.
Llega el hipster. Sube el alquiler. Abre
la primera franquicia. Llega el millen-
nial. Una startup inaugura su sede. El
artista se queja porque la ciudad no
reconoce a la industria creativa y la
expulsa siempre. El artista se va a otro
barrio y comienza de nuevo el ciclo,
como ocurre ahora en Sunset Park, al
sur de Brooklyn.
“La creatividad humana es el recurso
económico defnitivo”, señala el eco-
nomista Richard Florida en su teoría
Creative Class
(21)
; Florida apunta que
para el buen desarrollo económico
hay que estimular y atraer artistas,
diseñadores, arquitectos… para que
las ciudades prosperen económica-
mente. Neoliberalismo en su más
plena esencia instrumentalizando la
creatividad.
Pero el resultado esta vez no le está
saliendo tan bien al sistema que chu-
pa los ciclos más rápidamente. El
sueño americano quiebra. En un país
que se mueve única y exclusivamente
por el dinero, el deterioro de la clase
media, base económica de Estados
Unidos, es progresivo porque no es
sostenible que un hogar dedique más
del 30% de sus ingresos
(22)
a pagar
una casa. América se hace vieja
(23)
, los
millennials pierden su independencia
porque el país registra la tasa más
alta en cuatro décadas de jóvenes
viviendo con sus padres
(24)
, un con-
cepto poco usual para una sociedad
programada para dejar el hogar a los
dieciocho años, y la precariedad labo-
ral en esta generación es incuestiona-
ble, porque lo de los becarios no pa-
gados
(25)
es el pan de cada día como
en España.
29
Una clase media de usar y tirar, la primera línea de batalla del General Sistema.
Los artistas, los hipsters, las startups, los millennials…somos nosotros. Es el mol-
deo de nuestra fuerza humana, laboral, moral y ética. ¿Qué es el SoHo de Nueva
York hoy?: Un barrio de ricos. ¿Qué era en los años setenta?: Un barrio al que
llegaban los artistas. ¿Qué ha pasado entre medias?: El ciclo. Es como esa escena
de un capítulo de Los Simpsons cuando Bart se pregunta donde estará el Pe-
queño Ayudante y le viene a la cabeza un señor con una pala echando perros a
una caldera como si se tratara de carbón y voceando: “¡más perro!”.
—El apocalipsis hipster está cerca —canta Tulu—.
EL SUEÑO AMERICANO
QUIEBRA POR EL DETERIORO
DE UNA CLASE MEDIA DE
USAR Y TIRAR
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Tulu es un californiano de origen sa-
moano que dice ser un sin techo.
—Dejé mi trabajo de cocinero, era de-
masiado estrés —lo dice mientras se
bebe una cerveza y vemos el partido
del Liverpool, del que es fan acérrimo.
El tema recurrente con cualquier na-
tivo de San Francisco es sobre cómo
se está yendo a la mierda la ciudad,
como en España es sobre la crisis. La
gente está muy quemada. Tulu divaga
en teorías conspirativas, no parece
estar en sus cabales.
—Ni siquiera nos damos cuenta de
las conexiones globales que tiene
todo esto. ¿Las startups han surgido
porque sí? ¿De la buena voluntad de
alguien por mejorar el mundo? —me
golpea el brazo—Estamos silenciosa-
mente desconectados.
Lejos de que, con el paso de los minu-
tos, me parece que Tulu miente más
que habla, y cuestione la salud de
su cerebro, los prejuicios quedan al
lado porque este samoano es la pura
esencia de ciento cincuenta años de
excentricismo, rareza e identidad úni-
ca.
La hostilidad hacia la industria de la
tecnología está en cada conversación.
Por eso, los verdaderos sanfrancis-
cans se están organizando contra
este canibalismo económico que esta
agrandando las desigualdades socia-
les, haciendo honor a sus genes “en
contra de”. Los activistas empiezan
a dar dolor de cabeza al alcalde Ed
Lee, a quien el cuchicheo de la calle
le sitúa en el bolsillo de las startups.
El grupo de acción Eviction Free San
Francisco (San Francisco Sin Desahu-
cios) organiza escraches delante de
las casas de los propietarios de los
apartamentos, apareciendo en los
medios locales
(26)
un día sí otro tam-
bién. Incluso una startup como Airb-
nb se suma al movimiento
(27)
, ya que
los inquilinos, en su lucha por poder
pagar los alquileres al alza, rentan
sus habitaciones por esta web pero
sufriendo en algunos casos los des-
ahucios de sus propietarios cuando
se enteran que su propiedad está en
la conocida plataforma.
EL MOVIMIENTO ANTI-GENTRIFICADOR
SE MANIFIESTA DESDE ESCRACHES
HASTA COMUNAS DE CREATIVIDAD
33
Al activismo más feroz tampoco le hace ninguna gracia los
Google Buses, los autobuses de startups equipados hasta el
último detalle para hacer la media hora de San Francisco a
Silicon Valley lo más cómoda posible a sus empleados. “Nos
tratan como niños pequeños. Nos recogen casi en casa, nos
deja en el trabajo y a la vuelta igual. No tenemos que preocu-
parnos de nada”, me dice Davy, quien trabaja en Yahoo! gra-
cias a que su antigua startup fue comprada por el gigante
estadounidense. Los manifestantes han bloqueado varias
veces estos buses en protesta porque congestionan más
de lo normal el tráfco, suben los alquileres de las zonas
donde paran en más de un 20% y usan paradas de auto-
buses públicos sin pagar un solo dólar al erario público.
Algunos han acabado con alguna pedrada en la ventana
(28)
o sin neumáticos.
El movimiento anti-gentrifcador
(29)
que cruza el país desde
Nueva York a San Francisco pasando por Austin, se mani-
festa también propuestas más pacifstas que recuperan el
espíritu colectivista de los sesenta. Las comunas hippies
del nuevo milenio son casas de diez-doce personas donde
se hacen actividades colaborativas, se enaltece la creativi-
dad y el emprendimiento, tal como están haciendo algunos
artistas en Nueva York
(30)
. Hay unos cincuenta sitios
(31)
de
este tipo en toda la bahía de San Francisco que, por espí-
ritu, respiran la resistencia gentrifcadora, sin embargo el
precio medio de la habitación (1.200 dólares) es más aso-
ciable a las hackers houses, casas que se encuentran fácil en
EL TEMA RECURRENTE
CON CUALQUIER
NATIVO ES SOBRE
CÓMO SE ESTÁ YENDO
A LA MIERDA LA
CIUDAD POR CULPA
DE LA TECNOLOGÍA
34
Airbnb a las que llegan jóvenes de todos los rincones para “empezar a cambiar
el mundo”. Estas casas de hackers, como las de la serie Silicon Valley, son gran-
jas de tech bros única y exclusivamente preocupados por desarrollar algo, ello
implica descender en prioridad las relaciones humanas. En una de mis primeras
búsquedas de apartamento en San Francisco topé con una de ellas en SoMa,
donde me hicieron una entrevista para “saber si era si era aceptable para la casa”,
según rezaba el anuncio de Craiglist. Fui descartado al “no ser demasiado geek”,
según las palabras del llamado CEO de la casa, un israelí de rudo acento al que
no le convencieron mis argumentos sobre mi sociabilidad con los vagabundos y
que necesitaba algo barato unas semanas.
35
El último reducto son los pisos de alquiler con-
trolado, propietarios que mantienen la cordura
ante la infección de la gentrifcación. Irene vive
en uno de esos apartamentos, pero sabe que
cuando a su casero no le quede otra opción del
pacto verbal que tienen, tendrá que subir el al-
quiler:
—Llevo quince años aquí, y cuando pase volveré
a Chicago —suspira—.
Y es que las ciudades y los barrios cambian, la
historia lo prueba, en eso consiste la evolución.
No podemos congelarlos y convertirlos en un
museo. Pero sí podemos abogar por un creci-
miento de ellas más humano y natural no ancla-
do en el city-branding, la usura.
—Crear más alojamiento que la población se
pueda permitir es más efciente fnancieramen-
te que intentar mantener la ciudad tendenciosa
y con las calles seguras en la mente de la gente
—me comenta mientras me enseña algunas de
las propuestas de la ONG para la que trabaja—.
No se trata de un alegato anticapitalista ni de un
sueño del “país feliz de la casa de la gominola de
la calle de la piruleta”, como dijo Homer. Es una
defensa en contra del benefcio directo y a favor
del cultivo del espíritu
(32)
. Por comportarnos sim-
plemente como seres humanos.
36
Es domingo 20 de abril (4/20) en San Francis-
co, el día donde se consume más cannabis del
año
(33)
y los fumaos brotan más de lo normal, si
ya es normal de por sí: solo puede ocurrir aquí.
Además es Domingo de Pascua, una caravana
de seis coches recorre la calle 24 pitando como
si hubieran ganado la Copa de Europa, pero
no, celebran que “El Salvador Ha Resucitado”
como tienen pintado en las lunas de sus co-
ches; cosas de esta ciudad. Hay una carrera de
triciclos colina abajo en Potrero Hill (Bring Your
Own Wheels
(34)
), disfraces de las Tortugas Ninja,
vehículos hechos con cubos de basura y carri-
tos de bebé diseñados como triciclos espacia-
les: un domingo cualquiera en San Francisco.
Vuelvo a casa en el cuadro habitual de perso-
najes que es el Muni de la ciudad (metro-tran-
vía), un colgao con auriculares enormes, gorra
y monopatín baila a espasmos como cuando
Phoebe corría por el parque. Mi risa y la del
resto del vagón no es contenible. Mi acompa-
ñante de asiento me mira y me sonríe: “only in
San Francisco”.
37
IMÁGENES:
Página 6: Dustin Diaz (Flickr.com)
Página 9: JD Lasica (Flickr.com)
Página 10: romibello.com a través de venturevillage.eu/startup-hipster
Página 14: Larrybobsf (Flickr.com)
Página 16: Mayor crecimiento de los alquileres por barrios en San Francisco (primer cuarto de 2013 a
primer cuarto de 2014)
Página 22: Portada de la revista “Time” 20 de mayo 2013
Página 29: Euan (Flickr.com)
Página 32: -Matso- (Flickr.com)
Página 34: Sylvain Kalache (Flickr.com)
Página 37: Global X (Flickr.com)
REFERENCIAS:
(1) Ver Youtube: “San Francisco Earthquake 1906 - Before and After Journey Down Market Street”
(2) Ver Youtube: “Questions Everyone In SF Hates”
(3) Ver Youtube: “Silicon Valley Season 1: Trailer (HBO)”
(4) Ver Businessweek.com: “Is Payment Startup Clinkle a $25 Million Bust?”
(5) Ver Valleywag.gawker.com: “Happy Holidays: Startup CEO Complains SF Is Full of Human Trash”
(6) Ver Nymag.com: “Spike Lee’s Amazing Rant Against Gentrifcation: ‘We Been Here!’”
(7) Ver Eldiario.es: “Gentrifcación no es un nombre de señora”
(8) Ver Cdc.gov: “Health Efects of Gentrifcation”
(9) Ver Nymag.com: “Is San Francisco New York?”
(10) Ver Wikipedia: “Ellis Act”
(11) Ver Hablatumusica.com: “La virtuosa decadencia de Nueva York”
(12) “¿Qué fue de ‘lo hipster’?”, Mark Greif
(13) Ver Yorokobu.es: “¿Son los hipsters los extraños hijos del anarquismo?”
(14) Ver Buzzfeed.com: “Are You Actually A Hipster?”
(15) Ver Youtube: “Are you really doing what you love??”
(16) Ver Elpais.com: “El órdago de los ‘millennials’”
(17) Ver Nytimes.com: “For Millennials, a Generational Divide”
(18) Ver Yorokobu.es: “Cuatro consejos infalibles para cambiar de vida y ser feliz”
(19) Ver Google: “Clarion Alley”
(20) Ver Yorokobu.es: “La originalidad está sobrevalorada”
(21) Ver Wikipedia: “Creative class”
(22) Ver Nytimes.com: “In Many Cities, Rent Is Rising Out of Reach of Middle Class”
(23) Ver Pewresearch.org: “Two Dramas in Slow Motion”
(24) Ver Good.is: “Infographic: The Rise of Millennials Living at Home”
(25) Ver Nytimes.com: “For Interns, All Work and No Payof”
(26) Ver Contracostatimes.com: “San Francisco tenants’ rights activists demonstrate outside the Marin
home of alleged ‘serial evictor’”
(27) Ver Campaigns.peers.org: “Stop the evictions, fx the law in San Francisco”
(28) Ver Nytimes.com: “Tech Rides Are Focus of Hostility in Bay Area”
(29) Ver Citylimits.org: “Embrace the Worldwide Movement Againts Gentrifcation”
(30) Ver Nytimes.com: “A Way for Artists to Live”
(31) Ver Rellocate.org
(32) Ver Yorokobu.es: “La utilidad de lo inútil”
(33) Ver Wikipedia: “420 (cannabis culture)”
(34) Ver Youtube: “GoPro HD: Bring Your Own Big Wheel”
‘El Derrumbe Existencial De San Francisco’
Versión online en issuu.com y documento.com: